Autoridades tienen listos los operativos en caso de una erupción del Tungurahua

Baños (Ecuador).-  Las autoridades y los organismos de socorro de las provincias ecuatorianas de Tungurahua y Chimborazo, en cuya frontera se levanta el volcán Tungurahua, tienen listos los operativos de evacuación en caso de que continúe en aumento la actividad del coloso.

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(EFE)

Un campesino aguarda sentado en la baranda de una camioneta cargada con alimentos en caso de una eventual erupción del volcan Tungurahua, que ha registrado una alta actividad sísmica en los últimos días.

El gobernador de la provincia de Chimborazo, en el centro andino de Ecuador, Pablo Morillo, dijo a Efe que están listos "para cualquier eventualidad", pues el volcán mantiene desde hace varios días una alta actividad.

Según el Instituto Geofísico, el volcán presenta ahora una actividad interna similar a la que antecedió a las grandes erupciones de julio y agosto de 2006.

Aunque de la provincia de Chimborazo no se ha movilizado a habitantes, en la vecina Tungurahua, por precaución, se ha pedido a los pobladores de las zonas aledañas al volcán, que salgan de sus viviendas en las noches.

Para ello, camionetas y autobuses de los organismos de socorro recorren las zonas de Cusúa y Juive todos los días para recoger a los pobladores y llevarlos a tres hostales que los acoge cada noche en la ciudad de Baños, donde también reciben el desayuno antes de volver a sus tierras a continuar con el trabajo.

En los tres hostales de Baños duermen unas cincuenta personas mientras que otras 240 han salido de las zonas peligrosas para rentar viviendas, que las solventa el Gobierno, hasta recibir las casas que se construyen actualmente.

El Gobierno prevé entregar en un mes unas 180 viviendas para gente de Juive Grande, y otras 200 para el reasentamiento de Cusúa, mientras que Chimborazo también se prepara para la entrega de unas 250 casas en Penipe y en Guano.

María Silva, de 50 años, y su esposo, Luis Chonata, de 48, junto a sus hijos Edwin (14 años) José (12), Abel (10) y Wilma (6 años), no le temen al volcán pero, por seguridad, prefieren no pernoctar en la zona de Juive, que aún luce miles de toneladas de ceniza, tierra y rocas que expulsó el Tungurahua en 2006.

Marcelo Espinel, coordinador de la Defensa Civil, aseguró a Efe que la población está "tranquila", porque ya tiene la información adecuada para saber cómo actuar en caso de una emergencia grave.

Espinel aún recuerda con agradecimiento la ayuda que recibió la población en donaciones en 2006, pero no puede esconder su "indignación" al rememorar que también se "ofendió" a la gente al enviar ropa vieja, sucia, rota y cosas usadas.

"Somos un pueblo digno", puntualizó al tiempo que varios de los movilizados asentían con la cabeza mientras desayunaban un gran plato con arroz, pollo y ensalada antes de volver a sus localidades.

Espinel, bromista y jovial, inició el recorrido para dejar en sus viviendas a los movilizados, varios de ellos niños que aseguraron a Efe que el volcán no les hará daño y "y si revienta, sabemos qué hacer", dijeron algunos de ellos.

La reactivación en 1999 del volcán, ha obligado a una maduración prematura del carácter de los niños, según Espinel, quien convive con los pobladores y asegura que cuando a los infantes se les presentan dibujos del volcán con ojos o bufanda, los menores reclaman al aseverar que "así no es el volcán". "No se dejan engañar", anotó.

En el recorrido, Espinel no sólo se asegura de que cada movilizado regrese a su casa sino que, además, es el canal que algunas personas, como Teresa Tite, intentan utilizar para convencer a los ancianos de salir de la zona en momentos de peligro.

Carmen, de 89 años y ciega, vive en las faldas del volcán, en una reducida casa de piso de tierra, de paredes de bloque, con huecos de ventanas pero sin cristales, de una planta, dividida en dos secciones por una tela y sin más muebles que una mesa con platos.

Esta anciana duerme en una pequeña cama en la que se acurruca junto a un cartón y se tapa con ligeras cobijas mientras el viento sopla afuera trayendo y llevando la neblina de la misma puerta de su casa de la que, pese a las condiciones, se niega a salir.