Un puertorriqueño antimilitarista narra la odisea que vivió en prisión

San Juan.-  El antimilitarista puertorriqueño José Pérez González, que cumplió el jueves la condena de cinco años de prisión por destruir bienes de la Marina de EEUU en la isla de Vieques, narró hoy cómo transcurrió el tiempo que pasó en la cárcel.

ampliar foto

(EFE)

El antimilitarista puertorriqueño José Pérez González (izda) dijo hoy haber šcrecido como ser humanoš tras su experiencia en la cárcel, donde cumplió una condena de cinco años por destruir bienes de la Marina de EEUU en la isla de Vieques.

"He crecido como ser humano. Doy gracias por haber podido servir a mi pueblo con dignidad. Las futuras generaciones sabrán que nunca doblé rodilla ni sacrifiqué principios en mi afán de servirle bien", dijo hoy Pérez González en una rueda de prensa.

Pérez González fue arrestado el 9 de septiembre de 2003 por quemar un vehículo militar y una caseta de la Marina de Guerra de EE.UU. durante la celebración, el 1 de mayo de ese año, de la salida de la Marina estadounidense de Vieques, tras más de seis décadas.

Según un estudio de la organización civil "Todo Puerto Rico", desde 1999 hasta el cierre de la base estadounidense, fueron detenidos por actos de desobediencia civil 1.906 personas, de las que 266 fueron procesadas en Estados Unidos.

Pérez González fue el único de los 12 acusados del caso que se enfrentó a un proceso judicial, ya que los otros once se declararon culpables antes de someterse a juicio y afrontaron penas menores.

Según explicó Pérez González a Efe, mientras cumplía su condena su madre murió el 5 de octubre del mismo año en que fue sentenciado.

González pidió permiso a las autoridades de despedirse de su madre junto a su familia, pero tras doce horas dentro de la cárcel federal en Guaynabo, ciudad aledaña a San Juan, decidió retractarse de su pedido para no continuar con la "humillación" a la que le sometieron sus guardianes.

La condena la cumplió once cárceles diferentes y cada vez que era trasladado a una prisión distinta perdía la comunicación con su familia.

Su primer traslado fue a Miami (Florida), donde fue agredido por dos cubanos, según rememoró. Tras cumplir un tiempo en dicha prisión, fue llevado a una cárcel en Tallahassee (Florida), y luego a otra en Alabama, donde estuvo incomunicado durante 30 días.

"Nunca me explicaron el porqué me movían de cárcel. Fue una persecución", manifestó González, quien recibió más de 10.000 cartas de personas alrededor del mundo, y las cuales respondió todas.

Tras estar en Alabama, fue enviado a una cárcel en Atlanta (Georgia), en una celda que compartió con otros cuatro prisioneros sin calefacción y con el inodoro que se descomponía constantemente.

"Todos esos momentos, lo que hacía era reflexionar y pensar en momentos positivos de la vida como en una flor", abundó.

Tras un tiempo en la cárcel de Atlanta, fue llevado a Carolina del Sur, donde compartió "amistad" y "hermandad" con el "prisionero político" cubano René González Sechwerert, quien se encuentra en una prisión del estado de Florida, cumpliendo prisión por espionaje.

"Conocer a René fue una experiencia enriquecedora. Nos íbamos a correr en las mañanas y por las noches nos quedábamos en la biblioteca de la cárcel leyendo y escribiendo cartas", contó.

En 2005, el boricua fue enviado de nuevo a Atlanta, donde estuvo incomunicado y por ello no supo de la muerte del líder independentista Filiberto Ojeda Ríos en una operación policial del FBI.

El último tiempo en prisión de González fue en 2007 en Misisipi, pues los últimos seis meses los cumplió bajo arresto domiciliario en Puerto Rico a donde llegó el pasado 14 de agosto.

Durante su tiempo en prisión, Pérez González logró comunicarse por cartas con los "prisioneros políticos" puertorriqueños Oscar López Rivera, que llevan encarcelados 26 años por su vinculación con el movimiento armado independentista de Puerto Rico.

"El trato fue bien difícil, pero me sentí bien libre estando en prisión", recordó Pérez González.

Por su parte, el juez federal en Puerto Rico, Jaime Fusté, indicó a González que tenía que pagar 10.000 dólares por los daños ocasionados aquel 1 de mayo del 2003.

"Creemos que es abusivo que haya que pagar por algo que los propios militares estaban destruyendo, pues allí no había nada de ningún valor. La caseta se destruyó de gratis, por lo que no hay que pagar nada", recalcó Ramón Figueroa, amigo de González.

Vieques fue durante 68 años un campo de entrenamiento de la Marina de Guerra estadounidense, donde se realizaban constantemente maniobras militares, actividad que fue rechazada durante décadas por activistas puertorriqueños mediante manifestaciones que en ocasiones se volvieron violentas.