Malos padres y hombres culpables

En la última campaña de la Dirección General de Tráfico el padre (el hombre) es el único culpable de que su hijo esté hospitalizado por no llevar atado al niño y sufre, además, la mirada recriminatoria de la madre de la criatura. Un ejemplo de sexismo y discriminación sobre el que nadie se ha pronunciado públicamente en contra y que a muchos padres que conducen y tienen hijos (dos cosas bastante habituales) les resulta indignante.

Vaya por delante (siempre ha de ser de este modo aunque no sea necesario) que servidor no es sospechoso de maldades que tengan que ver con las mujeres salvo la propias de la vida. Y que no está bien que uno se ponga de ejemplo porque deja de serlo. Pero es que sobre asuntos tocantes al género ya estamos tan metidos en este rollo de lo políticamente correcto que por el hecho de ser hombre ya resulta uno culpable. Tanto que ha de comenzar pidiendo disculpas, haciendo un acto de arrepentimiento por daños que no ha cometido y mirando al suelo como si todos los platos del mundo se hubieran roto a causa de su mal carácter.

Vaya por delante que acabo de ver uno de esos anuncios que nos ponen los del Tráfico para evitar los accidentes y se me han puesto los pelos de punta al ver al niño hospitalizado “por culpa del padre” que no le puso el cinturón. Algo que ya, sin tantas vueltas retóricas, me toca mucho los huevos. Porque, en el anuncio del que hablo, además de cargar con el daño al hijo el hombre ha de afrontar el rencor de la madre y, suponemos, esposa. Un sexismo cruel, innecesario, tópico, sobre el que parece que hemos de callar del mismo modo que hubiéramos tenido que soportar las justificadas quejas de las asociaciones correspondientes si la culpable de llevar a la criatura desabrochada hubiera sido la mujer.

Pero que los hombres presenten una queja sobre algo no entra dentro de los discursos que han de ser tenidos en cuenta, que hayamos de soportar que injustificadamente se carguen sobre nuestras espaldas desde la muerte de Manolete hasya la extinción de la foca monje y que se promueva también un sexismo inculpatorio en pos de presuntas igualdades no parece importar a ninguna de esas asociaciones que velan por la calidad de los contenidos. Porque con casos como éste uno pierde todo lo que lleva explicando a sus hijos desde el día en que nacieron, con anuncios de este tipo no encuentra palabras para explicar qué son o qué dejan de ser los prejuicios, qué son o que dejan de ser los sexos. Que, a la vista de campañas como ésta, son un asco si eres hombre. Un padre cabrón que no pone cinturones. Algo que, en cambio, hacen todas las maravillosas madres españolas.