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Se sortea Concha de Plata, ¿alguien la quiere?

  • Ricardo Darín, máximo favorito, puede verse perjudicado si gana su película
  • De buscar un palmarés equilibrado, el jurado podría dejarle fuera
  • Robert Duvall se ha presentado como la más solvente alternativa al argentino
Por ALBERTO MORENO (SOITU.ES)
Actualizado 22-09-2009 21:08 CET

SAN SEBASTIÁN.— Si queremos que esto vaya para adelante y que no nos tomen la delantera Toronto y Roma, San Sebastián tiene que dejar de ser una cosa de amigos. Nos lo contaba el lunes Juanma Bajo Ulloa: "Éste es un buen festival, aunque carece del punto internacional que se ha intentado muchas veces y no se consigue porque falta economía y cierta perspectiva".

La perspectiva es asemejarse a Cannes y a Venecia. Premiar a todo quisque, como han hecho este año, y que (casi) nadie se quede fuera del palmarés. Así dan muchas ganas de ir cuando te invitan a competir. Con lo que llevamos visto aquí, no ha habido quien haya hecho sombra todavía a 'El secreto de sus ojos' ni a Ricardo Darín como motor de la misma. Si el jurado decide ser salomónico, el argentino se verá perjudicado por haber trabajado en una película demasiado buena. Puede que la muy probable Concha de Oro le prive de su merecida Concha de Plata. ¿Quién la quiere?

Hoy, sin ir más lejos, ha pegado un pequeño puñetazo en la mesa a este respecto Robert Duvall con 'Get Low', uno de sus proyectos más personales (también produce ejecutivamente), según ha explicado esta mañana. Su personaje, un ermitaño de pasado misterioso y terrorífico (así al menos nos lo venden) quiere celebrar su funeral en vida para revelar a todos los que han sido sus vecinos un oscuro secreto.

De todo ello quiere sacar partido Bill Murray, el empresario de pompas fúnebres del pueblecito de Tennessee, años 30, en que se desarrolla la acción. No será este artículo el que niegue la magnética presencia del seis veces nominado al Óscar (y una vez ganador) Duvall, pero de ahí a ponerle otra vez en la carrera por la estatuilla, como han dicho algunos desaprensivos, va un abismo.

Su composición, cargada de tics de viejo cascarrabias, la hemos visto otras veces. Matthau, Spencer Tracy o Sean Connery son sólo algunos ejemplos. Este estereotipo, tan agradecido para la concurrencia como el del retrasado mental o el homosexual seropositivo, tiene el inconveniente de que es muy básico. Y no siempre vamos a picar. Eso no quita para que técnicamente le podamos conceder un notable holgado.

Cuentan las malas lenguas (de periodistas, tenemos las peores) que la razón principal por la que 'Get Low' compite en San Sebastián es porque Robert Duvall estaba disponible para acudir a la cita donostiarra. Y cuentan las mismas lenguas viperinas que la segunda razón es que Bill Murray —también presente en 'The Limits of Control'— tenía que ser al menos doblemente tentado para animarse a recoger un Premio Donostia. Al final no ha venido y el galardón honorífico será entregado este año en solitario (por aquello de la crisis. Desde 1997 no había tanta austeridad) a Ian McKellen. Sospecho que Murray no habría faltado a Cannes.

Pobre Darín

Darín juega contra sí mismo. La profundidad de matices que aporta a su personaje alimenta de modo exponencial el calado del thriller romántico que presentó Campanella el domingo. Actúa con los ojos la mayor parte del tiempo. Intentadlo a ver si os sale. Sólo en cinco ocasiones de 56 festivales celebrados el Mejor Actor interpretaba la Mejor Película, la última vez, hace diez años ('¿Qué es la vida?'). Es como si las Conchas se negaran a hacer el juego de las matrioskas de manera que la de Plata pueda encajarse en la de Oro.

A falta de lo que nos ofrezca la cosecha española (lo más llamativo de lo que nos queda por ver) repartida entre 'La mujer sin piano', 'Los condenados' y 'Yo, también', podemos decir que la interpretación masculina está entre dos. Bueno, entre tres si metemos en el saco a Hasan Pourshirazi, el protagonista de 'The White Meadows', una cinta iraní casi muda en la que un balsero se dedica a visitar sucesivas islas para recoger en un frasquito las lágrimas de los dolientes. Tan lenta e insignificante que parece encerrar algún tipo de absurda poesía. Poesía anónima que chifla premiar en San Sebastián. No tanto en Cannes. O en Venecia.

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