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La obra de Chillida, el escultor de las vibraciones mudas, se exhibe en La Laguna

EFE
Actualizado 09-10-2009 18:18 CET

Santa Cruz de Tenerife.-  "¿No es la materia también espacio, un espacio más lento? Atravesar el espacio silenciosamente, conseguir la vibración muda", escribía en un poema Eduardo Chillida, escultor cuyas obras se exhiben desde hoy en la sede de La Fundación Cristino de Vera, en La Laguna (Tenerife).

La fundación del pintor canario, "alma gemela" del escultor vasco, según afirmó hoy su hijo, Ignacio Chillida, ha sido el espacio elegido para mostrar hasta el próximo 9 de diciembre algunas de las últimas creaciones del artista procedentes del Museo Chillida-Leku, en San Sebastián.

"Cristino y mi padre tuvieron la misma filosofía de vida, un mismo pensamiento, fueron dos almas gemelas", comentó Ignacio Chillida.

Los dos artistas compartieron su interés por el silencio, la espiritualidad y el misticismo, y otras influencias recurrentes en sus obras como la figura de San Juan de La Cruz, personaje "que fue un faro para ambos".

La muestra, que fue presentada por el hijo del escultor, Ignacio Chillida, y el director de la Fundación, Celestino Celso Hernández, se compone de dieciséis piezas, esculturas y gravitaciones, realizadas por el artista entre 1984 y 2000 con tierra cocida, alabastro, y metal, uno de los materiales más presentes en la obra del escultor vasco.

Diez "gravitaciones", relieves elaborados con papeles hechos a mano y unidos mediante hilos, cuelgan de las paredes de la sala de exposiciones.

Estas creaciones surgen del rechazo del creador al uso de adhesivos para dar forma a sus piezas, y, según explicó su hijo, de su "constante lucha contra Newton, contra la gravedad".

A ellas se suman Bersakada III (abrazo en euskera), En el límite I y Homenaje a Hokusai II, tres esculturas de acero correspondientes a la etapa más madura de la producción artística del creador, donde se decanta por piezas más dúctiles en contraste con sus primeras obras, de formas puntiagudas y lanceoladas.

Una enorme pieza de alabastro, donde el artista difumina los límites que separan materia y espacio, y dos obras creadas a partir de tierra chamota, materia que puede ser manipulada en un bloque sólido y compacto, completan la exposición.

Piezas que son fruto de ese especial diálogo que mantenía el artista con los materiales y de su obsesión por una cierta simplicidad, su gusto "por quitar en lugar de añadir", aclara su hijo.

Creaciones de pequeño tamaño que contrastan con sus grandes obras monumentales destinadas a espacios públicos, como el proyecto que el artista realizó para la Montaña de Tindaya, en Fuerteventura, inacabado.

"Ha habido cosas que han desvirtuado el proyecto, pero no la idea de mi padre, que cuenta con el apoyo de la familia y de muchísima gente en todo el mundo", afirmó Ignacio Chillida.

"No tengo mal sabor de boca pese haberse tratado mal por algunas personas, cuyo rechazo procede del desconocimiento de las características del proyecto", añadió.

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