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El vodevil de Camps, Costa y Rajoy

  • Guerra de comunicados entre Génova y Valencia sobre 'destitución sí/destitución no'
  • La única certeza al margen de quién miente, es el ridículo que está haciendo el PP
  • Ricardo Costa se perfila como el santo patrón de los implicados en el caso Gürtel
Por PILAR PORTERO (SOITU.ES)
Actualizado 13-10-2009 14:55 CET

Por la mañana, decepcionado y triste pero firme. A última hora de la tarde, exultante y con el subidón de adrenalina lógico de quien considera que sale triunfante del pulso que ha echado a todo un partido él solito. Las dos caras de Ricardo Costa reflejan las contradicciones y el enredo que se ha generado en el PP a cuento de una destitución no resuelta. La gota de un vaso rebosante de amenazas, traiciones y odios fraternales.

Ni el viaje de Zapatero a la Casa Blanca, ni la separación de Rosario y Kiryl de Bulgaria han podido con lo que ha comenzado siendo la posible noticia del día y ha acabado convertido en una opereta en toda regla. En el PP están poniendo muy difícil a los cómicos profesionales crear una parodia que supere al original y muy fácil al Gobierno perpetuarse en la Moncloa a pesar del desgaste de la crisis. A última hora de la noche, sólo había que abrir las webs del PP nacional y del PP Valenciano para leer las dos versiones más dispares sobre el mismo tema.

La foto de Ricardo Costa y Francisco Camps mirándose de nuevo con complicidad y sin poder controlar dos enormes y satisfechas sonrisas hablaba de auténtica celebración, de esa 'fiesta' que tan metafóricamente se ha paseado de boca en boca desde el pasado viernes hasta ahora. Debajo un titular que sobraba por obvio: "El PPCV sale más unido y reforzado tras la celebración del CER (Comité Ejecutivo Regional). En menos de 10 horas, Ricardo Costa había pasado de outsider dispuesto a morir con las botas puestas a ser aceptado con todos los honores entre los suyos. En la web de Génova, encajonado entre un álbum de fotos de Mª Dolores de Cospedal visitando un asilo y la típica proclama contra el Gobierno, un lacónico "Comunicado del Partido Popular" prometía más sorpresas que un huevo Kinder.

La nota dice: "El Presidente del PPCV, Francisco Camps, ha comunicado esta tarde a la dirección nacional que el Comité Ejecutivo regional ha acordado suspender temporalmente y a petición propia, en todas sus funciones en el partido como secretario general y, según esta misma comunicación, como portavoz del Grupo Parlamentario de Las Corts, a Ricardo Costa". ¿Se trata de una confusión? ¿Camps ha transmitido a Rajoy una verdad a medias? ¿Es esto el juego del teléfono escacharrado o un popular patio de vecinos? La sensación de que los dirigentes del PP están haciendo el ridículo va abriéndose paso como la única certeza.

El agitado guión, que más de un guionista habrá envidiado crear, comenzó a media mañana. El secretario general del PP valenciano exige públicamente una explicación para destituirle. La versión de Génova es que Costa debe responder de las irregularidades por la 'trama Gürtel'. Sereno, como si se hubiera tomado un Lexatín, pero grave en el discurso. Ricardo Costa argumentó su postura. La estrategia, milimétricamente diseñada por su hermano Juan Costa y él mismo durante el fin de semana, pasa por "exigir explicaciones", ya que, según él, "nunca he actuado al margen de las directrices del partido". Con semblante serio, y el ceño fruncido, ha deja claro que no va a ser "cabeza de turco" de nadie.

"Ricardo siempre ha sido el fiel escudero. No creo que a nadie que le conozca le quepa la menor duda de que hasta ahora ha sido el típico 'bien mandado'. Si echa este órdago es porque tiene información que le permite actuar con esa chulería. Está claro que Juan —su hermano, el ex ministro con Aznar— va a muerte por él. La situación se está yendo de las manos como consecuencia de ese estilo que practica Rajoy de no atreverse a tomar decisiones a su tiempo". Un diputado del círculo más cercano al ex presidente de Gobierno explicaba así, nada más escuchar el comunicado de Ricardo Costa, las palabras del hasta ahora hombre de confianza de Camps en la Comunidad Valenciana.

