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La huella de agua

Por ALBERTO GARRIDO* (SOITU.ES)
Actualizado 17-03-2008 10:32 CET

MADRID.-  Conceptos como el de la 'huella hidrológica' o comercio de 'agua virtual' dan una idea más aproximada del uso que hacemos de este valioso recurso. Y es que no sólo se trata de lo que sale de los grifos: para producir un litro de aceite se necesitan 350 litros de agua, para una taza de té unos 80 y para un kilo de carne 15.000.

La ‘huella hidrológica’ es un término de reciente cuño que proviene de un concepto previo llamado ‘huella ecológica’. Como tantos otros, el concepto de ‘huella’ no es más que un indicador del impacto ambiental que produce el consumo de una persona, una ciudad, un país entero o el mundo globalmente. En el caso del consumo de una persona, su huella ecológica se mide en hectáreas, indicando qué superficie de tierra demanda su estilo de vida. El cálculo de la huella ecológica trae consigo la necesidad de convertir todos los bienes y servicios consumidos en unidades de superficie. Si la huella de todos los habitantes de un país es mayor que su superficie, concluimos que sus habitantes deben estar ‘exportando’ a otros países una parte de sus impactos ecológicos.

La huella hidrológica se centra exclusivamente en evaluar las necesidades directas e indirectas de agua para sustentar el estilo de vida de una persona, ciudad, región o país. Como es lógico, lo evaluamos en unidades de volumen por persona, y más concretamente, en metros cúbicos o miles de litros por persona y año. Con la ayuda de la Fundación Marcelino Botín, un grupo de profesores y jóvenes investigadores de laUniversidad Politécnica de Madrid hemos calculado la huella hidrológica española, situándola en unos 50.000 millones de metros cúbicos. Por tanto, cada residente en España necesita por término medio un poco más de un millón de litros de agua al año. Por poner un par de referencias a esta cifra, un norteamericano necesita unos 2,5 millones y un chino 700.000 litros.

Si comparamos esas necesidades con los recursos hídricos de que disponemos cada año, concluimos que los españoles tenemos un balance neto negativo en agua. Es decir, la diferencia entre el volumen de agua que ‘importamos’ de otros países y lo que ‘exportamos’ equivale a unos 16.000 millones de metros cúbicos al año (unos 350.000 litros por persona). Del poco más del millón de litros que cada español necesita cada año, un 90% lo gasta en alimentarse, y el 10% en el resto de bienes y servicios que consume.

Para obtener estos números, es preciso calcular el agua que se gasta en producir todos los bienes de la economía. Para producir un litro de aceite de oliva se necesitan unos 350 litros de agua, para una taza de té unos 80 y para un kilo de carne de vacuno unos 15.000. Por tanto, la dieta de una persona tiene una enorme importancia en la magnitud de su huella hidrológica, que se pone de manifiesto en la mayor ingesta de proteína cárnica de un norteamericano que la de un chino.

Ahora bien, y por centrarnos solo en la alimentación, si elaborar cada producto exige un volumen de agua determinado (por cierto, bastante parecido en cualquier lugar del mundo) se puede usar el comercio internacional agro-alimentario para ‘comprar’ agua. Precisamente, esa compra de agua, mediante lo que se ha venido en llamar ‘comercio de agua virtual’ es lo que explica que los españoles tengamos un balance neto negativo de agua. Así importamos muchísima más agua en forma de cereales y piensos, fundamentalmente para alimentar a nuestras cabañas ganaderas, de la que exportamos en forma de frutas y hortalizas. Para imaginar la importancia de este comercio de agua virtual para un español, basta pensar que si no tuviera lugar tendríamos que comer como máximo la mitad de carne de la que comemos en la actualidad.

La importancia de la huella hidrológica y el comercio de agua virtual se traslada también a la gestión del agua, y en pocos años ha logrado que se cuestionen los índices de escasez del recurso de que adolecen los países áridos o semi-áridos, como España. Si producir un kilo de tomates exige 200 litros de agua y un kilo de trigo 600 litros, ahorramos agua produciendo tomates e intercambiándolos por trigo producido en otro país. Sin embargo, lo que es bueno para un país no tiene porqué ser bueno para el mundo, pues a la postre la ‘huella’ de un filete de carne es la que es, y en algún sitio se ha tenido que quedar ‘impresa’. Así, toda la humanidad no puede comer como un norteamericano, no porque no tenga su capacidad de compra –que evidentemente, no la tiene– sino porque no hay agua en el mundo para sustentar su dieta.


*Alberto Garrido es profesor de Economía y Ciencias Sociales Agrarias de la E.T.S de Ingenieros Agrónomos, de la Universidad Politécnica de Madrid.

(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).

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