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Pendientes de calificación por edades

  • El sistema de calificación por edades de las películas en España va a cambiar
  • En el ministerio de Cultura se muestran reacios a ahondar en las posibles modificaciones
Por JOSÉ IGNACIO WERT (SOITU.ES)
Actualizado 14-07-2009 18:14 CET

El sistema de calificación por edades de las películas en España va a cambiar. Así al menos lo dio entender Ignasi Guardans al poco de ser nombrado director general del Instituto de Cinematografía y las Artes Audiovisuales (ICAA). En el ministerio de Cultura se muestran reacios a ahondar en las posibles modificaciones mientras el proyecto de orden ministerial que desarrollará la Ley del Cine no haya terminado su trayecto parlamentario.

Pero sí ratifican lo que ya ha trascendido. En líneas generales, el departamento de Guardans apuesta por reajustar las edades en que se dividen estas calificaciones al considerar que entre los trece y los dieciocho años existe un hueco demasiado grande que podría ser cubierto por una nueva recomendación para menores de quince o dieciséis años.

También quieren que se detalle más los contenidos por los que un filme recibe una u otra calificación, en línea con el sistema PEGI por el que se rigen los videojuegos. Se trata, en definitiva, de adoptar una fórmula que busque la homologación con Europa, al menos en las calificaciones más baja y más alta del escalafón.

A día de hoy —señalan en el Ministerio— todavía están abiertas las pertinentes conversaciones con el sector.

Un poco de historia

La desaparición de la censura en enero de 1978 supuso el comienzo de un nuevo tiempo para el papel del Estado en la clasificación de las obras cinematográficas. En agosto de 1980 se terminó de perfilar el nuevo marco legal, cayendo en la entonces Dirección General de Cinematografía la labor de visionado y clasificación. Tres años más tarde, el panorama terminó de clarificarse. La autorización de la exhibición de películas pornográficas en salas especiales a las que sólo podían acceder mayores de 18 años, permitía, según dijo un portavoz de la época a El País, "evitar la injerencia administrativa en la asistencia del público al cine, pasando a ser las calificaciones por edades que se otorgan a las películas una mera recomendación simplemente indicativa". La idea estaba clara: sólo el cine clasificado X tendría restricciones. Para el resto de películas, se establecería una mera recomendación para guiar a padres y tutores, que en ningún caso serviría para impedir el acceso a una sala.

Nacen entonces las calificaciones que hoy conocemos: "Autorizada para todos los públicos", "No recomendada a menores de 13 años" y "No recomendada a menores de 18 años". Con posterioridad, se añadió el "No recomendada a menores de 7 años".

Hoy por hoy, el texto legal de referencia en esta cuestión es Real Decreto 81/1997. En su capítulo IV, establece las normas por las que debe regirse la comisión de calificación que ha de visionar todas las películas. Los integrantes de la misma, entre siete y diez personas, son nombrados por el titular de Cultura a propuesta del director general del ICAA. No hace falta cumplir ningún requisito para pertenecer a ella, aunque se intenta que sus miembros representen a un amplio espectro de la sociedad, desde funcionarios a amas de casa. Suele ser el director general el que se ocupa de seleccionarlos. El criterio para decidir si una película es apta o no recomendada para menores de alguna de las edades no es otro que —dicen en Cultura— el "sentido común".

Sus componentes afrontan interminables jornadas de trabajo, en el que deben visionar todo el material audiovisual que se vaya a distribuir, en cualquier soporte, en nuestro país. También el pornográfico. No basta con constatar que a la cinta en cuestión le corresponde la calificación X, hay que visionarla entera para certificar que en la misma no aparecen menores. Este reportaje publicado hace catorce años da idea del volumen de trabajo al que se enfrentan estas personas, cuya permanencia en el puesto no puede exceder los dos años.

Otras calificaciones

Desde los tiempos de la dictadura, la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha venido realizando su propia calificación por edades, paralela a la asignada por el ministerio de turno. El director de su departamento de Cine, Juan Orellana, remacha que se trata una clasificación basada en una concepción atropológica cristiana. Al contrario que la del ICAA, la calificación de la CEE no determina unos tramos de edad concretos, sino que habla de películas para "jóvenes", "adultos", etc...

Si comparamos el sistema español con otros del exterior podemos llevarnos sorpresas. En Francia, se ocupa de estos menesteres una comisión del Centre National de la Cinématographie (CNC), un organismo de promoción del cine, dependiente del ministerio de cultura galo. La citada comisión describe su rol como "consultivo", pero lo cierto es que la ley francesa es clara, y prohíbe la entrada a las salas a los menores de las edades indicadas en la calificación. Tan drástica determinación ha generado alguna controversia concreta.

