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La solución al cubo de Rubik, en Copenhague

  • La consecución de un acuerdo global en Copenhague se asemeja a un Cubo de Rubik
  • Una de las posibles metodologías de solución consiste en resolver el cubo capa por capa
Por G. SÁENZ DE MIERA | MIGUEL ANGEL MUÑOZ*
Actualizado 02-08-2009 12:29 CET

La decimoquinta Conferencia de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), que tendrá lugar en Copenhague del 7 al 18 de Diciembre de 2009, jugará un papel decisivo en el establecimiento de objetivos y el diseño del marco institucional posterior a 2012 para la lucha contra el cambio climático. El futuro acuerdo debería marcar una senda mundial de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) acorde con las recomendaciones científicas del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) y contribuir al mismo tiempo a la consolidación de una economía mundial más sostenible en términos ambientales, sociales y, en definitiva, económicos.

El proceso de negociación está siendo largo y complejo, y resulta difícil aventurarse a emitir opiniones sobre una maraña de documentos en los que la multitud de interlocutores han ido plasmando, de forma más o menos velada, sus intereses e inquietudes. Estos se pueden resumir en dos grandes bloques de posición, el formado por los países desarrollados y el de los países en vías de desarrollo. Los primeros están dispuestos a asumir objetivos ambiciosos pero son conscientes de que su compromiso no es suficiente para afrontar el reto global, al tiempo que surgen entre algunos miembros suspicacias y temores ante el riesgo de deslocalización de sus industrias a países que no asuman compromisos. Los segundos, principalmente China e India, han mostrado claramente que no asumirán objetivos de reducción de emisiones si no reciben apoyo financiero y transferencia tecnológica de los países desarrollados, principales responsables de la situación actual.

En este contexto, el Plan de Acción de Bali, en diciembre de 2007, dejó muy claros algunos elementos esenciales a tener en cuenta para alcanzar un acuerdo post-Kioto: la mitigación del cambio climático a través de la reducción de emisiones de GEI, la transferencia de tecnología a los países menos desarrollados, y la financiación de la reducción de emisiones y la adaptación al cambio climático. Sin embargo, la idea que subyace detrás de todas estas líneas de trabajo emprendidas en Bali es relativamente sencilla: se deben establecer objetivos ambiciosos de reducción de emisiones, en los que también participen los países en vías de desarrollo. Con este objetivo, se deberían establecer mecanismos para que los países desarrollados soporten parte de los costes de mitigación de los países en vías de desarrollo (especialmente los de China e India, como mayores contribuidores al crecimiento de las emisiones mundiales), y se están planteando reformas de los mecanismos de flexibilidad del protocolo de Kioto para mejorarlos y adaptarlos al nuevo contexto.

Nos encontramos ante una oportunidad histórica para conseguir limitar el aumento de la temperatura a 2-4 Cº antes de finales de siglo, para lo que es imprescindible que de Copenhague salgan unos objetivos globales de reducción de emisiones ambiciosos, tanto finales como intermedios. En este sentido, la Unión Europea plantea una reducción global de emisiones del 50% para 2050, que podría superar el 80% para los países desarrollados.

Los objetivos deberían ser transparentes y no ofrecer margen a la ambigüedad. Un ejemplo de lo contrario ha sido la declaración realizada por los miembros del G8 recientemente, incluyendo un objetivo de reducción de emisiones del 50% para 2050, sin especificar el año base ni objetivos intermedios. Junto a los objetivos, el planteamiento también es sensiblemente distinto del vigente en el Protocolo de Kioto, donde sólo los países desarrollados tienen objetivos de reducción de emisiones y el rol de los países en desarrollo se limita a ser el marco geográfico donde los países ricos encuentran la flexibilidad necesaria para hacer frente a sus propios compromisos. Los mecanismos de flexibilidad a los que hacemos referencia están basados en proyectos y se denominan 'Mecanismos de Desarrollo Limpio' y de 'Aplicación Conjunta' (MDL y AC). A través de los MDLs un país con objetivos de reducción de emisiones invierte en proyectos que reduzcan las emisiones en países no incluidos en el ANEXO I (países desarrollados), recibiendo los créditos de reducción de emisiones del proyecto, que utiliza para alcanzar sus compromisos del Protocolo.

En teoría este esquema de flexibilidad permitiría la transferencia tecnológica a los países menos desarrollados al tiempo que ayudaba a reducir el coste de cumplir con los compromisos de emisiones a los países ricos. Sin embargo, el diagnóstico generalizado de estos mecanismos no se muestra muy optimista en cuanto a su capacidad para favorecer la implantación de tecnologías bajas en carbono en los países en desarrollo, incluso se ha puesto en duda su propia adicionalidad ambiental, o lo que es lo mismo, se duda de que muchos proyectos MDL hayan servido para reducir emisiones respecto a un escenario base.

