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El rompehielos Polarstern siembra de hierro el océano

Por PABLO FRANCESCUTTI (SOITU.ES)
Actualizado 04-03-2009 14:32 CET

La lucha contra el calentamiento global está provocando un 'brain storming' en la comunidad científica internacional para buscar todo tipo de soluciones. Un ejemplo lo tenemos en la "siembra" de hierro en los mares con el objetivo de contrarrestar el aumento del CO2 atmosférico. No se trata de divagaciones ociosas; en estos momentos un barco oceanográfico alemán navega por el Atlántico Sur diseminando seis toneladas de sulfato de hierro en polvo.

El objetivo del experimento LOHAFEX: "fertilizar" un área de 300 kilómetros cuadrados con el propósito de estimular un veloz desarrollo del fitoplancton, las diminutas algas que juegan un papel clave en la cadena alimenticia marina y en la regulación del CO2.

¿Cómo? Las microalgas chupan dióxido de carbono en su fase de desarrollo y luego sirven de alimento al zooplancton, tras lo cual, transformadas en detritus y heces, se depositan por varios siglos en el lecho oceánico. Últimamente, este ciclo se ha revelado incapaz de absorber el exceso de CO2 producido por el ser humano.

El equipo a bordo del rompehielos Polarstern (compuesto por 29 investigadores de India, 10 de Alemania y los 9 restantes de Italia, España, Chile, Francia, Inglaterra y EEUU) tiene como objetivo abonar el Mar de Scotia para producir más fitoplancton y aumentar la absorción del gas de efecto invernadero. Calculan que si se fertilizase de esa guisa unos 50 millones de km2 de aguas antárticas, y si una fracción de la biomasa generada se hundiese en el fondo marino, se podrían secuestrar hasta mil millones de toneladas de CO2 al año (anualmente engrosan la atmósfera 6.100 millones de toneladas de CO2). "La expedición LOHAFEX está ya a punto de concluir", cuenta Carlos Duarte, biólogo del Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados (IMEDEA), que tiene dos investigadores de su departamento a bordo del Polarsten, "han fertilizado una parcela del océano con hierro, pero al norte de donde tenían intención de hacerlo".

Otro beneficio de esta acción de ingeniería planetaria se concretaría en el incremento de las poblaciones de krill, el principal alimento de unas cuantas especies acuáticas, incluidos los mamíferos marinos. Como su crecimiento en los mares australes se encuentra limitada por la ausencia de hierro, los investigadores aspiran realizar con su "siembra" una contribución indirecta a la recuperación de esas especies amenazadas. No se trata de la primera iniciativa de ese tipo. En la misma región oceánica se efectuaron cinco pruebas similares entre 2000 y 2004. La diferencia es que esta vez el hierro se dispersará en una zona rica en especies de fitoplancton de crecimiento más rápido.

¿Cómo medirán el fruto de sus esfuerzos? Colocarán unas cuantas trampas de sedimento a la deriva, a distintas profundidades, y las recogerán antes del 9 de marzo, fecha de retorno del Polarstern. Posteriormente analizarán las partículas recogidas para evaluar el impacto del zooplancton en el flujo de carbono, y relacionar el volumen de su biomasa con la cantidad de heces fecales producidas.

"El objetivo en sí del experimento llevado a cabo en el proyecto LOHAFEX no es el solucionar, o buscar una solución, al cambio climático. El objetivo es entender, en todos los aspectos, qué ocurre exactamente cuando se fertiliza con hierro una parte del Océano Sur con la finalidad de crear un bloom de fitoplancton", cuenta desde el propio rompehielos el técnico español Regino Martínez. "No es suficiente saber que un aumento de la población de fitoplancton, inducida por la fertilización, conlleva una captación de CO2 atmosférico a través de los flujos agua-atmósfera, es necesario saber qué pasa con ese CO2".

No falta la controversia. Los científicos aseguran que no se han lanzado a tontas y a locas a manipular el delicado ecosistema marino. Han diseñado su ensayo con arreglo a la Convención de Londres sobre fertilización oceánica y a la Resolución de la Convención sobre Diversidad Biológica sobre esa materia. Y afirman haber evaluado el posible impacto ambiental, que será nulo por tratarse de cantidades de hierro ínfimas.

Distinto opina el ministro de Medio Ambiente germano, que se opuso a la autorización otorgada por su colega de Investigación Científica. Su rechazo se basa en que la expedición no se llevará a cabo en aguas costeras, tal como exige la Convención sobre Biodiversidad, y a que no garantiza la supervisión independiente de sus acciones. Y cita a su favor al Intergovernmental Panel on Climate Change ( IPCC ) y al German Advisory Council on Global Change, que reiteradamente han subrayado la dificultad de evaluar el impacto indirecto de la fertilización oceánica en el ecosistema marino.

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