En Reino Unido, funciona desde 1913 el British Board of Film Classification (BBFC), una organización no gubernamental, controlada por la propia industria cinematográfica, que realiza exhaustivos análisis del porqué de sus calificaciones.

En EE.UU., el asunto está también en manos de un ente totalmente privado, la Motion Pictures Association of America (MPAA). Si os fijáis en su logotipo, comprobaréis que estáis hartos de verlo en los títulos de crédito. Este organismo, apoyado por Paramount, Disney, Fox, Sony, Universal y Warner, nació en la década de los 60 de la mano de Jack Valenti, un personaje que gracias a esta función adquiriría un gran poder. Bien lo sabe Pedro Almodóvar, que tuvo amargos desencuentros con la MPAA a raíz de los estrenos de 'Átame', 'Kika' y 'La mala educación'.

Lo más curioso es que no existe obligación alguna de acudir a la MPAA para obtener una calificación. El distribuidor tiene plena libertad para estrenar su película sin pasar por esta organización. Incluso, puede añadir su propio código, siempre que no se preste a confusión con el de la MPAA. Pero lo cierto es que muy pocos optan por salirse del sistema. El año pasado, filmes como '4 meses, 3 semanas y 2 días' o 'Gomorra' se estrenaron en suelo estadounidense con la etiqueta "unrated". Aunque ésta predisponga al escándalo, sólo significa que sus responsables no consideraron oportuno someter su obra al veredicto de los herederos de Valenti.

Pero… ¿sirven de algo estas calificaciones?

El crítico y profesor universitario Juan José Muñoz publicará el próximo octubre 'Criterios de calificación de contenidos audiovisuales para la protección de los menores. Análisis comparativo de la normativa de España, Francia, Inglaterra, Holanda y Estados Unidos', en Editorial Fragua. Tras todo lo investigado, ha llegado a la conclusión de que el sistema actual español no es útil. "Sería deseable que el sistema de calificación español tuviera más bien un valor informativo para que el público, y en especial los padres o tutores, conocieran qué contenidos se muestran en una determinada película", sostiene Muñoz, "pues en la mayoría de los casos no se sabe bien, antes de visionar el filme en cuestión, a qué motivo responde que se le otorgue una determinada calificación por edades y no otra".

Que una película sea para todos los públicos o para mayores de 18 puede tener impacto en la taquilla. La experiencia le dice a Eva Requettyei, de Yelmo Cines, que existe una doble influencia. Por un lado están los padres y tutores que acompañan a niños de corta edad "y no desean que sus niños vean escenas que les podrían molestar, chocar, impactar o incluso perturbar". Este espectador huiría de las no recomendadas a menores de 13 y 18 al tiempo que valoraría muy positivamente las autorizadas e, incluso, las no indicadas a menores de siete. Por otro lado, están los adolescentes, aún menores, que ven en una película para mayores de 18 "el interés de lo prohibido".

De unos años a esta parte, es cada vez más frecuente encontrar películas "Pendientes de calificación por edades". El fenómeno tiene su explicación en la cada vez más ingente avalancha de estrenos semanales, y no en una estrategia de las distribuidoras. "Eso sería ilegal", afirman rotundos en Vértigo Films, desde dónde se apunta a la demora del ICAA cómo único factor que impide la correcta inserción de la calificación en carteles y afiches promocionales. "No hay tiempo material", se disculpan desde el Ministerio. "En muchos casos, recibimos la calificación los viernes", señala por su parte Requettyei.

Juan José Muñoz apunta unos cambios en línea por lo avanzado por Ignasi Guardans: "El sistema español tendría que adoptar medidas similares a las que emplean países que son más competentes en la materia. Por ejemplo, informar sobre los contenidos de violencia, sexo, miedo, drogas y alcohol, discriminación o lenguaje grosero mediante el uso de pictogramas, al uso holandés (Netherlands Institute for the Classification of Audiovisual Media, NICAM), o de indicadores lingüísticos (V, D, S, etc...), y ofrecer información detallada de esos contenidos a los padres, tutores o educadores, como ya se hace en Inglaterra o Estados Unidos".

Actualmente, el sector se encuentra a la expectativa de lo que acabe decidiendo el ICAA. Es un buen momento para el debate. Para todos los públicos.

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