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A Phelps ya no le preocupan las comparaciones

Por SOITU.ES
Actualizado 19-08-2008 14:17 CET

Phelps llegó a los Juegos Olímpicos de Pekín para enfrentarse a los elementos, pero sobre todo para enfrentarse a la sombra del único hombre que había conseguido siete medallas de oro en unos mismos Juegos Olímpicos, hasta ahora. Pero los mitos pesan. El de Baltimore pudo comprobarlo en Atenas, donde no logró superar las marcas logradas por su ídolo en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972. Ahora, una mezcla de guasa y satisfacción se advierten en su sonrisa cuando posa con los brazos en jarra y luciendo sus ocho flamantes oros imitando al maestro destronado, el célebre nadador Mark Spitz. Entre estas dos imágenes han pasado 36 años.

Emular a los históricos tiene su morbillo y Sports Illustrated, que ha dedicado más de una portada a Michael Phelps, no ha podido resistirse. Su gesto de la foto lo dice todo. Lo ha conseguido, ya es el mayor medallista de oro de la historia del olimpismo y puede hacer realidad su sueño de "ser el primer Michael Phelps, no el segundo Mark Spitz". Ahora ya no tiene miedo a imitarle. Si hace unos días se afeitaba su nada favorecedor bigote que abrió la caja de pandora de las comparaciones odiosas, a Phelps hoy no le importa no parecerse ni en el blanco de los ojos al bello deportista. El oro de las medallas brilla más.

Pero el espectáculo que ha dado el nadador en la piscina no ha sido suficiente para algunos, que hoy ponen en duda que Phelps sea el mejor olímpico de la historia. No en balde, en la época de Spitz no había tantas modalidades de competición de natación como existen ahora. También hay que tener en cuenta que en tiempos del portador de uno de los bigotes más estilosos del mundo, no existían los bañadores ultra sofisticados -'segunda piel' con los que cuentan hoy los deportistas de esta modalidad.

Spitz se retiró a los 22 años, justo después de los Juegos de Munich. Quería ser actor. Phelps tiene 23 años y toda una carrera deportiva por delante. De hecho, es ahora cuando comienza lo más duro, aprender a ser una estrella, una empresa nada fácil.

El teléfono no ha parado de sonar. Llamadas, entrevistas, mensajes de texto -se dice que han llegado más de 4.000 a su blackberry-, compromisos, patrocinadores y una agenda de viajes agotadora son una pequeña muestra de lo que significa ser un icono mundial hoy en día. Hasta el propio presidente de EEUU, George Bush, ha sucumbido a los encantos del olimpismo y ha llamado a Phelps para recordarle que se abrazara a su madre. Así precisamente ha celebrado la victoria. Con su madre, su hermana y una hamburguesa. Por lo que sabemos, con esto, el mago de la piscina, no tiene ni para empezar.

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