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El toro de la Vega

Por JAVIER PÉREZ DE ALBÉNIZ (SOITU.ES)
Actualizado 15-09-2009 08:45 CET

La verdadera bondad humana, en toda su pureza y libertad, sólo puede aflorar cuando su destinatario carece de poder. La verdadera prueba moral de la humanidad, la prueba fundamental (que permanece profundamente sepultada a la vista), consiste en su actitud con quienes están a merced suya: los animales. Y en este terreno la humanidad ha sufrido una debacle fundamental, tan fundamental que todas las demás provienen de ella

Milan Kundera.

En algunas ocasiones pienso en todos aquellos alemanes de bien que, cuando se produjo el holocausto judío, miraron para otro lado. Trabajadores sin implicación militar o política que no participaron en las detenciones, no torturaron, no gasearon, no exterminaron. Pero que estaban allí, junto a los verdugos, y permanecieron en silencio. Años después, cuando sus nietos les preguntaron qué hicieron para impedir semejante barbarie ¿Qué respondieron?

No quiero que eso me suceda a mí. "Escoge lado. La neutralidad ayuda al opresor, nunca a la víctima", escribió el Nobel de la Paz rumano Eliezer 'Elie' Wiesel, superviviente de Auschwitz y Buchenwald. Hoy tendrá lugar en Tordesillas una fiesta, declarada de Interés Turístico Nacional, que consiste en soltar un toro en el campo, perseguirlo con ayuda de caballos, amedrentarlo, extenuarlo, acorralarlo y, finalmente, permitir que los mozos lo alanceen hasta que muera. La víctima se llama Moscatel, pesa 540 kilos y ha sido criado en la ganadería de Victorino Martín. Morirá torturado en nombre de la tradición.

Escoja el lado. Yo pienso que se trata de un folclore salvaje, amoral, estúpido e indecente propio de gentes descerebradas, de países maltratados con desajustes emocionales. Algo parecido sucede con el resto de rituales sucedáneos de la llamada fiesta de los toros, ejemplo perfecto de menosprecio, exhibición y martirio de seres vivos en inferioridad de condiciones.

Ayer hablamos de los defensores. Del menor, del lector, del telespectador… Los toros en particular, y los animales en general, están indefensos. En ninguna comunidad autónoma española existe la figura del defensor de los animales. Sin embargo toreros y aficionados a la tortura cuentan con un defensor extra. Durante una entrevista en la Cope, el socialista Enrique Mújica, Defensor del Pueblo, llamó "tontos" a quienes no consideramos el toreo como un arte, sino como una sofisticada forma de malos tratos. Y justificó su deformidad moral diciendo que las personas que "aprecian la estética del toreo" tienen una "sensibilidad especial".

Acabáramos. Para disfrutar del toreo, del toro de la Vega, de las fiestas populares donde se atormenta a los animales, va a ser necesario ser un elegido, tener una "sensibilidad especial". Seguramente el mismo gen hipersensible que portaban los responsables del holocausto nazi. No olviden que la maldad del matadero, de los sangrientos rituales de las carnicerías, sirvieron de inspiración a los ideólogos de los campos de concentración y los hornos crematorios. Con fiestas como la del toro de la Vega estamos recorriendo el mismo camino.

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