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Seis apuntes sobre derechos de autor que aprenderán los artistas

Por JUAN FREIRE (SOITU.ES)
Actualizado 13-05-2008 14:07 CET

A CORUÑA.-  El pasado 7 de mayo tuve la oportunidad de participar en la jornada Leer en pantallas - Edición sostenible, que formaba parte de la Feria del Libro Sevilla’08. Otros participantes de las mesas redondas han realizado ya excelentes reflexiones sobre sus intervenciones y lo que allí se dijo y debatió. Juan Varela ha realizado propuestas sobre Derechos abiertos para la ciberliteratura, en las que aborda la nueva gestión de los contenidos digitales y una serie de propuestas sobre cómo aprovechar internet para una nueva literatura. Joaquín Rodríguez ha realizado un excelente análisis sobre el futuro de la edición, Imaginando al editor del futuro, y de paso el futuro de la cultural digital.

Por mi parte, intervine en una mesa sobre derechos de autor y copyleft, junto con Juan Varela, Elena Lisón (de Jurídicas.com) y Javier de la Cueva (de Derecho de Internet). Estas son algunas ideas, enriquecidas por lo escuchado en la jornada, que planteé allí y que pretendían analizar la cuestión de los derechos y las licencias como parte esencial de la estrategia creativa y económica de los autores en la era digital.

  1. El cambio tecnológico genera oportunidades al tiempo que altera las reglas de juego. Pero la tecnología no es determinista ni su diseño es capaz de incorporar todos los posibles usos futuros. Los usuarios acaban por apropiarse de la tecnología de modos, muchas veces, impredecibles y este proceso da lugar a cambios sociales y culturales. Por tanto, tecnología y sociedad co-evolucionan y en este cambio se alteran necesariamente muchos modelos económicos.
  2. Así, internet y la web 2.0 han provocado una devaluación de los contenidos hiperabundantes y un aumento del valor y capacidad de control de los comisarios digitales. En este escenario, en que el producto inicial del trabajo de un creador vale en términos económicos cada vez menos, pero su valor puede crecer de forma apreciable cuando se reutiliza con inteligencia, cabe preguntarse si es estratégicamente acertado proteger 'en exceso' los contenidos.

  3. Internet ha dado lugar a nuevas formas narrativas y ensayísticas. El mito del autor como genio individual, aislado del mundo exterior en su proceso creativo, se va desmontando, y emerge la figura de creador -en todo o en parte- como remezclador creativo. En este proceso, el concepto tradicional de autoría y propiedad intelectual se debilita. Pensemos en dos ejemplos claros.
  4. El caso de la Wikipedia es ya de sobra conocido; una obra copyleft colectiva creada de modo abierto y que ha contribuido a terminar con el modelo tradicional de enciclopedia. De hecho ha forzado una evolución en su equivalente tradicional, la enciclopedia Britannica, aunque posiblemente este cambio sea demasiado tardío. Hace poco ha lanzado el programa Britannica Webshare que permite acceder a sus contenidos desde enlaces de blogs asociados. Todo parece indicar que un paso previo a una liberación mayor de sus contenidos.

    En el proyecto We Tell Stories de la editorial Penguin, 6 autores contemporáneos desarrollan durante 6 semanas 6 historias digitales de ficción inspiradas en 6 clásicos de la literatura. Una de ellas, The 21 Steps de Charles Cummings, está inspirada en The 39 Steps de John Buchan, y ha sido narrada sobre Google Maps. Es un modelo simple de narrativa hipertextual pero que ya pone de manifiesto las dificultades a la hora de acotar autorías y derechos. Es obvio que la obra de Cummings está inspirada en la de Buchan pero, además, sería irrealizable sin Google Maps. A pesar de esto, Penguin aplica unos criterios estrictos de protección de sus derechos legales en estas obras. Según aumente el número (y el éxito) de este tipo de obras crecerán los debates y conflictos sobre derechos y remuneración asociada.

  5. Flexibilidad de las licencias. Frente a la situación de los derechos de autor en el entorno analógico, dominado de facto por un sólo modelo de derechos basado en el copyright, el desarrollo de internet y la digitalización de la creación ha ido acompañado de una diversificación y flexibilización de las opciones para los autores. El copyleft, como licencia con validez jurídica, no es la única alternativa y sólo constituye el otro extremo del copyright. En este sentido, la aparición de Creative Commons ha tenido la virtud de proporcionar un marco de referencia claro y que permite definir a los autores su opción para cada uno de los componentes que compondría una licencia: reconocimiento, reproducción, obras derivadas (remezcla) y uso comercial. Ahora el autor no está 'condenado' a aceptar el copyright (ni como única alternativa el copyleft) pero se incrementa notablemente su responsabilidad e incertidumbre al tener que diseñar una estrategia entre un menú mucho más complejo en el que, además, debe tener en cuenta algunas cuestiones:
    • la tecnología impone restricciones a esta flexibilidad. Por ejemplo, la digitalización reduce el coste de copia y distribución hasta hacerlo prácticamente cero. En este caso, como sucede con la música, los intentos legales de protección de algunas condiciones y derechos son difícilmente aplicables.
    • la elección del autor debería estar basada en su modelo creativo y comercial. Respecto a lo primero, deberá valorar hasta qué punto considera su creación original (o está inspirada solo conceptualmente en otras obras) y no necesita por esta razón flexibilizar sus propias obras para lograr reciprocidad; o reutiliza contenidos de otros autores y por tanto necesita aplicar licencias más abiertas. La cuestión comercial es, no nos engañemos, la principal razón de buena parte de este debate. La realidad es que muy pocos creadores viven hoy en día, y tampoco en cualquier otro momento de la historia, de la venta de sus obras entendidas como productos (sean libros, CDs o incluso archivos MP3 en iTunes). Otras vías de remuneración proceden de la reputación y la construcción de una red social que les facilita su actividad creativa y que pueden transformar en ingresos mediante mecenazgo (por ejemplo el modelo de los 1000 True Fans de Kevin Kelly, traducido al español en Revista 69), las actividades presenciales derivadas (conciertos, conferencias, cursos…), la consultoría o la venta de productos derivados. Chris Anderson ha empezado en su artículo Free! Why $0.00 Is the Future of Business a explorar los fundamentos de la economía del regalo.
    • Como explican Anderson y, en especial, Kevin Kelly (en Better than free); el ADN cultural y económico de internet es abierto y generativo y sobre esa plataforma se pueden crear beneficios explotando los cuellos de botella, los puntos de escasez en un ecosistema de la abundancia.

