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Míchigan no encuentra a Dios (pero tiene quien le escriba)

  • O cómo recorrer, de la mano de Sufjan Stevens, el estado que fue infiel a sí mismo
Por Á. LLORCA | M. SÁNCHEZ (SOITU.ES)
Actualizado 11-11-2009 03:11 CET

DETROIT.-  El estado de Michigan tiene la forma de la palma de una mano. Una mano, claro está, en invierno, porque está tapada por una manopla. La mano es la Península inferior (Lower Peninsula). Al norte de ésta, unida por el Puente del Estrecho de Mackinac, está la Península Superior (Upper Peninsula), una mancha de tierra que que se extiende hacia el este. Y esto es como tumbarse en el césped a mirar las figuras de las nubes: cada uno ve una cosa diferente. El 50 por ciento de los mixtapers consultados piensan que la Península Superior parece, aunque más afilada, como una de esas sombras con forma de lobo que proyectábamos sobre la pared cuando éramos pequeños. El otro 50 por ciento opina que es más bien como la silueta de un fantasma con los brazos extendidos asustando a alguien.

Pero Míchigan, además de una manopla o la sombra chinesca de un lobo, es el estado natal de Sufjan Stevens, uno de nuestro trovadores predilectos. Es el estado al que dedicó el primer álbum ('Greetings from Michigan: the Great Lakes State') enmarcado en el llamado "Proyecto de los 50 Estados", una serie de discos sobre cada uno de los territorios que componen Estados Unidos.

La primera vez que los mixtapers vimos estas tierras fue a vista de pájaro. Allá por el 16 de abril de 2009 volábamos de Nueva York a Los Ángeles y, desde el avión, contemplamos boquiabiertos aquellas enormes manchas infinitas y azules que son los Grandes Lagos. Y ésta vez, escuchando al susodicho en Chicago, pensamos: "Mira que los álbumes conceptuales echan para atrás, pero ¿por qué no adentrarnos en Míchigan visitando los pueblos de los que habla Sufjan?"

Esto fue lo que descubrimos. Bienvenidos a Míchigan.

Decimos 'sí' a Míchigan

Antes de seguir adelante, hay algunos datos que pueden ayudar a dibujar un retrato a grandes rasgos sobre Míchigan. Como por ejemplo, que está rodeado por cuatro de los cinco Grandes Lagos (Míchigan, Superior, Hurón y Erie) y que es uno de los estados con mayor litoral del país. O que atesora récords como, por ejemplo, ser el que más frutos del bosque coloca (según nuestra Lonely Planet, ojo) sobre las tartas americanas o el tercero en el que más árboles de navidad crecen.

Éste es el Míchigan al que Sufjan, nacido en el motorizado Detroit, rinde un cariñoso homenaje con su tercer álbum de estudio. Un estado donde el mundo rural y el industrial conviven y comparten el castigo del desempleo sobre sus hombros. Un lugar al que dedica un retrato descarnado y tierno al mismo tiempo, protagonizado por dulces melodías sobre paisajes melancólicos y tristes odas al trabajador de clase media en apuros. Un lugar donde Dios no aparece por ninguna parte, pero al que dice 'sí', como aquel viejo eslogan de los años 80.

Primera parada: Holland

El silencio sordo y sepulcral que sigue a la entrada de un par de forasteros en un bar de pueblo americano es un sonido que todo el mundo debería experimentar alguna vez en la vida. La primera vez que lo vivimos fue en Holland, una comunidad de raíces flamencas que ha conservado cierto gusto por los zuecos de madera. ¿Habría alguno de los parroquianos oído hablar alguna vez de Sufjan Stevens? ¿Habrían escuchado la nostálgica canción sobre veranos ya pasados que lleva el nombre del pueblo? ¿Por qué no? Este tipo de anécdotas suelen conocerse al dedillo en lugares tan pequeños y la música que suena en el bar (Feist, Sigur Ros) anima a creerlo así. Además, ¡el dato figura en la entrada en Wikipedia sobre Holland!

Pero no. La decena de personas que charlaban animadas no eran, como al principio nos gustó creer, la reunión semanal de fans de Sufjan de Holland. La suya fue la primera de una larga serie de negativas que nos encontramos de los oriundos de Míchigan, que no saben que hay un músico con nombre de guerrero armenio que habla sobre sus hogares y, también, de alguna manera, sobre ellos.

¿Dios se esconde en Muskegon?

Estamos en la Golden Coast, al lado oeste del Lago Míchigan. Pasando huertos, barquitos atracados en los muelles, granjas y playas desiertas, llegamos a Muskegon. Allí entramos en un bar donde conocimos a Alicia, una mujer de ascendencia mexicana que, animada por algunas copas de más y algún que otro baile frenético, nos contó entre lágrimas la trágica historia de su abuela, obligada a casarse con un hombre malvado (su abuelo) al que no quería. Muskegon es uno de los lugares en los que Sufjan pregunta a Dios si se esconde allí. Aunque no gusta hablar de ello en público y siempre ha defendido que sus creencias pertenecen al ámbito privado, Stevens es de sobra conocido por sus profunda fe religiosa, que deja una marcada impronta en muchas de sus composiciones y letras. Quizás Alicia, como él, algunas noches también le pregunte a Dios si anda por ahí, mojándose los pies en la orilla del lago.

