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Las adicciones de Peter y Jane y la invasión de las fans del Super pop

Por ALEJANDRO ARTECHE (SOITU.ES)
Actualizado 11-07-2009 11:46 CET

Reconozco que tenía miedo al enfrentarme a la segunda jornada del BBK Live. Tras los comentarios y exabruptos que se han vertido sobre mi pobre persona de informador de la realidad cotidiana (ese "no te voy a volver a leer" me ha dolido), tenía miedo de ser objeto de algún asalto. De esta manera me he tirado toda la mañana dando datos diferentes sobre mi posible hora de llegada al recinto por si el comando gafapasta decidía perpetrar un Lee Harvey Oswald contra mí en la abandonada fábrica de leche Beyena, que es donde te deja tirado el autobús que te sube al Festival.

En realidad mi maniobra de despiste no ha servido de nada porque todos se acordaban que quería subir con tiempo de ver a Supergrass, que son un grupo supermoderno que no tiene 'the' en su nombre pero que aun así molan mazo. Mientras recorría la cuesta medio escondido detrás de dos robustas guiris con quemaduras solares de segundo grado, alcoholismo preocupante por la hora y un esguince en el tobillo, iba pensando en la cara que tendrían los Supergrass al ver que tenía que actuar con un sol de justicia a una hora tan taurina como las cinco de la tarde.

Y la cara que tenían era la de siempre. Los chicos por guapos no han pasado nunca y las patillacas del planeta de los simios que ha lucido el cantante de siempre no es que hayan ayudado mucho a facilitar las cosas. Pero mira tú por donde que ahí estaban ellos bailando, pasándoselo de muerte y con bastante público siguiéndoles el juego en vez de estar dormitando por las campas que sería lo suyo.

Con canciones como 'Pumping on your stereo' o 'Allright' es fácil hacer mover al personal y ellos han estado muy en su sitio y dando un concierto perfecto y chulo. De esos que te entran ganas de salir corriendo a pillar el 'Grandes éxitos' cuando sales del local.

De ahí a la carrera para coger sitio en el otro escenario porque la ocasión lo merecía. Babyshambles salían a tocar a las seis y media de la tarde. ¿Se derretería Pete Doherty con la luz solar? ¿Serían capaces de despertarle o vendría de empalmada? Yo más bien opto por lo segundo porque fue salir el chico y soltarnos en castellano un 'buenas noches' que nos dejó a todos muertos en la bañera. La fiesta no había hecho más que comenzar y un ayudante estaba preparando vasos de zumo de naranja de brick aderezados con una botella de vodka. Lo que toda la vida se ha llamado el método de entonación Massiel, vamos.

Es muy curioso ver la cantidad de chicos y chicas jovencitos tocados con diferentes sombreritos a imitación de Doherty. Desde modelos más elaborados al baratillo de H&M. Sobre todo al politoxicómano más famoso de Inglaterra le siguen muchas niñas jovencitas que van vestidas como él y son muy graciosas. Una no hacía más que decirnos "¿Estoy bien aquí? ¿Os molesto? Por favor, si os molesto decídmelo que es que le quiero hacer unas fotos" Y claro, con esa candidez y esa amabilidad como le ibas a decir nada. ¡Al contrario! A mitad del concierto otra jovencita fue pidiendo paso de una manera muy educada. "Por favor, es sólo un segundo y me voy, por favor, sólo un segundo, de verdad". Así la chiquilla llegó a primera fila, miró hacia un lado y hacia el otro, se metió la mano debajo de la camiseta y le lanzó a su ídolo el sujetador. Os juro que daban una ternura todas que hasta despertaban mi lado humano y me daban ganas de ponerme a abrazarlas a todas y adoptarlas como si fueran Angelina o Madonna.

Babyshambles tocaron sus hits, engancharon a un público dispuesto a engancharse a la mínima y se permitieron el hacer chistes tocando la introducción de 'La muerte tenía un precio' y entonar una estrofa de Billy Jean. Doherty escupía su destornillador, daba patadas a unos globos alargados gigantes de publicidad de cerveza que la gente le lanzaba, intentaba ponerle el sujetador de la fan a su bajista en la cabeza y se colocaba un sombrero lanzado desde las primeras filas.