El secretario general del PP valenciano consideraba que su partido está en deuda con él. Cuando asegura que "nunca he actuado al margen de las directrices del partido, aunque en algunos casos hayan sido difíciles desde el punto de vista personal" y "siempre he antepuesto mi compromiso con Francisco Camps y Mariano Rajoy a cualquier otra consideración", Costa está recordando a sus jefes el innecesario episodio de los avales justo antes del Congreso de Valencia de junio 2008, en el que Rajoy fue refrendado como líder. Entonces su hermano mayor, Juan Costa, se perfilaba como alternativa al presidente. El Rajoy más político resultó renacer y se volcó en una desesperada carrera para reunir los avales suficientes como para desmoralizar a los posibles adversarios. En aquella escenificación mediática, Camps mandó a Ricardo Costa a entregar los avales al líder, como quién envía al chico de los recados que le lleve al jefe supremo, nada más y nada menos, que la cabeza de su hermano en bandeja. Una perversa representación que ni Juan ni Ricardo han olvidado. Juntos han preparado la estrategia, que ha resultado de lo más eficaz, para la reunión de la tarde del Comité Ejecutivo Regional y, por supuesto, las palabras como dardos que Ricardo Costa ha lanzado a la cúpula esta mañana.

Desde el momento en que Génova pidió a Camps que sacrificara a Costa y a Rambla —su vicepresidente de Gobierno— y que adelantará las elecciones, que tenía "ganadas de antemano" para sumar en su defensa el apoyo de las urnas, la cúpula maneja el argumento de que el secretario general del partido en Valencia es el responsable último de las irregularidades en la financiación que se hayan producido porque "no se puede mirar para otro lado ni confiar la gestión en otras personas", aduce un miembro del núcleo duro que rodea y protege a Rajoy.

Por mucho que Ricardo Costa se empeñe en que recalcar que "nunca he tenido la responsabilidad de coordinar las campañas autonómicas y municipales en la Comunidad y nunca he tenido la responsabilidad de organizarlas", lo cierto es que nada le impidió denunciar situaciones supuestamente ilegales ni tan siquiera renunciar a su cargo en caso de desacuerdo con la política de contratación. "Con relación a la empresa Orange Market —la filial de la trama Gürtel en la región, controlada por Álvaro Pérez 'El Bigotes'— quiero destacar que la decisión de trabajar con ella es anterior a que yo tuviera cualquier tipo de responsabilidad orgánica en el partido", remataba Costa en el comunicado como si quedara, por tanto, eximido de su deber de control.

Tras entonar el 'mea culpa', sin que se le marcase ni una arruga en el traje gris que le sienta como un guante, Costa continuó desmontando el contenido de las conversaciones destapadas tras levantarse el secreto de sumario de parte del caso. Costa insistió en que sólo él ha pagado su coche y que el reloj —que el ex alcalde de Alicante dice valorar en 6.000 euros— lo aceptó como "un regalo de un compañero de partido, que quiso hacérmelo a título absolutamente personal, por el afecto y el aprecio mutuo que nos profesamos". El hartazgo se adueñó de su tono cuando dijo "quiero destacar también que he pagado mis trajes y he aportado pruebas de ello. Nadie me los ha regalado".

La traca final, como buen valenciano, no podía faltar. Con socarronería, y dejando claro que sus últimas palabras no figuraban en el famoso comunicado, soltó: "Un amigo mío —en referencia a Esteban González Pons, secretario de Comunicación del partido— dijo el otro día que la fiesta se acababa a las cuatro. Y estoy más de acuerdo con el presidente Camps cuando afirmó que en el PP la fiesta no se acaba nunca. Algunas personas intentan poner poses y dotar de frivolidad a determinada gente. Creo que otras actúan con poses y frivolidad. Yo sólo espero que los dirigentes de este partido tengan claro eso". Y dicho y hecho. Porque la fiesta cada minuto que pasa se parece más a la famosa ruta del bacalao originaria de Valencia. Un moderno vodevil sin fin que se va escribiendo sobre la marcha.

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