Sleeping Bear Dunes

Alcanzamos a la mañana siguiente el Parque Nacional de Sleeping Bear Dunes. "Corrí hasta lo alto / y me asusté / de lo que se veía", canta Sufjan en 'Sleeping Bear, Sault Saint Marie'. La cosa no es para menos, porque lo que se divisa desde lo alto de las dunas por las que se tiran rodando los niños es la inmensidad inabarcable del Lago Míchigan, el quinto más grande del mundo. Casi 5.000 kilómetros cúbicos de agua y un color que no tendría nada que envidiar a los de esos anuncios de mares de siete azules cristalinos que se ven en las agencias de viajes. Para darse un chapuzón, dicen, es imprescindible llevar bañador de una pieza.

Siguiendo rumbo al norte y jalonando la carretera 31, abundan las granjas que venden las famosas manzanas y cerezas de Míchigan, sidra natural y pasteles de frutas. Las curvas de la topografía son suaves y, en consonancia, la tranquilidad reina en apacibles pueblos como Alanson. El tiempo también parece haberse detenido en su Bob's place, donde los domingos se come un pollo asado cocinado siguiendo al dedillo la receta de la abuela. A nosotros la ausencia total de acción nos causó cierta sensación de inquietud; a Sufjan Stevens, en cambio, le inspiró para componer una de sus breves y típicas tonadillas instrumentales, de esas que uno se pone una y otra vez de manera irresponsable.

The Upper Peninsula

Si quaeris peninsulam amoenam circumspice. El lema del estado ya lo deja bien claro: "Si buscas una península agradable, mira a tu alrededor". Cruzar los ocho kilómetros del Puente del Estrecho de Mackinac supone, además de un homenaje a la ingeniería, sumergirse en el corazón del Míchigan rural. Los apacibles pueblos costeros de las orillas del Lago son sustituidos por un paisaje agreste y los bosques pasan a cubrir el 90 por ciento del territorio. Quizá por ello, el número de mapaches muertos en los bordes de la carretera se multiplica de forma exponencial. En cada gasolinera venden aparejos de caza (como un cojín calefactor para que no sufran las posaderas) y hay amenazadoras advertencias en forma de manidos recortes de periódico sobre ataques de pumas y osos en los bosques. Y los dependientes regalan el café a cambio de que un día vuelvas a pasar por ahí. Es el reino de las camisas de cuadros y las motonieves, aparcadas entre fajos de leña.

Ésta es la sombra con silueta de lobo en la pared de la que hemos hablado antes. O el fantasma con los brazos extendidos, asustando a alguien. Quizás que reconozcamos estas formas no sea casualidad, porque 'The Upper Peninsula' es el culmen dramático del disco de Sufjan Stevens. Un cuadro pesimista y conmovedor sobre las miserias y tristezas de la magullada clase obrera americana. El protagonista cuenta que lleva zapatos de Payless y ve las noticias por televisión. Su esposa compra en grandes almacenes baratos como el K-Mart y viven una caravana con las ventanas rotas, lejos de la carretera. "Perdí la cabeza / perdí mi vida / perdí mi trabajo / perdí a mi mujer".

Viudas en Paradise y las Tahquamenon Falls

El norte de Míchigan tiene fama de conservador. Personajes como Mark, camarero del único bar de Paradise, honran la fama de este espíritu. Una de las canciones más emotivas del álbum (y una de las que más reminiscencias religiosas alberga) está dedicada a las viudas de este pueblo y a los huérfanos de Ypsilanti (capítulo que llegará más tarde). En verano Paradise es la puerta al Parque Natural de las cataratas de Tahquamenon y se llena de turistas. Ya en otoño la cosa cambia y resulta difícil llegar a ver a un solo peatón en la calle principal. En invierno, nos imaginamos, la gente sólo se mueve en motonieves por las carreteras cubiertas de nieve.

Pero volvamos a Mark. Él tampoco ha oído hablar nunca de Sufjan Stevens, aunque bien podría haberle servido de inspiración para una de sus estampas costumbristas de trabajadores que han perdido a sus mujeres. A pesar de que no es muy mayor, ya es abuelo y su hijo trabaja en un Taco Bell de Sault St. Marie. No tiene seguro médico y sabe que cualquier accidente acabaría con un patrimonio construido a golpe de sierra, con sus propias manos. Sin embargo, Obama se le antoja casi como un jinete del apocalipsis a lomos del caballo de la reforma sanitaria. También le indignan las ayudas a la industria de la automoción. El automóvil, ese sector en sempiterna crisis que en un pasado glorioso trajo la riqueza a Míchigan para después arrebatársela y dejar tan sólo un palacio en ruinas como saldo de la opulencia.

