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Los australianos le dan las gracias a Utzon por la Ópera de Sídney

  • El mayor reclamo arquitectónico de la capital australiana es la Ópera de Sídney
  • Durante su construcción, los ciudadanos se involucraron en las decisiones decisivas
  • En 1966 muchos se manifestaron por ella y en 2004 celebraron el cumpleaños de Utzon
Por MARÍA A. SALGADO DE LA ROSA* (SOITU.ES)
Actualizado 14-10-2009 14:27 CET

Como europea de a pie, he crecido dando por sentado que la arquitectura constituye el principal reclamo turístico de las ciudades.

En nuestro contexto cultural siempre fue así, pues ciudades como Atenas, Roma, París o Barcelona reciben cada día hordas de turistas ávidos de contemplar los logros de Phidias, Alberti, Haussmann o Gaudí, entre muchos otros.

A pesar de este hecho, del que los dirigentes de tiempos pasados fueron muy conscientes, el interés por vestir la ciudad de arquitectura contemporánea ha sido desigual, al menos durante las últimas décadas del siglo pasado.

Pero la arquitectura vende y más allá de las modas, una buena arquitectura es susceptible de convertirse en un reclamo atemporal al mismo nivel que otras obras de tiempos pretéritos. Y si no ¡que se lo pregunten a los bilbaínos!

Un ejemplo de reclamo arquitectónico sin parangón es sin duda el edificio de la Opera de Sídney del arquitecto danés Jørn Utzon, que sin lugar a dudas constituye uno de los mayores atractivos de este país continente.

A pesar de que este edificio fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2007, parece que la polémica nunca dejará de perseguirle ya que hoy por hoy se enfrenta a la mayor remodelación de su historia desde que se concibió a finales de la década de los cincuenta. El motivo de la remodelación obedece a las continuas objeciones que los puristas de la música ponen a las condiciones acústicas de las salas.

Para los que desconozcan el periplo que rodeó la construcción de la ópera, hay que decir que constituye uno de los episodios más apasionantes de la historia de la arquitectura.

Empezando por las peculiaridades del concurso por el que se eligió el boceto de un desconocido Utzon, hasta los trágicos incidentes que rodearon el último intento de financiación de las obras a través de una lotería, hablamos de un proyecto en el que se invirtieron más de 15 años desde su concepción hasta su inauguración.

El retraso como sucede a menudo, tuvo un trasfondo económico motivado en parte por la complejidad de unas obras difíciles de llevar a cabo con la tecnología del momento unido a una clamorosa falta de previsión, lo que acabó apartando al arquitecto del proceso.

Durante todos esos años los ciudadanos se involucraron activamente en las decisiones que afectaban al edificio, hasta el extremo de reclamar la vuelta del arquitecto mediante manifestaciones populares en las calles de Sídney.

Hay que decir que este fue un hecho sin precedentes en la historia de la arquitectura, ya que nunca antes desde la ciudadanía se había apoyado a un arquitecto con tanta vehemencia o por lo menos nunca antes se había documentado.

Incluso más allá de este periodo, la ciudad de Sídney siguió apoyando incondicionalmente al arquitecto, hasta el punto de celebrar su 86 cumpleaños en abril del pasado 2004 a pesar de la polémica existente en relación a la deficiente acústica del edificio.

Pero es curioso ya que a pesar de que como palacio de música este edificio no presenta unas condiciones óptimas, a sus usuarios habituales esto no ha parecido importarles en exceso, ya que la atmósfera del lugar era lo suficientemente potente como para pasar por alto minucias como el sonido ambiente.

Como explicaba al principio de este artículo, la Ópera sigue dando que hablar hasta el punto de que este mes, han comenzado los últimos intentos de remodelación de las salas centrales, con el fin de mejorar su acústica.

Todas estas anécdotas que tanto me han llamado la atención desde mis tiempos de estudiante, me resultan hoy naturales una vez he tenido la oportunidad de visitar la ciudad de Sídney.

Paseando por sus calles he comprendido que la Ópera es para los habitantes de Sídney mucho más que un teatro, es un auténtico imán, un foro en cuya escalinata se puede desarrollar cualquier tipo de actividad. Tan pronto funciona como graderío improvisado para un escenario al aire libre en el que celebrar un festival de cultura china, como cine de verano en el que se proyectan clásicos de Hollywood o como habitual zona de copas a la salida del teatro.

Desde el punto de vista del visitante ocasional, Sídney es una ciudad amable y bonita, con una indudable calidad de vida, pero hasta ahí. Esa ansia de consumir iconos que satisfacemos en ciudades como Nueva York, Tokio o Londres, queda en Sídney reducida a la ópera, siempre arquitectónicamente hablando.

Por esa razón reservé parte de mi tiempo en la ciudad para asistir a una de las óperas programas, para visitar sus inmediaciones con luz de mañana y luz crepuscular y para, cómo no, cenar en el restaurante del conjunto con vistas a la bahía. Y es que sin querer, nuestros pasos siempre acababan dirigiéndonos hacia la bahía, donde nos encontrábamos con masas de gente que se sentían igualmente atraídas por el hechizo de la escalinata la Ópera.

Nunca una ciudad le debió tanto a un arquitecto, al mismo tiempo nunca una ciudad mostró tanta gratitud. Como buena romántica, he de reconocer que siempre me han encantado las historias de amor correspondido.


* María Asunción Salgado de la Rosa es doctora en Arquitectura.

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