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Abortos

Por JAVIER PÉREZ DE ALBÉNIZ (SOITU.ES)
Actualizado 19-10-2009 08:34 CET

Las imágenes de Telemadrid y los comentarios de sus periodistas no dejaban lugar a dudas: la manifestación en protesta por la reforma de la Ley del Aborto había sido un éxito. Pero no una sorpresa, puesto que a la gente de bien de este país siempre le han molestado este tipo de prácticas en suelo patrio. De hecho, durante años han mandado a sus hijas a abortar a Londres. Unos viajes que durante las dos legislaturas del PP, con Aznar como presidente, no fueron necesarios: en España se llevaron a cabo más de 500.000 interrupciones de embarazo. Pero ya saben cómo funcionan las cosas por aquí: nada más abandonar el poder, el conservador recupera la sensibilidad por el asesinato de niños y linces, y no duda en lanzarse a las calles a protestar contra la masacre.

Es una vieja historia. La miseria del fanatismo religioso impulsado desde la política, cuna de la hipocresía. Lo cuenta de maravilla Alejandro Amenábar en 'Ágora': el eterno conflicto entre la Iglesia y el Estado. Entre la ciencia y el evangelio. Entre la razón y la fe. Entre la filosofía y la intolerancia. Es la batalla entre el conocimiento humano y el fanatismo religioso. El conflicto entre creyentes y políticos, de siniestra metodología, y una sociedad pacífica que sólo quiere creer en sí misma. El Comité de Bioética, creado por el Gobierno para "reforzar las garantías éticas y sociales de los españoles en todas aquellas actividades relacionadas con la Biomedicina y las Ciencias de la Salud", avala la reforma de la Ley del aborto. Y poco más se debería decir, salvo que siempre es buena noticia que las mujeres puedan decidir por sí mismas.

Volvamos a las calles. La agencia EFE situó el número de manifestantes en 55.316 personas; la Policía calculó que asistieron unas 250.000; el diario El País 265.000; y los presentadores de Telemadrid, la televisión de ¿todos? los madrileños, hablaron de "más de 1.200.000". Un éxito, decíamos, que hay que agradecer en buena medida precisamente a esta cadena, la de Esperanza Aguirre, que ni corta ni perezosa convocó a los ciudadanos a la marcha antiabortista durante los días previos. Incluso indicaron dónde se podía recoger "material para lucir en la manifestación". Con un par de cojones, y sin importarles que se tratase de una concentración claramente instrumentalizada contra el Gobierno central.

Telemadrid y el PP ha hecho suya esta protesta contra la Ley del aborto. Ahí estaban Aznar, Cospedal, Mayor Oreja y Aguirre, sin ir más lejos. Sólo se echó en falta algún representante de la cúpula valenciana: reconozcan que la presencia de 'el curilla' hubiese sido un sueño hecho realidad. Periodísticamente la retransmisión de Telemadrid fue, como ustedes pueden imaginarse, impecable, pero a nivel técnico pudo mejorarse. El sonido, por ejemplo, deberían de haberlo encargado a sus hermanos de Canal 9, la tele autonómica valenciana, que últimamente está consiguiendo unos precios de lo más ajustados: durante la visita del Papa pagaron 6,4 millones de euros por un operativo que en realidad costaba 3,1 millones. "Llevan 14 años ocultando todo lo que no les gusta, tapando sistemáticamente todo lo que preocupa al PP", asegura Víctor Sánchez, de UGT Valencia.

No me digan que todas las cadenas autonómicas hacen lo mismo. Porque no es verdad. ¿Qué cadena es capaz de incitar a asistir a una manifestación en contra del Gobierno en curso? La misma que ha sido condenada por emitir una noticia inexacta sobre su propia huelga, acusando a los sindicatos de haber llevado la pantalla a negro: Telemadrid. ¿Qué televisión paga 3,4 millones de euros de más por una producción externa? La misma que oculta a sus ciudadanos la existencia de un caso de corrupción del calibre del 'Gürtel': Canal 9.

P.D.

Los premios Ondas (Cadena SER) ensalzan la telebasura: el galardón al mejor presentador de este año fue para, no se lo pierdan, Jorge Javier Vázquez. Sí, el del 'Tomate'. Ese que ahora está al frente de esa bazofia llamada 'Sálvame' (Telecinco). Dicen quienes otorgan el premio que se lo han concedido por "renovar con brillantez y sentido del humor el papel de presentador de un género controvertido". ¿Hablan en serio? No me extraña que incluso Carlos Boyero, en estos momentos en El País (Prisa), se despachase a gusto en su columna del sábado: "Me cuentan que los racionales Ondas le han otorgado el trono a ese fascinante conductor de heces llamado Jorge Javier Vázquez. Y deduzco que todo va bien, que legitiman el supremo valor de la audiencia, que los exquisitos valedores del público escogido —el Plus es otra cosa, leer EL PAÍS y escuchar la SER otorga certificado de legalidad progresista— también saben apreciar las circenses virtudes del sonriente profesional de la televisión más asquerosa que existe".

Un motivo para NO ver la televisión.

Calvin Russell.
Cd: Dawg Eat Dawg

Nacido en 1948 en Austin (Texas), Calvin Rusell ha bebido, ha tocado en las calles, ha dormido en coches y ha pasado algún tiempo entre rejas. Circunstancia que no sólo no le ha impedido grabar quince discos excelentes de rock despiadado, sino que le han dado el carácter salvaje para ofrecer un directo rasposo, primitivo. Rusell es un bluesman de la frontera, enchufado a una guitarra eléctrica y a unas canciones de otro tiempo. Un superviviente.

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