Únicamente teniendo en cuenta este diagnóstico, en el que existe un elevado consenso internacional, y cuyas conclusiones lidera la Comisión Europea, parece que nos encontramos ante la necesidad de acometer una reforma de los mecanismos de flexibilidad del Protocolo de Kioto, que permita pasar de la perspectiva de "compensar" emisiones a dotar de las señales económicas y de la financiación para que los países en desarrollo incrementen su desarrollo tecnológico.

Pero, además, las negociaciones se enmarcan en un nuevo contexto en el que los países en vías de desarrollo no son meros observadores sino, más bien, una pieza clave, como responsables principales del incremento futuro de las emisiones mundiales, para alcanzar un acuerdo global realmente viable. Ante la magnitud de este reto, que consiste básicamente en transferir una ingente cantidad de recursos financieros y tecnología de los países desarrollados a los países en vías de desarrollo para conseguir que éstos asuman compromisos de reducción de emisiones, los instrumentos de flexibilidad vigentes —MDS y AC—, basados en proyectos, se quedan cortos y surgen muchas dudas incluso sobre su propia continuidad.

Una de las propuestas más defendidas, principalmente por la Unión Europea, consiste en sustituir el mecanismo actualmente basado en proyectos por una aproximación sectorial. Se trataría, por ejemplo, de obtener un mecanismo para transferir fondos a China e India, en caso de que sus emisiones futuras se reduzcan por debajo de un escenario 'business as usual' (BAU). Los esquemas sectoriales facilitan la asunción de objetivos de emisiones a los países en una primera etapa en la que temen comprometerse a un techo nacional de reducción de emisiones. Además, un mecanismo sectorial internacional podría mitigar los temores a la deslocalización de los países desarrollados e incentivar la transferencia tecnológica dentro de un mismo sector. Un ejemplo de esquema sectorial transnacional sería el establecimiento de un compromiso de reducción de emisiones para el sector eléctrico en un determinado grupo de países, entre los que se incluyeran China e India. De esta forma, si estos dos países redujeran sus emisiones en el sector eléctrico por debajo del límite establecido podrían obtener certificados de reducción de emisiones que podrían vender a países con más dificultades para alcanzar sus compromisos.

Sea cual sea finalmente el mecanismo establecido debería cumplir las siguientes condiciones: el "principio de adicionalidad" ambiental y financiera; favorecer la transferencia tecnológica; evitar la concentración geográfica en países como China, ya que existen muchos otros países con mayores necesidades financieras y tecnológicas susceptibles de participar en este tipo de mecanismos; y, por último, este tipo de mecanismos deben ser suplementarios a las reducciones de emisiones internas de cada país, donde se debe realizar el mayor esfuerzo.

Más allá de los medios que pongan los países desarrollados para embarcar a los países en vías de desarrollo en la lucha global contra el cambio climático, también es importante que estos últimos muestren sus iniciativas para reducir sus emisiones frente a su senda BAU. Esta idea ha sido expresada claramente por el ministro de Medio Ambiente de Suecia, país que ocupa la Presidencia de la Unión Europea en la culminación de las negociaciones. El ministro señalaba que: "los países desarrollados están preparados para poner el dinero sobre la mesa pero si no se aprecian reducciones significativas de emisiones frente a un escenario BAU en los países en desarrollo, no habrá dinero".

Todos los elementos a considerar para hacer frente al cambio climático y la multitud de participantes e intereses en juego asemejan la consecución de un acuerdo global en Copenhague a la obtención de la solución de un Cubo de Rubik. Una de las posibles metodologías de solución consiste en resolver el cubo capa por capa: la superior se resuelve primero, seguida de la de en medio, y por último la inferior. Es muy probable que, dado que el 80% de las emisiones de GEI mundiales provienen de la combustión energética, una de las posibles soluciones al acuerdo de Copenhague comience por el reconocimiento de la insostenibilidad del modelo energético mundial, basado en combustibles fósiles, y en la necesidad de avanzar a escala global hacia un modelo más eficiente —en el que se necesiten menos recursos energéticos para el desarrollo de la actividad humana— y que minimice su impacto ambiental, donde predominen las tecnologías no emisoras o con bajas emisiones de carbono. Probablemente, el sector eléctrico, como líder tecnológico e industrial dentro del sector energético y con un enorme potencial de reducción de emisiones de forma eficiente, podría dar el primer paso hacia la solución, planteándose la creación de un esquema sectorial transnacional, que permitiera avanzar de forma global hacia su sostenibilidad.


*Gonzalo Sáenz de Miera es economista y promotor del GTPES (Grupo de Trabajo sobre Políticas Energéticas Sostenibles). Miguel Ángel Muñoz es economista.

(Las conclusiones y puntos de vista reflejados en este artículo son responsabilidad únicamente de su autor y no representan, comprometen, ni obligan a las instituciones a las que pertenece).

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