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La Casa Blanca, diseño en clave política

Por DELFINA MORÁN* (SOITU.ES)
Actualizado 29-01-2009 18:19 CET

Decir que el diseño contribuyó al triunfo de Obama no es exagerado. Analizando la campaña pudimos ver que estábamos ante una extraordinaria orquestación gráfica (en barackobama.com se puede consultar todo el material: logos, carteles, formularios, etcétera), un diseño y desarrollo de identidad corporativa de manual en la que sobresalía un clamoroso acierto: la elección de la tipografía Gotham, una sans serif diseñada por Tobias Frere-Jones en 2002. Frente a la soporífera Baskerville elegida por Hillary Clinton o la Óptima de McCain, una tosca apelación al patriotismo (la Óptima es la tipografía utilizada en el Memorial por los caídos en Vietnam), la Gotham, muy americana, es clara, brillante y legible, como la oratoria de Obama.

Ganadas las elecciones, nos preguntamos si desde la Presidencia se seguirá el mismo buen criterio en términos de diseño. La primera prueba: el rediseño del interior de la Casa Blanca.

Como es tradición, cada nuevo inquilino que llega a la Casa de Gobierno redecora sus estancias privadas. Con un presupuesto limitado de 100.000 dólares, los Obama han encargado el trabajo al diseñador californiano Michael S. Smith. Dos gestos, la austeridad económica y el contar con profesionales para las tareas de diseño, que tranquilizan un poco a los que vivimos con el constante temor de que las promesas de cambio hayan sido sólo un espejismo.

La opinión de los expertos

¿Qué pautas se deberían seguir en este proceso de rediseño? Diseñadores y arquitectos responden:

Manuel Serrano, arquitecto y diseñador industrial, hace un ejercicio de realismo, destacando el enorme 'gap' que se produce entre el discurso de los políticos y la realidad cotidiana de éstos. Según Serrano, "no existen motivos para pensar que Obama sea un individuo preocupado especialmente por el diseño o la modernidad. El ‘progresismo’ relativo que exhibe como político no se proyecta más allá del espectro de la audiencia política formada por los votantes y, ahora, por todos los ciudadanos".

¿Qué se debe esperar de la decoración de la Casa Blanca como símbolo supremo del poder en Norteamérica? "Dada la incapacidad demostrada por los dirigentes por transmitir modernidad e innovación a través del entorno de sus moradas institucionales", continúa Serrano, "no es de extrañar que desde este punto de vista, Obama, Putin y Kin Jon-Il no estén tan lejos. Cuando François Mitterrand entró en el Elíseo, pidió a un joven Philip Starck que diseñara sus habitaciones privadas, en un gesto de respeto al pasado histórico e institucional y al mismo tiempo de apuesta sin reservas por la creatividad y la capacidad de la industria francesa de proyectarse al mundo. Los dirigentes son lo que son, aunque catalicen sueños planetarios y ofrezcan la posibilidad de lo ilimitado. John F. Kennedy no pasó de la mecedora, que no es poco", concluye el arquitecto.

Los diseñadores hablan

Este escéptico realismo lo comparten los diseñadores americanos, preocupados por la terrible recesión económica y por la herida producida por el escándalo de las papeletas de votación de las elecciones del 2000.

Animados también por las promesas de cambio, han redactado un documento, 'Redesigning America`s future' con diez propuestas de políticas de diseño que contribuyan a la recuperación económica y a una sociedad más democrática, y han puesto en marcha una campaña nacional pidiendo a todos los diseñadores que las suscriban y las envíen a sus congresistas, a fin de concienciarlos de la necesidad de una política de diseño eficaz.

Una de las propuestas consiste en establecer unos estándares de diseño para que las comunicaciones gubernamentales sean accesibles, legibles y comprensibles, de forma que aseguren que todos los americanos puedan acceder a la información que necesitan para participar en los procesos democráticos.

La oportunidad de esta propuesta no puede ser mayor. Como señala Javier Fernández, miembro de la Asociación Diseñadores de Madrid (Dimad), "vivimos una coyuntura excepcional. Del optimismo inconsciente, con componentes de psicopatía maníaca, pasamos a otro de miedo y desconfianza, con componentes de depresión, culpa y miedo. Occidente se juega su predominio social y cultural en el planeta y su modelo de sociedad. Y se debe obrar con inteligencia, transmitiendo confianza y seguridad democrática. La confianza y seguridad que transmitía Bush es la del pistolero, al que se le han de tolerar sus manías por su función beneficiosa. Obama es el antibush, es la confianza y seguridad compartida, como resultado de una acción colectiva".

Esta acción colectiva sólo puede tener lugar si existe acceso a la información. Y si el entorno desde el que se emite esa información es también accesible, en este caso no en términos ergonómicos sino de comunicación. Fernández indica que "su espacio vital no puede ser personalista ni elitista. Debe ser una casa en la que todos pudiéramos sentirnos a gusto, como si fuera nuestra propia casa. Obama ha generado la expectativa de iniciar la solución del desastre, pero una solución compartida. Sin discriminación".

Fernández añade que el hogar debe transmitir una imagen de "limpieza y austeridad. Bush no ha sido ni limpio ni austero. Guantánamo es limpio y frío, como un bisturí, y Rice es austera y distante. La limpieza de Obama debe radicar en la transparencia y la austeridad, pero debe ser confortable. La imagen que deja Bush al salir tiene que ver con lo siniestro, Cheney, y la imagen de los Obama debe recuperar esa cercanía familiar de la clase media".

Mejoras en las políticas de diseño

En relación con las políticas de diseño destinadas a restablecer la competitividad de la economía americana, los profesionales de la materia proponen diversas actividades e iniciativas para mejorar desde la educación, la investigación y la difusión del diseño, empezando por la creación de un informe que cuantifique y documente su aportación a la economía estadounidense, haciendo visible su importancia en el tejido industrial y en el éxito empresarial.