Todo habría sido perfecto si no rompieran el ritmo cada dos por tres parando entre canciones, poniéndose a discutir cual tocaban la siguiente, cuchicheando entre ellos como si fuese un ensayo en su local… Mientras, un desastrado Pete cuyo pantalón negro tenía los bajos raídos y una pernera estaba descosida casi hasta la rodilla haciéndole parecer un homeless, de una patada tiraba una parte de su ampli y el micrófono, algo que antes quedaría muy roquero pero que a mí siempre me ha dado gran dolor de corazón y me ha parecido una falta de respeto y de educación por parte del músico hacía su herramienta de trabajo.

Dave Matthews Band aglutinaba a sus fieles y se hacía un poquito/bastante pesado. Demasiado denso a veces. Chris Cornell de Soundgarden vino con seguridad personal aparte de la del Festival –juraría que el negro era el mismo que sale con los Jonas Brothers- se llevó al público de calle y mientras uno de sus músicos se dedicaba a poner cuernos a la gente, el otro se subía a una tarima para poner poses y gestos a un cámara de tv.

Los que claramente quedaron como triunfadores de la noche fueron Kaiser Chiefs. Estaba claro que su cantante Ricky Wilson había venido a divertirse y así lo demostró desde que salió al escenario. Saltos, provocaciones al público, a la tercera canción ya se había tirado del escenario y estaba subiéndose a las vallas de seguridad para darse un baño de masas... Mientras uno tras otro sus singles iban sonando como en una fiesta brit-pop non stop, Wilson terminó escalando uno de los paneles laterales del escenario y dejando rendidos a la cantidad de fans que repitieron de principio a fin todo el repertorio.

Podríamos decir que tras una actuación como la de Kaiser Chiefs, el resto de grupos que tuvieran que aparecer después por el escenario lo iban a tener crudo, pero no. Jane’s Addiction venían con ventaja de ganadores. Era el único concierto en España y llevaban mucho tiempo siendo esperados.

Al grito de "llevaba casi veinte años esperando esto", un fan veía su sueño cumplido de encontrarse cara a cara con Perry Farrell. Las primeras filas le rendían pleitesía mientras él elaboraba su cabaret galáctico y se montaba sus números de expresión corporal mientras cantaba. No sé, igual es que lo mismo que Pete Doherty había hecho un mini homenaje a Michael Jackson, Farrell se lo estaba haciendo a Pina Bausch y yo no me enteré. ¡Bastante tenía con una amiga superfan de la banda que tenía al lado amenazándome de muerte como dijese nada malo de Jane's Addiction en esta crónica!

Tras una primera canción prácticamente a oscuras (para alegría de los fotógrafos acreditados que veían como perdían uno de los tres temas que tenían autorizados para fotografiar desde el foso) ya se desplegaron todas las luces de un escenario gigantesco y muy austero para el trío mientras que Farell decía lo encantado que estaba de estar en Bilbao porque él es muy surfero y conoce Mundaka de pillar olas con la tabla y tal y cual.

La jornada del viernes la cerraban los supervivientes de los 80 Echo and the Bunnymen. Es curioso ver como saliendo casi a la par que Depeche Mode, cómo se conservan unos y cómo lo hacen otros. Mientras que el pobre Dave Gahan se ha metido entre vena y vena todo lo que ha encontrado y está como si fuera Dorian Gray, Ian McCulloch ya no lleva su característico peinado palmera de pelo en punta sino una maraña despeinada. Eso, unido a unas gafas de sol ochenteras y totalmente innecesarias a la una de la madrugada, un chaquetón marinero, una sudadera y unos vaqueros destrozados, le hacía parecer una parodia de Tim Burton visto a través de los personajes de carga social de las películas de Ken Loach.

Con una aparición en el escenario muy profunda pidiendo que apagaran las luces para que viéramos la preciosa luna casi llena que brillaba en lo alto (¡a estas alturas de la vida todavía con la killing moon!), Ian McCulloch se dispuso a desgranar lo mejor de su repertorio con bastante apatía, ganas de irse al hotel a dormir y con actitud de cumplir expediente y poco más.

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