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Despilfarrar no es chic

Por PILAR PORTERO (SOITU.ES)
Actualizado 01-10-2008 20:03 CET

El fashionvictimismo ha pasado a convertirse en una absoluta vulgaridad en menos de seis meses. Quemar la tarjeta de crédito adquiriendo los últimos hists de temporada está definitivamente desterrado. Arrasar, ya sea Vuitton o H&M, es signo inequívoco de falta de cerebro y carencia de estilo. Queda de cateto integral. De ignorar de qué van los tiros. Ingenio y creatividad es la tendencia a seguir en tiempos que corren.

El mismo Vogue inglés, ha empezado ya a reflejar en sus páginas esta tendencia a la recuperación de las prendas más especiales relegadas al último rincón del armario durante toda una década de bonanza. Con suma elegancia, sin mencionar tan siquiera la crisis, pone de ejemplo a tres lectoras con estilos diferenciados y un surtido guardarropa para componer un look basado en las joyitas de años anteriores. Así, en el número de octubre, argumenta: 'Nunca fue momento más apropiado para volverse a enamorar de las existencias de tu guardarropa'. Teniendo en cuenta que una revista de moda resulta el paraíso terrenal para las marcas de lujo es representativo que la publicación se atreva a proponer el rescate como algo chic, natural e imprescindible.

Lo normal es que si eres lo suficientemente inteligente como para haberte dado cuenta de que Occidente está cediendo el testigo a Asia y de que estás asistiendo a un momento histórico de cambio en el orden económico mundial, un malestar irracional te impida pasar por caja con los brazos repletos de artículos. Pero si tu cabecita loca no da para tanto, antes de comprar cuenta hasta diez. Y repasa el ciclo de vida de lo que estás a punto de adquirir. ¿es una pulsión o de verdad lo necesitas? Comprar como terapia sustitutiva es un lujo que ya no te puedes permitir. Ni por coherencia ni por tendencia.

La economía de crisis ha influido históricamente en la moda. Tras el crack del 29, el mítico modisto Patou dejó caer los dobladillos de la misma manera en que se había derrumbado la bolsa. Diez años después, en el 39, la segunda guerra mundial provocó cambios decisivos en el concepto de la moda. La fabricación en serie supuso el inició del prêt-á-porter pues los modistos se vieron empujados a trabajar con la industria textil en el diseño de uniformes. La escasez de tela obligó a estrechar la silueta y acortar las faldas. Las pocas prendas de que se disponía se volvieron versátiles. Los tejidos caros, como la seda, se sustituyeron por otros más asequibles como el algodón o el lino, más sufridos y fáciles de lavar. Y se recurrió a soluciones ingeniosas para mantener la elegancia a pesar de la situación. Estampados pequeños que se cosen mejor, cuellos y puños blancos en los vestidos dan el toque de distinción, se pinta la raya en las piernas para simular las medias que no se pueden comprar. 'No malgastes' era el imperativo eslogan que a base de creatividad impuso nuevas reglas.

La auténtica satisfacción se encuentra en revisar lo que ya tenías y resucitar lo que enterraste hace sólo unos meses. Vanagloriate de saber reaccionar a tiempo. Adaptarse con personalidad y picardía es lo moderno. Si aún no has experimentado una sensación de estupidez al contabilizar los pares y pares de jeans que cuelgan de tu armario, es que estás fuera del mundo. Una auditoría urgente de tus pertenencias, revelará el exceso de prendas repetidas y sacará a la imaginación de la hibernación a la que el consumo constante la tiene sometida.

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