Los sabios de las encuestas vaticinan empate técnico PSOE-PP

MADRID.-  Los primeros espadas de la sociología y la política de este país comentaban ayer por la tarde en Madrid, tras la entrega del Premio Nacional de Sociología al sabio José María Maravall, la asombrosa situación de "empate técnico" entre el PSOE y el PP. Los expertos, a instancias de los asistentes que creaban corrillos de copa tras el acto, aventuraban -siempre con prudencia y poniéndose tiritas- que la diferencia a favor del PSOE no supera los dos puntos o dos puntos y medio, según una de las más prestigiosas cabezas de la demoscopia. Otro sabio del asunto alzaba la diferencia a favor del Gobierno Zapatero a tres puntos o tres puntos y medio; y un tercero, antes de irse, hablaba de un virtual empate técnico, siempre con uno o dos puntos a favor del PSOE.

(EFE)

La Infanta Cristina posa junto a la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y el profesor José María Maravall.

Algunos presentes veían con pesimismo que Rajoy acceda al Gobierno todavía con la sombra de Aznar y murmuraban el ya famoso enorme error de Zapatero. A saber, la mayoría de los consultados, algunos presentes en el homenaje a Maravall, le aconsejaron el pasado verano que adelantara las elecciones al otoño, octubre o noviembre. La situación sería ahora muy diferente si les hubiera hecho caso. Los análisis sobre los datos que manejaban incluían, según uno de ellos, el efecto Gallardón-Esperanza contra el PP. Sin embargo, otro sociólogo de lujo apuntaba que el desgaste de Rajoy por el caso del alcalde de Madrid ha sido ya contrarrestado por la rapidez con que ha calado la idea de crisis económica entre la ciudadanía. Aunque el propio Maravall ha sostenido en sus estudios que la inflación y la economía no influyen en el voto, algunos defienden que esa aseveración es cierta, salvo cuando la subida de precios afecta a bienes de primera necesidad, como el pan y la leche, alimentos que, ahora, han subido y mucho.

Siete de la tarde en el Ritz

En una misma sala se sientan los más prestigiosos sociólogos y estudiosos de la ciencia política de este país, los expertos demoscópicos, los sabios de las encuestas que se publican en los medios de información. Fernando Vallespín, director del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS); Julián Santamaría, el que fuera el gurú de los famosos sondeos secretos de Alfonso Guerra; José Juan Toharia, el hombre de Metroscopia y fundador del Instituto Demoscopia; el catedrático y ex ministro de Universidad de Adolfo Suárez Luis González Seara, la ex directora del CIS Natalia Rodríguez-Salmones, el peculiar sociólogo y amigo de todos Julio Carabaña o el más peculiar aún Carlos Moya.

Sólo un tipo como José María Maravall podía ejercer tal poder de convocatoria y unanimidad entre personajes tan diferentes. El primer ministro de Educación de Felipe González, el hombre que universalizó la educación en este país, es uno de esos intelectuales estilo Renacimiento que quitan los complejos a los españoles nacidos en la dictadura. Maravall ha enseñado en Cambridge, Harvard y Oxford, por citar algunos nombres. Es miembro de la British Academy y publica en las editoriales extranjeras más prestigiosas del mundo. Un representante de lo que es la aristocracia de la inteligencia en la transición de este país, que encima ha sido --y es-- un político comprometido . Fue su amigo y compañero Joaquín Arango quien hizo la laudatio de Maravall, destacando su entrega al estudio de la democracia y a sus pasiones, la sociología y la actividad política.

Pocas veces se ha dado el caso de que en un premio de estas características, las palabras elogiosas de Arango, Vallespín, la infanta Cristina o la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega sonasen auténticas. Fue De la Vega la única que se empeñó en despejar los nubarrones que corrían por los pasillos. Ella tiene casi tanta fe en la victoria del PSOE como el propio José Luis Rodríguez Zapatero, que está seguro de la mayoría absoluta, según sus íntimos.

La sensación de tristeza y regreso al pasado se acentuaba a la salida del Ritz, cercanas ya las nueve de la noche. El pianista negro del Ritz, vestido con chaqueta blanca, -¿les suena un tal tócala otra vez Sam?- tocaba una desganada melodía, bajo la mirada atenta de las lujosas y maduras señoras que finalizaban su té, cotilleaban el modelo de la infanta Cristina y la vicepresidenta del Gobierno. "Tan flaca no puede ganar", murmuró la dama arrugada frente al pianista.