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Atentado a 3.000 kilómetros de los Juegos Olímpicos: ¿Será el último?

Por MARTIN XIAOBAO (SOITU.ES)
Actualizado 05-08-2008 12:40 CET

PEKÍN.-  "¿Por qué tienen que aprovechar los Juegos Olímpicos para llevar a cabo actos terroristas?". Esto se preguntaba hoy un joven voluntario chino cerca del Estadio de los Trabajadores de Pekín, que acogerá las pruebas de boxeo en apenas unos días. Las ya fuertes medidas de seguridad de la capital china se han reforzado, pero los ciudadanos chinos están, ante todo, indignados por la muerte de 16 policías ayer en un ataque que las autoridades han calificado de "terrorista".

Le digo a Chen que, en mi opinión, la cita olímpica es la plataforma perfecta para este tipo de atentados. Aunque no está clara la fuerza ni las intenciones que tienen los militantes de etnia uighur que llevaron a cabo el atentado de ayer en Kashgar, un evento que atrae tanta atención y del que el gobierno chino se siente tan orgulloso representa la ventana publicitaria que normalmente busca un terrorista.

También me gustaría decirle que, aunque no aprobemos las formas, y aunque a la mayoría nos parezca algo repugnante, hay gente que no está de acuerdo con el gobierno que le ha tocado y que quiere encontrar la manera más efectiva de elevar su voz. Esto pasa en China y en el resto del mundo, pero lamentablemente, muchos de los grupos situados en la periferia del sistema no encuentran en este país canales para expresar su descontento. (Todo esto lo pienso, pero me lo callo, por inapropiado en este momento, y porque el brazalete que identifica a Chen como miembro del Partido Comunista me lleva a pensar que mis palabras caerán en saco roto. O no, quién sabe).

Si a estas alturas no conoces los hechos, las imágenes del Apple Daily que ilustran este artículo, un diario de Hong Kong que se ha ganado a pulso la fama de sensacionalista, te pueden ayudar a hacerte una idea.

Desnudos, los hechos son los siguientes: dos yihadistas uighures, según los han identificado las autoridades, irrumpieron a primera hora de ayer a bordo de un camión en un puesto policial de Kashgar, una ciudad prefronteriza de la provincia de Xinjiang. Los agentes llevaban a cabo los ejercicios matutinos. Los atacantes lanzaron dos granadas y utilizaron cuchillos para herir a los policías. 14 de ellos murieron en el lugar y otros dos de camino al hospital. Los atacantes, dos varones de 28 y 33 años de etnia uighur, fueron detenidos.

La interpretación, no obstante, varía: China volvió a señalar ayer con el dedo acusador a los grupos de uighures separatistas, e indicó que sus agentes de inteligencia habían detectado amenazas en los días previos a los Juegos. Algunos expertos han señalado que podrían ser simplemente parroquianos que podrían buscar venganza por alguna afrenta de las autoridades, mientras grupos de derechos humanos y uighures en el exilio han acusado a Pekín de exagerar la amenaza de violencia. Rechazan la violencia, dicen, pero defienden el derecho de los uighures a expresar su descontento con la represión.

Ahora bien, la consecuencia más previsible es que las medidas de seguridad se intensifiquen en Pekín. "Estamos preparados para tratar con cualquier tipo de amenaza a la seguridad, y confiamos que tendremos unos Juegos Olímpicos pacíficos y seguros", señalaba hoy el responsable del comité organizador, Sun Weide. Pero más dura puede ser la respuesta en Xinjiang, una región acostumbrada ya a estar en el ojo del huracán.

Allí viven, recordémoslo, 8 millones de uighures, una etnia con una fuerte identidad cultural y religiosa –la mayoría son musulmanes-, que se queja de la invasión de chinos Han en sus tierras, algo que ha provocado un desequilibrio económico. En los roces entre uighures y han, más de una vez saltan chispas: los primeros se quejan a menudo de que los recién llegados han copado los mejores puestos de trabajo, obtienen una mejor educación, y que están poco menos que saqueando los recursos de su tierra.

También es cierto, habría que añadir, que Pekín ha hecho grandes inversiones para desarrollar la región: uno, para facilitar su aprovechamiento económico, y dos, consciente de que la lealtad al régimen sólo se puede ‘comprar’ con una población que sabe que mañana estará mejor que hoy.

Es difícil predecir qué pasará. Con toda la atención mediática puesta en Pekín, es posible que este grupo –si es que se demuestra que los atacantes de ayer formaban parte del Movimiento de Independencia del Turkestán Oriental, u otro similar- quiera aprovechar para llevar a cabo nuevos ataques.

En todo caso, lo que sí es seguro es que el atentado hará más difícil la vida en Kashgar, polarizando aún más en sus diferencias y recelos mutuos a las comunidades han y uighur de Xinjiang. Como ha dicho Nicholas Bequelin, representante de Human Rights Watch en Asia Pacífico, y un experto en la región, "eso sería un desastre, porque estas gentes van a tener que vivir juntas".

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