Los hindúes en Malasia celebran el Thaipusam, la fiesta del Dios de la Guerra

Batu Caves (Malasia).-  Decenas de miles de hindúes en Malasia, algunos de ellos con ganchos clavados en sus espaldas y mejillas, se echaron hoy a la calle para venerar a Murugan, el Dios de la Guerra, con motivo de la festividad de Thaipusam.

ampliar foto

(EFE)

Peregrino con ganchos tirantes en las espalda para venerar a Murugan, el Dios de la Guerra, con motivo de la festividad de Thaipusam. Decenas de miles de hindúes en Malasia, algunos de ellos con ganchos clavados en sus espaldas y mejillas, se echaron hoy a la calle para venerar a Murugan. En la capital malasia, gran parte de los fieles se dieron cita esta madrugada en el templo Sri Maha Mariamma y recorrieron catorce kilómetros hasta Batu Caves, el lugar sagrado más importante para los hindúes en Malasia. EFE/Gaspar Ruiz-Canela

En la capital malasia, gran parte de los fieles se dieron cita esta madrugada en el templo Sri Maha Mariamma y recorrieron catorce kilómetros hasta Batu Caves, el lugar sagrado más importante para los hindúes en Malasia.

Pequeños y mayores llevaron a cabo las abluciones con agua y recibieron la bendición de los sacerdotes en medio de rezos cantados.

Muchos de los peregrinos, que han cumplido ayuno durante días, se cuelgan con ganchos frutos y flores del cuerpo y se untan la piel con sangre de animal y zumo.

Los hay quienes cargan el "kavadis", altares de hasta sesenta kilos de peso adornados con plumas y flores que llevan sobre sus hombros y que sujetan con anillas clavadas en la piel.

Estos devotos, cuyo sacrificio dedican a Murugan, atribuyen al estado de trance que alcanzan el conseguir tener clavos y anillas atravesados en la espalda, el pecho, la cara y la lengua sin derramar una gota de sangre.

Desafiantes ante el dolor, muestran su lealtad al Dios de la Guerra, a quien se encomiendan para reprimir al egoísmo, la avaricia y la lujuria.

Danzan al ritmo de la percusión y los cantos, envueltos en el humo del incienso, mientras sus amigos y familiares les aplican harina de arroz para aliviarles.

Balakrishan, malasio hindú de 54 años, explicó a Efe que, como otros muchos, se rasuró la cabeza como señal de humildad ante Murugan, y aseguró que Thaipusam "es la festividad más importante para los hindúes" en Malasia.

"Como todos los años, he venido con toda mi familia. Este año, quiero presentar mis respetos a Murugan y pedir por mi primer nieto", añadió Balakrishan.

Thaipusam también es una día santo para la religión Sij, surgida en la India hace seis siglos a partir de las tradiciones hindú y musulmana.

Así, Sargusingh, creyente sij de 30 años, señaló que los seguidores de esta fe "sienten un gran afecto por Murugan", cuyos valores son universales y aplicables a cualquier raza.

Esta festividad, que se celebra en el décimo mes del calendario hindú (Thai) cuando la estrella Pusan reina en el firmamento, conmemora la victoria de Murugan sobre el demonio Soorapadman.

Los peregrinos, muchos de los cuales llevan flores y cuencos de leche como ofrenda, suben los 272 peldaños que dirigen al templo de Murugan, enclavado dentro de una cueva en el peñón de Batu Caves.

El lugar está custodiado por una figura dorada de 42 metros de altura de Murugan, hijo del dios Shiva.

La organización no gubernamental india Hindraf, cinco de cuyos integrantes se encuentran encarcelados sin juicio previo bajo una ley antiterrorista, había pedido el boicot de la fiesta, si bien la asistencia ha sido similar a otros años.

Hindraf organizó el pasado mes de noviembre una manifestación para protestar por lo que considera discriminación de la minoría indio-malasia en el país, y la Policía respondió con cañones de agua y gases lacrimógenos.

La población de Malasia, con unos 27 millones de habitantes, está dominada por la comunidad malaya, el 50,4 por ciento, la de origen chino, el 23,7 por ciento, la aborigen, el 11 por ciento, y la india 7,1 por ciento.

La mayoría de los indios en Malasia son de origen tamil y fueron transportados por los británicos a principios del siglo XX, durante la época colonial, para trabajar en las plantaciones de caucho.