Pero ya está bien de hablar de la vida de gente que sólo conocemos de pasada. Si algo ha sabido retratar Sufjan Stevens de su estado natal ha sido la majestuosidad y el dominio de una naturaleza en estado salvaje. Las piezas instrumentales con las que 'Greetings from Michigan' está salpicado son, queremos creer, una forma de intentar poner música a espectáculos como el que uno puede encontrarse al llegar a las cataratas de Tahqueamenon, perdidas en medio del bosque. Este salto de agua, de 60 metros de largo y 15 de alto, tiene para los mixtapers el mismo efecto magnético que las hogueras o las lavadoras dando vueltas: no podemos dejar de mirarlas. La canción que lleva el nombre de esta cascada estruendosa de color de té es una juguetona e hipnótica sinfonía, que bien podría haber sido compuesta para una orquesta de vasos de cristal. Y como la cascada, es difícil de dejar de escuchar.

Flint: desempleados y punks

Dejar la Upper Peninsula y dirigirse a la parte de oriental del estado supone abandonar los bosques otoñales de Míchigan y sustituirlos por un paisaje anodino que se urbaniza progresivamente. Llegamos Flint, una ciudad completamente desierta un lunes por la noche. Lo único que fuimos capaces de rascar fue un bar donde se celebraba una fiesta de jóvenes emprendedores. Allí tomaban cócteles despreocupadamente una tribu de personajes que nos suscitó de todo menos ganas de incluirlos en uno de esos test de Facebook de 'Con quién te gustaría ir a tomar unas cañas'.

Nos disponíamos a salir por patas cuando una mujer llamada Lorraine (en compañía de la hermosa Sophia, una niña de ocho años que no paraba de dar saltos feliz porque las clases se habían suspendido por culpa de la gripe A) se nos apareció como la virgen de Lourdes. Nos guió, de la mano, al lugar adecuado. Y de pronto, otra ciudad completamente distinta se reveló ante nuestros ojos en forma de una fiesta protagonizada por punks disfrazados de vikingos, piratas, canciones de Cyndi Lauper y gremlins que habían bebido más tarde de medianoche. Nos ahorramos los detalles, pero estuvimos a puntito de amanecer como un marinero borracho en el sótano de un bar portuario con un tatuaje de 'I love Flint' en nuestro antebrazo.

A la mañana siguiente, saliendo de una casa desconocida, nos preguntamos cómo podía toda esa gente estar de fiesta hasta tan tarde. ¿Nadie tenía que trabajar al día siguiente? Quizás ellos sí, pero muchos otros no. Porque aunque Detroit se lleva la palma, Flint es otra de las ciudades que ha acusado con dureza las sucesivas crisis de la industria automovilística. La que en su día fue ciudad de los coches ha tenido que enfrentarse a la debacle de gigantes como Buick y General Motors. Y precisamente 'Greetings from Michigan' se abre con una balada dedicada a los desempleados y malpagados de la ciudad 'Flint (for unemployed and underpaid). La especialidad de la casa es, de nuevo, un melancólico himno a esos perdedores que, en la derrota, conservan cierta dignidad.

Nosotros somos los huérfanos de Ypsilanti

La noticia del fin de soitu.es nos pilló llegando a Ypsilanti. Nos pareció muy congruente encontrarnos por la calle una hilera de tiendas cerradas, una tras de otra. Deambulamos en silencio pensando en que Sufjan canta a los huérfanos de este pueblo. Y que nosotros también nos sentíamos muy huérfanos en Ypsilanti. Sobre esto no hay mucho más que se pueda decir.

Detroit, levanta la cabeza

Pompeya, Chichén Itzá, el Partenón, Machu Pichu y... Detroit. El espectáculo de contemplar las ruinas y los escombros de una ciudad contemporánea que, hasta hace bien poco, fue testigo del esplendor industrial, es digno de contemplar. Un lugar "destruido por su propia infidelidad" (como ha dicho Sufjan). "Un Katrina a cámara lenta". "Un abismo al que venir a asomarse". Los epítetos con los que tratar de poner palabras a la desolación se quedan cortos.

Detroit es un paisaje casi postnuclear, compuesto por rascacielos vacíos, casas familiares abandonadas y derruidas bajo cascotes, cientos cristales rotos en gigantescas plantas vacías del cinturón industrial y un continuo deambular de mendigos de raza negra sin rumbo. Es la bancarrota hecha ciudad. "Once a great place, now a prison" ("una vez fue un lugar fantástico, ahora es una cárcel"), dice Sufjan. Y a su ciudad natal, en todo un ejercicio de optimismo, le pide que levante su cabeza cansada, que lo reconsidere todo y se reconstruya. Nosotros creemos que es mucho pedir. Pero ésa es una historia que ya os hemos contado.

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