Ellas dan la cara por sus maridos infieles; en España no lo harían

La historia no es nueva. Político anglosajón, preferentemente estadounidense, se ve inmerso en un escándalo sexual. Pueden ser de diversa índole: prostitución, affair, homosexualidad. Después, el político en cuestión agacha las orejas y comparece públicamente para pedir perdón por haber sido malo y/o renunciar a su cargo público. A su lado, impertérrita, manteniendo el tipo, está su mujer que, aunque pueda parecer sorprendente, no le ha estampado la cabeza contra el atril desde el que su marido está orando. Y casi siempre es así. Según el psiquiatra Benito Peral, sucede en Estados Unidos porque en su cultura puritana el pecador que reconoce su error es visto con compasión. En los países latinos "ninguna mujer se haría esa foto".

Shannon Stapleton (REUTERS)

Silda, junto a su marido Eliot Spitzer.

Y, obviamente, no son mujeres sin posibles ni cultura, vamos, que no dependen materialmente de sus maridos. La esposa de Eliot Spitzer tuvo éxito como una combativa abogada corporativa graduada en la Facultad de Leyes de la Universidad de Harvard, crió los tres hijos del ex gobernador de Nueva York y siempre ha respaldado las aspiraciones políticas de su esposo. Incluso ahora, que sabe que su marido contrató los servicios de una prostituta a unos mil dólares la hora, según el New York Times, y que se había gastado más de 80.000 dólares en sus caprichos 'puteros', le perdona, le apoya y se hace la foto a su lado en el momento de su renuncia. La belleza y distinción de Silda habían contribuido a convertir a la pareja en una de las más apreciadas y de mayor poder en Nueva York. Curioso, poco antes de convertirse en primera dama le contó a un entrevistador que había consultado a la senadora Hillary Rodham Clinton sobre la manera de mantener a su familia en la esfera privada. Aunque quieran parece que ninguna de las dos lo ha conseguido.

Las fotos de ellas

El matrimonio McGreevey

La imagen de Silda Spitzer junto a su marido podría ser un flashback de lo ocurrido en 2004, cuando Dina Matos McGreevey envuelta en perlas y con su traje de chaqueta azul de Chanel, permanecía junto a su marido, entonces gobernador de Nueva Jersey, James McGreevey, quien anunciaba que era «un homosexual americano» y renunciaba a su cargo. Silda, también con perlas y su chaqueta azul estilo Chanel, permaneció, helada, al lado de su marido, cuando este pedía perdón.Lo coincidente es que los dos políticos optaron por la corbata de rayas rojas y blancas y traje oscuro.

El matrimonio Vitter supera su crisis compareciendo.

No nos olvidaremos nunca de la mujer que está luchando con Barack Obama por ser la candidata del partido demócrata en las próximas elecciones estadounidenses, Hillary Clinton. En 1998, ataviada con vestido y perlas, permaneció junto a su marido, el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, quien dijo sobre Monica Lewinsky: «Yo no mantuve relaciones sexuales con esa mujer. Sólo mantuve un tratamiento inapropiado».

Larry Craig junto a su esposa.

La mujer del ex senador de Idaho Larry Craig, Suzanne, permaneció de pie en silencio junto a su marido, cuando este negaba el pasado verano haberle propuesto a un hombre mantener relaciones sexuales en los baños de un aeropuerto. Su expresión, eso sí, permaneció escondida tras unas oscuras gafas de sol. El senador renunció a su cargo.

Wendy Vitter, esposa de David Vitter, republicano de Louisina, dijo de su marido que era «su mejor amigo» y que el perdón era «la elección apropiada» para ella. David había pedido disculpas por un supuesto escándalo sexual. Lo sorprendente es que Wendy había afirmado años atrás que ella habría actuado como Lorena Bobbit en lugar de como lo hizo Hillary Clinton en el caso Lewinsky. ¿Qué tendrá la política que inclina a todas las mujeres al perdón?

Carlita Kilpatrick, sentada junto a su marido, el alcalde de Detroit, Kwame Kilpatrick, tocaba su rodilla mientras él públicamente pedía perdón a su familia por unos mensajes con alto contenido sexual que había intercambiado con su principal ayudante. Dijo: «Sí, estoy enfadada, dolida y decepcionada. Pero no hay duda de que amo a mi marido».

Kwame y Carlita Kilpatrick, se dan la mano ante las cámaras.

Lee Hart, la mujer del senador de Colorado Gary Hart que fue relacionado en 1987 con la modelo Donna Rice durante la campaña presidencial, insistió a los medios: «Si Gary dice que no ha pasado nada, es que no ha pasado nada».

El juego de poderes y la verdad, las claves

Hillary Clinton en una conferencia de su marido en 1998, cuando negó haber mantenido relaciones sexuales con la Lewinsky.

Según el psiquiatra Benito Peral, «hay que tener en cuenta que son hombres poderosos. El factor intereses puede influir». Aún así, asegura que la clave está en la verdad, ya que los países en los que la religión predominante es la protestante, existe un «auténtico fanatismo por la verdad». Según Kant, el valor supremo era la verdad. «Eso implica que no se puede mentir ni siquiera para salvar la vida de un inocente".

Para Peral, «el hecho de que el hombre reconozca su 'pecado' y dé la cara, en una cultura tan apegada a la verdad, despierta compasión». Nosotros, los latinos, pensamos: «Hay que ver los cuernos que lleva esa mujer, cómo puede permanecer ahí al lado de su marido». La sociedad puritana americana asume que el débil es el 'pecador'. «Las mujeres de nuestro país no harían ese paripé», apunta el psiquiatra. Hillary, por ejemplo, «no quedó mal y hoy lucha por ser presidenta de Estados Unidos». En ese momento, cuando estuvo de pie y apoyó a su marido, ella era la poderosa. Él, en cambio, el que había caído del pedestal, el que se encuentra en posición de debilidad. «El juego de poder está presente», concluye Benito Peral.

Expuesto el asunto, planteamos varias cuestiones: ¿Qué sucedería en un caso parecido en España? ¿Y si fuera al revés, si fuera una mujer política la que engaña a su marido? ¿Cómo actuaría nuestra sociedad? ¿Existen casos pero no se han hecho públicos?