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¿De qué se ríe el cine español?

Por SIMÓN MAZAS (SOITU.ES)
Actualizado 16-07-2009 19:08 CET

Pues sí. Es raro verlo reír, porque lo habitual es que esté gimoteando, pidiendo subvenciones y reivindicando su alto nivel artístico. Pero el cine español ha decidido, por fin, reírse de sí mismo. O, el menos, eso augura el trailer que ya circula por Internet del filme 'Spanish Movie', esa película tan ambiciosa que piensa que se pueden rellenar más de noventa minutos con gags haciendo referencia únicamente a películas nacionales sin que el público se pierda porque en realidad no ha visto ni la mitad. ¿Hemos llegado a tan alto nivel de popularidad que podemos hacer autoparodia? Probablemente no. Sobre todo, teniendo en cuenta que el prota de toda la campaña es un actor tan estadounidense como Leslie Nielsen.

Y ahí está el asunto. ¿Cómo se tomarán los puristas del cine español que su prestigiosa e incomprendida industria busque captar espectadores copiando a pies juntillas un formato made in USA? El título no deja lugar a las dudas: 'Spanish Movie' sólo buscará, cuando llegue su estreno en otoño de este año, atraer la atención de aquellos que disfrutaron con cada una de las sagas de 'Scary Movie' y sucedáneos tipo 'Casi 300'. Y, desde luego, hacer aunque sea la mitad de la taquilla que hicieron aquéllas. Todo se verá.

Resulta irónico ahora ver a Antonio Resines y José Coronado en ese spot corporativo sobre la excepción cultural de nuestro cine que protagonizaron hace unos ocho años. Y surge una batería de preguntas hacia ese ente algo intangible y presuntuoso llamado cine español: si el americano es tan malo:

  1. ¿Por qué lo copiáis?
  2. ¿Por qué siguiendo las mismas pautas a vosotros no os sale bien?
  3. ¿Acaso no aspira la gala de los Goya a tener el glamour de los Oscar convirtiendo a Rosa María Sardá en la Woopie Goldberg local?
  4. ¿No es Lydia Bosch, a tenor de su último capítulo personal, una Mia Farrow con aroma a chorizo ibérico?

A continuación, ejemplos ilustrativos de cómo el cine español calca los esquemas de su supuesta antítesis:

El terror adolescente

'El arte de morir' (Álvaro Fernández Armero, 2000): En plena fiebre del terror juvenil iniciada por 'Scream' y 'Sé lo que hicisteis el último verano', el cine español se lanza con esa nueva generación de estrellas curtidas en 'Al salir de clase' —Lucía Jiménez, Elsa Pataki, Sergio Peris Mencheta— y coge a un malo malísimo con la cara de Gustavo Salmerón para dar un poquito de miedo. Jaurías de perros, edificios a medio construir y un imaginario de lo más original orquestado por el, en realidad, maestrillo de la comedia fresca Álvaro Fernández Armero. Si su intento de desmarcarse de lo cien por cien yanqui era ese final con aspiraciones filosóficas, casi mejor haberlo dejado en orgía de vísceras sin más pretensiones. Con todo y sin que se mencionara la más mínima posibilidad de hacer secuela, esta película es la más recordada de su estirpe. Qué decir de 'Tuno negro' y 'Más de mil cámaras velan por tu seguridad'.

La superproducción épica

'Alatriste' (Agustín Díaz Yanes, 2006) hizo un montón de pasta y demostró al cine español que podía hacer una superproducción con factura absolutamente impecable. Eso sí: de la calidad, mejor ni hablar. Agustín Díaz Yanes, que también ha intentado epatar con la acción de 'Sólo quiero caminar', se ve desbordado por meter cinco libros en uno, por contar con una historia de gancho internacional como Viggo Mortensen que habla raro, raro, raro y, desde luego, pierde el ritmo hasta hacer una película que vio todo el mundo pero que a nadie convenció del todo. Pero claro, hacer una macropelícula entretenida es tan fácil si se tiene dinero... que, qué cosas, ésta, con recursos por obra y gracia del señor Vasile, fue un auténtico tostón.

La comedia romántica

Aunque ahora cueste creerlo, hubo cierto intento de convertir a María Adánez en una suerte de Meg Ryan española. 'Cha Cha Chá' (Antonio del Real, 1988), fue su muestra más lograda. Intercambio de parejas entre la citada actriz, Jorge Sanz, Eduardo Noriega y Ana Álvarez —todos ellos a dos metros bajo tierra en la actualidad— para una cinta que funcionó (no nos vamos a engañar), pero que abusaba del almíbar más que 'Tienes un e-mail', 'Algo para recordar' y 'French Kiss' juntas.

Las vidas cruzadas

Cuando a Ramón Salazar le preguntaron en el Festival de Berlín cuáles eran sus referentes para hacer 'Piedras' (2002), su imposible debut, el buen hombre indicó que Robert Altman y David Lynch. Con dos cojones. Este ruborizante drama con vocación de ser la 'Magnolia' con denominación de origen se nutría con las afectadas interpretaciones de Najwa Nimri, Antonia San Juan y Ángela Molina. Sintiéndose capaz de hacer creer al espectador que todos los hombres eran gays excepto Nacho Duato y, sobre todo, pensando que era tan intensa como para recrear el clímax de tres horas de Paul Thomas Anderson, el director debió pensar, además, que ese cameo dándose el filetazo con un anónimo le convertía en sucesor de Hitchcock.

El mano a mano

Paco Rabal y Federico Luppi son dos grandes actores, pero de ahí a sobrellevar como Michael Caine y Laurence Olivier un reto intelectual con estructura casi idéntica a la de 'La huella' en 'Divertimento' (2000) hay un largo camino. Cabe decir que gran parte de la culpa estaba en el propio guión de esta película que dirigió José García Hernández y que, además, se ambientaba en el mundo del teatro. Tan tramposa como prescindible, no llegaba a la altura de los zapatos de su referente.

Las series 'prime time'

'Ellas y el sexo débil': No es película, sino serie de televisión. Pero tenía que estar, que queréis que os diga. Ana Obregón queriendo ser Sarah Jessica Parker + Audrey Hepburn era una osadía tan enorme como el propio batacazo comercial de la superapuesta de Antena 3 para la temporada de hace tres años. No es el único plagio descarado en la televisión: 'RIS' vs. 'CSI' —Coronado, que tú protagonizabas el anuncio antes referido, coño— y 'Hospital Central' vs. 'Urgencias', aunque ésta sí es producto de indudable éxito.

La excepción a la regla

Alejandro Amenábar, todo él: finalmente, la excepción que confirma la regla. No se incluye dentro del cine español ni reniega del americano. Polifacético como Orson Welles —escribe, dirige, produce y compone la música—, maestro del entretenimiento como un pequeño Steven Spielberg —al que siempre ha reivindicado— y deudor del cine de Alfred Hitchcock durante su primera y más brillante etapa en el cine de género, no tenemos ningún pero que ponerle. Consigue exactamente lo que se propone. Todo lo que le critican —un poco de brocha gorda, un poco de manipulación de plateas— es con lo que juega. Sólo hay que saber hacerlo bien y él sí sabe.

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