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Menos publicidad para acabar con la ruina de las televisiones públicas

Por JUAN VARELA (SOITU.ES)
Actualizado 06-05-2008 13:38 CET

MADRID.-  Las televisiones comerciales no soportan más publicidad en las televisiones públicas que llenan España entre estatales, autonómicas y municipales. El presidente Zapatero anunció su segunda revolución audiovisual y la reforma avanza en RTVE, pero el nuevo escenario de convergencia digital amenaza el negocio de la tele. Las emisoras comerciales piden con urgencia que se cumplan las repetidas promesas de reducción de los anuncios en el servicio público de televisión.

TVE redujo el año pasado un minuto de publicidad por hora: de 12 a 11 minutos de anuncios. No es suficiente, claman las televisiones comerciales.

"El próximo fin de la televisión analógica, la inminente implantación de la era digital (con TDT y DRM), en la que cada ciudadano recibirá señales audiovisuales en un sinfín de formatos, soportes y modalidades; el crecimiento casi exponencial de radios y televisiones de titularidad pública, la limitación del mercado publicitario y la ralentización inexorable de la economía, hacen inevitable e inaplazable estas medidas".

Así explican su ya histórica petición en un comunicado la Unión de Televisiones Comerciales Asociadas (Uteca), la Asociación de Televisiones Digitales Autonómicas y Locales (Asodas), la Asociación de Editores de Diarios Españoles (AEDE), la Asociación de Revistas de Información (ARI) y la Asociación Española de Radiodifusión Comercial (AERC).

Las televisiones públicas de este telestado del bienestar autonómico nuestro se llevan el 18% del mercado publicitario de prensa, radio y televisión, con el que cubren el 37% de sus enormes gastos, insoportables para cualquier presupuesto público.

De ahí que Gobierno y demás administraciones sean remisos a la medida. Perderían televisiones y la fabulosa máquina de propaganda que suponen y tendrían que explicar a los ciudadanos cuánto cuestan y, seguramente, aplicar un canon, como en tantos sitios.

Y, ay, el telestado del bienestar se resentiría fatalmente.

Terror político.

El presidente de la Corporación RTVE, Luis Fernández, anunció este año el primer ejercicio con superávit presupuestario y reducción de publicidad. Pero el director general de RTVE, Jaime Gaitero, puso las cosas en su sitio: "La televisión pública no costará un euro más a los españoles, sino mas bien menos". Por ahora se necesita una buena parte de la tarta publicitaria para cumplir esa promesa.

El Comité de Sabios para la Reforma de RTVE apuntó varias veces la necesidad de reducir la publicidad en la televisión pública. Zapatero escuchó el reclamo en su primera revolución audiovisual pero a cambio de convertir el Canal Plus de pago en la actual Cuatro en abierto y de otorgar una nueva licencia a La Sexta. La entonces directora general del Ente, Carmen Caffarel, puso el grito en el cielo porque veía crecer la deuda de RTVE.

Pero ya es hora.

El coste y la saturación de las televisiones públicas españolas no tienen parangón en ningún lugar del mundo. Y así lo denuncian las privadas, hartas de oír promesas como las de la última campaña electoral. La opinión de Uteca sobre las propuestas de los principales partidos fue que "el pacto PSOE-PP es imprescindible para configurar un modelo español que sea homologable con el que impera en los demás países de la UE a quince, donde el sector público ofrece contenidos de servicio público no comerciales, se financia en exclusiva o en porcentajes muy altos con recursos públicos –vía canon o asignación directa en los presupuestos generales– y es el impulsor y principal sostenedor de una industria audiovisual nacional capaz de competir en el exterior con productos de calidad y servicios de valor añadido".

Las privadas temen la fragmentación de las audiencias con la TDT, la extensión de la oferta audiovisual en la televisión digital y la llegada de la televisión por internet y en el móvil. Son también nuevas oportunidades de negocio, pero ahora tocan las quejas. La televisión es un sector quejica por naturaleza pese a ser una máquina de hacer dinero, como los culebrones.

Pero a las televisiones comerciales no les falta razón. La incidencia de las televisiones públicas en todos los ámbitos: económico, informativo, político, propagandístico, etc. es insoportable y desmesurado.

Queridos telepolíticos, conténganse, limiten su enamoramiento con el poder de la caja que emboba.

Las teles ya saben que la TDT no será un gran negocio y están empeñadas en que el Gobierno asuma más costes del apagón analógico, ese que el presidente Zapatero gusta llamar "encendido digital".

Y temen la apuesta de RTVE por la televisión en internet, que puede llevar a una disputa como la que se vive en Gran Bretaña con la expansión digital de la BBC, tan seguida por Luis Fernández y su equipo.

Es hora.

Es hora de que los políticos cuenten a los ciudadanos cuánto les cuestan las televisiones públicas, para qué sirve y cómo se emplea el servicio público, y que esa misión sea realizada más allá de la lucha por la audiencia. Una audiencia a la que no deben renunciar las teles públicas, pero nunca a costa de perder sus objetivos principales, tan maltratados a menudo.

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