Antonio Serrano, diseñador industrial, propone algunas soluciones de buen diseño que, "alivien el 'charrito' y recalcitrante mal gusto que su antecesor le ha dejado en herencia". Imagina "un Obama preparando café o planificando una comilona de domingo, intentando conciliar su cargo con su vida familiar en una cocina hipertecnológica de Bulthaup o de la firma Artificio de la diseñadora y empresaria española Debla Illana".

Pero sobre todo, le anima a bucear en la historia reciente de su país: "Puedo escudriñarle a través del ojo de la cerradura de una de las puertas del Despacho Oval, sentado en la chaise longue con ottoman, diseño del matrimonio Eames, dejándose envolver por su maravillosa forma y por el fino tacto de su piel blanca, pues deberá ser ese acabado y no otro, intentando imaginar cómo el diseño puede ayudar a resolver una buena crisis, como ya lo hiciera en tiempos pasados Raymond Loewy, cuando diseñaba la carcasa de la multicopista Gestetner o los coches Hupmobile, y tantos otros diseñadores de la época, Saarinen, Bertolla, etcétera. Corría el año 1933 y llegaba a la Casa Blanca F. D. Roosvelt; el escenario no era mejor que el actual, pero, al grito de ¡venzamos el miedo! hizo entender a los consumidores, a los empresarios, y por supuesto a los diseñadores, que el diseño era beneficioso para todos".

'Blanquear la Casa Blanca'

Junto a la recuperación económica y la mejora de los procesos democráticos, la esperanza del cambio se centra en el restablecimiento de la paz mundial. Siguiendo la máxima de que no se quiere lo que no se conoce, Mercedes Peláez, arquitecto, sugiere, con tono sutil, "blanquear la Casa Blanca para Obama", y hace una propuesta de diseño que contribuya a un mayor conocimiento del mundo desde Washington y a restañar las grandes heridas infligidas por la Administración Bush:

"Laca de blanco limpio en los paramentos del Despacho Oval, el del plumaje de la paz. Verde manzana en el estar de la casa, evocando la ilusión provocada en la calle. Ébano y miel en la piel, y en la Casa Blanca. Desde ahora es la casa de todos los colores, aunque todavía falten algunos. Las ventanas, blancas, sin velos y con cristales de aumento. Si África es su envoltorio, el sillón presidencial de Obama que sea de colorida tela kente, toga de reyes negros y encarnación del trabajo bien hecho. Para que no olvide, enfrente, el Guernica de Picasso, que custodió el MoMA de Nueva York para nosotros, y es otro Gaza triste. Se lo prestaremos de nuevo, si promete cuidar el lienzo, barrer la guerra y restaurar las heridas de Mesopotamia."

"Junto al despacho —sigue Mercedes—, un espacio de descanso en el que restañar la entereza personal. Imprescindible la poltrona reclinable de Mies van der Rohe, en homenaje a la inmigración cultural europea del siglo XX. Útil a la meditación y a la renovación del Sueño Americano durante el día. Y, también a la siesta, arropada por un mullido jersey de Bolivia y el eco de un son. En la sala de visitas y acogida, entre las siluetas de sillones Egg y sillas Hormiga de Arne Jacobsen, brillará un acuario sin peces repleto de hielo en fundición, a tono con el deshielo del planeta. Más allá, la cocina, revestida por Zaha Hadid, tan blanca, ondulante y fluida como los escenarios del futuro de '2001, Una odisea del espacio', en aviso de recursos y territorios esquilmados. Y las despensas y los armarios repletos, contra el hambre y la escasez de los que nada tienen. Guardará la noche otro recinto blanco, ceñido entre algodones y linos de Egipto. A su lado, Michelle. Para ella el cuidado del marido y de las hijas, y un espejo de Venecia de cuerpo entero en el que miren su ejemplo otras mujeres, como desea. En el vestidor, armarios para guardar austeros uniformes de dama, trazados y cosidos con rigor de oficio."

La habitación de la abuela Marian no puede faltar: "Tapizada de tela roja, del color del corazón y del fuego del hogar. Sobre un kilim afgano, en el centro, una mesa camilla vestida de batik de Indonesia y encaje de Camariñas tejido con bolillos, para emblema de la casa y del difícil mundo exterior. Muy cerca, el cuarto de Sasha y Malia, cubierto de seda rosa de China y Japón, caldeando la estancia como el lejano sol. A compartir, dos objetos que usan los niños. La sillita Plywood Elephant de 1945, que será la mascota de la casa, y un telar de cintura oriental para jugar al trabajo de los pequeños del tercer mundo. El tierno Elephant de los arquitectos Charles y Ray Eames contará a las niñas del presidente el relato de su nacimiento triunfal con forma de silla de madera contrachapada moldeada, y su éxito como icono del esfuerzo, de la investigación y del diseño norteamericano. Y cada tarde, al compás del vaivén de la lanzadera, el telar susurrará en los oídos infantiles el consejo de los indios de piel roja, que la vida es un bordado sobre la urdimbre de la existencia…".

Aunque Michael S. Smith, el diseñador elegido, es un asiduo de las revistas de decoración, además de haber publicado ya dos libros con su obra, es muy poco probable que lleguemos a ver el resultado de su trabajo en la Casa Blanca. No obstante, cuando pasen los cien días preceptivos, podremos saber con bastante precisión si Obama sigue usando las tijeras para zurdos que traía de Chicago o ha empezado a practicar con unas para diestros que olvidó Bush en el segundo cajón del escritorio.


* Delfina Morán es diseñadora y directora del Grado en Diseño de la Universidad Europea de Madrid

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