  6. Relaciones entre los tipos de contenidos y las licencias.
  7. Existe una evidente co-evolución entre la digitalización de los contenidos y el tipo de licencias utilizadas, que he intentado resumir en este esquema:

    Mientras que obras como Wikipedia, que nacen digitales, son claramente copyleft (y esta es buena parte de la razón de su éxito), los resultados de la investigación científica (que están abandonando el formato papel y migrando a internet) exploran de una forma cada vez más intensa modelos de acceso abierto. De modo similar, en la creación ensayística, por su propia naturaleza, tiene una importancia creciente internet (para la investigación o debate, muchos ensayos nacen hoy como blogs) por lo que tiene menos sentido entender el producto final -el libro de ensayo- desconectado del proceso que lo ha originado. La música o el vídeo, por las reglas de juego tecnológicas y a pesar de los intentos legales, se mueven también en la exploración de nuevos modelos de distribución y obras derivadas. Incluso la literatura, el último reducto del libro en papel, explora, como en el caso de We Tell Stories, su hibridación con el audiovisual y con los formatos digitales y, en ese proceso, las licencias acabarán por flexibilizarse. El periodismo también ha experimentado una fuerte evolución en la gestión de derechos con el nacimiento de los medios nativos digitales.

  8. El futuro de los actores tradicionales y las nuevas oportunidades. Como ya comentaba antes, el cambio tecnológico y cultural ha provocado alteraciones en los patrones de 'consumo' cultural (en los soportes y los contenidos, por ejemplo: del CD al reproductor MP3; del disco de diez canciones o la canción individual; del periódico completo al artículo o al post…). Los modelos de negocio tradicionales estaban basados, obviamente, en los antiguos patrones de consumo, por lo que ahora deben modificarse y este es un proceso necesariamente traumático que combinará destrucción y creación. Como explica Jaime Rodríguez:
  9. El editor tradicional, si le sometiera a una radiografía, se mostraría como el poseedor de una cartera de derechos que explotar con exclusividad durante el tiempo que el contrato con el autor estipule. Hoy esa univocidad o esa exclusividad ha cambiado y el editor tiene que compartir la titularidad de los derechos con sus legítimos poseedores que, avisados de las posibilidades que las nuevas licencias le ofrecen, conocedor de las propiedades de las nuevas herramientas de edición online y consciente, por último, de los beneficios indirectos que pueden obtenerse haciendo circular libremente lo que se crea, ha reclamado la legítima posesión de sus derechos y su disponibilidad. El editor nuevo tiene que aprender a compartir lo que antes era un monopolio.

    En mi opinión desaparecerán aquellos actores que no sepan explotar los nuevos modelos, como por ejemplo:

    • los autores de la larga cola que no cambien su modelo de negocio y comunicación (aunque estos eran ya marginales en la era analógica),
    • los viejos intermediarios (como las discográficas o las editoriales) que producían, distribuían y se encargaban del márketing. Producción y distribución tienen ya un coste marginal cero mientras que el márketing se transforma en conversación que ya no se puede dejar exclusivamente en manos de terceros (o al menos, no puede seguir ya el estilo tradicional),
    • el viejo negocio de la publicidad dirigida a un consumo de masas.

    Pero, al tiempo surgen nuevas oportunidades que dan lugar al nacimiento de nuevos actores (o de los viejos que sepan reconvertirse) como:

    • autores con nuevos modelos de comunicación (basados en cultivar la conversación y en la creación de una reputación) y de negocio,
    • nuevos intermediarios reconvertidos en comisarios digitales,
    • los encargados de la nueva 'logística', como son los que proporcionan las infraestructuras digitales (tanto los proveedores de servicios de telecomunicaciones como los proveedores de bases de datos, herramientas de software, buscadores, agregadores, etc).

    Muchas de estas funciones podrán ser desarrolladas por un mismo actor y, al tiempo, no es evidente que sean los viejos los que se reconviertan exitosamente al nuevo papel (por ejemplo, las discográficas están acabando por ser sustituidas por Apple; Google Books o Amazon pueden terminar con el papel de las editoriales… o de las bibliotecas).

  10. El papel de la administración pública y el 'mecenazgo' de la creación. Existe una excepción de gran importancia al modelo en que los autores deciden su estrategia de derechos. Cuando los contenidos han sido creados por (o para) las administraciones públicas, por que los crean empleados públicos o son pagados con fondos públicos, deberían hacerse accesibles a todos los ciudadanos (que ya los han pagado con sus impuestos) para cualquier tipo de uso (incluso comercial). Ahora no sucede esto, más bien todo lo contrario (con la excepción de la reciente liberación de la información geográfica por el Ministerio de Fomento) lo que constituye una 'anomalía ética' y una aberración política y se convierte en una barrera para la innovación y el desarrollo económico.
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