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La coleccionista de sonidos

Por CLEMENTE ÁLVAREZ (SOITU.ES)
Actualizado 05-03-2008 10:50 CET

MADRID.-  La bióloga Eloisa Matheu lleva 20 años adentrándose en espacios naturales de los cinco continentes en busca de unos preciados tesoros a menudo ignorados: los sonidos.

Como un entomólogo que persiguiera un raro espécimen de bellos colores con su cazamariposas, esta catalana va con su micrófono parabólico tras las músicas más llamativas de la naturaleza. Con su equipo puede atrapar para su colección las notas aflautadas del canto de un pájaro, el sonoro trompeteo de unos anfibios, el estridente ritmo de insectos, pero también paisajes completos donde se entremezclan los sones del viento, el agua, los árboles...

"Nos perdemos muchas cosas porque no escuchamos, nuestra sociedad es muy visual", comenta la bióloga, que lleva editados ya más de 30 discos con su pequeño sello discográfico 'Alosa'. La mayoría de las veces se trata de guías acústicas para aprender a distinguir las distintas voces de la naturaleza o para deleitarse sin más con estas curiosas melodías; aunque otras no son sino encargos para estudios científicos.

Al principio ella misma tampoco prestaba verdadera atención a los registros que llegaban a sus oídos. Como ornitóloga, se esforzaba por distinguir los cantos de las aves, pero sin ir más allá. "Por azares de la vida conocí a un francés que se dedica a esto, Jean Roché, y me hizo escuchar unas grabaciones que me entusiasmaron", cuenta Matheu, "cuando volví a España lo primero que hice fue comprarme un micrófono y un casete, en plan amateur".

Fue así, realizando sus propias grabaciones, que aprendió poco a poco a recrearse en lo que escuchaba y a disfrutar de los paisajes con los ojos cerrados. "Cuando uno sale al campo, lo más fácil de escuchar son los reclamos de las aves, pero existen muchos otros sonidos y matices, no sólo se puede distinguir entre ecosistemas, sino también entre estaciones del año e incluso entre periodos del día, pues no se parece en nada el grabar al amanecer que al anochecer", explica.

Hoy no se puede resistir al variado juego de notas de un mirlo ni siquiera cuando camina por Barcelona. "La gente debe pensar que estoy loca cuando me ve ahí sola parada en mitad de la calle sin hacer nada", se ríe.

En el medio natural resulta bastante más complicado el 'cazar' una de estas voces. No es tan sencillo acercarse a algunos animales y conseguir un registro de calidad. En ocasiones debe esperar durante horas oculta para poder volver con unas pocas decenas de segundos que merezcan la pena en su grabadora digital. Y todavía hay especies cuya melodía nunca ha conseguido, como el chirriante canto de la perdiz pardilla. Otras veces, en cambio, regresa a casa con un registro que no había salido a buscar.

Entre las aves, Matheu muestra predilección por las estrofas aflautadas del mirlo, los trinos y gorjeos del jilguero o el agudo canto del reyezuelo. De los anfibios, le gusta especialmente escuchar por la noche el silbido del sapo partero o la diversidad de los reclamos de cada especie. Algunos sones como el frenético gorjeo del sapo corredor, pueden oírse a dos kilómetros de distancia. "Con los anfibios lo más espectacular es ir a zonas tropicales, la riqueza allí es brutal".

Luego están los insectos, que no modulan las señales con su garganta sino con la fricción de partes de su cuerpo. Pequeños seres como los simples grillos llenan la noche con su canción de sencillos ritmos. "Es un sonido hipnótico", afirma.

Si cierra los ojos en busca de un paisaje que le guste, la bióloga escucha en su cabeza el tranquilo anochecer de las primaveras en las duras tierras de los Monegros, con el concierto de fondo de insectos y anfibios, sobre el que se alza el agudo silbido del alcaraván. Como comenta, "el sonido es muy evocador y cuando lo recuerdas vuelves de alguna forma a aquel lugar donde lo oíste".

Según recomienda, lo mejor para aprender a escuchar la naturaleza es salir al campo solo o en grupos de no más de tres personas, y comenzar por especies de aves sencillas, como el carbonero común o el herrerillo común. "Hay que habituarse a ver y escuchar a la vez", detalla la bióloga, "e intentar describir los sonidos y comprenderlos para llegar a retenerlos".

¿Sueles prestar atención a los sonidos de la naturaleza? ¿Hay algún canto o registro que te guste especialmente?

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