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PLEGARIA

Por mimesacojea
Actualizado 10-10-2008 00:42 CET

La economía es una religión con 6.700 millones de fieles.

El Mercado, al igual que el Dios de los católicos, es intrínsecamente bueno aunque, en ocasiones, cometa crueldades que a los simples mortales nos resulten carentes de sentido. Pero son Sus designios, siempre inescrutables, y nosotros no somos quién para cuestionarlos. No podemos comprender Su voluntad porque Su voluntad es incomprensible.

El Mercado tuvo en Adam Smith su gran profeta. Smith acuñó el misticismo mercantil en forma de mano invisible, un concepto etéreo y caprichoso que regula oferta y demanda, que da y quita, y que, a diferencia de las otras fuerzas del Universo, tiende al equilibrio. El Mercado es la única fuerza conocida que desafía la entropía. Es, por tanto, un ente sobrenatural.

El cielo del Mercado se llama crecimiento continuado. En este supuesto utópico, la paz y la felicidad están garantizadas porque existe el pleno empleo, los salarios no dejan de crecer y el consumo tampoco. Los hombres y mujeres de buena voluntad son aquí ungidos con el santo don del beneficio.

Claro que también existe el infierno. Se llama recesión, y no es culpa del Mercado. Es culpa del pecador, que abusa de la misericordia del Mercado, provocando que Éste se rebele con Sus plagas: caída bursátil, falta de liquidez y paro.

¡Arrepentíos!, gritan los clérigos desde sus sillones de oro. ¡Enderezad vuestro camino, buscad la luz y bañaos en ella, porque sólo a través del arrepentimiento reflotaréis vuestras cuentas!

El creyente realiza entonces acto de contrición, no puede hacer otra cosa. Modera su consumo, se congelan los salarios, se endurecen las condiciones de préstamos e hipotecas, y las balanzas se llenan de números rojos, el color del pecado. El creyente, en definitiva, se postra ante el Mercado y suplica clemencia.

Y la clemencia siempre llega, porque el Mercado es bueno y es sabio y es generoso. Nos castiga, sí, pero a la manera de un padre que pretende enseñar a sus hijos el camino correcto. Un padre severo, pero infinitamente misericordioso.

Sólo aquellos que se arrepientan sinceramente cruzarán las puertas del superávit. Sólo aquellos que amen al Mercado como a sí mismos serán recompensados.

Porque Él es lo Único

Porque Él lo es Todo.

Amén.

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