Paso a recitarles la alineación de aquel Real Oviedo de 1988 que supo mojarle la oreja al Mallorca de Ezaki, Orejuela y el Paquete Higuera para ascender a la máxima categoría del fútbol español. Aun a riesgo de llorar como un hooligan cuando se acaba la bebida y confiando en que sirva para inaugurar una nueva y arqueológica sección en el blog que espero se alimente de vuestras aportaciones, ahí van los nombres de unos héroes que encontraron su sitio en una época en la que el bigote y la melena gitana eran moneda común por esos campos de dios.
Poco dudosos de metrosexualismo
Viti: Un gato para lo bueno y para lo malo. Capaz de practicar con la misma naturalidad la estirada más felina y quedarse dormido, ronroneando debajo del larguero, hasta recibir el correspondiente chicharro. Aun así siempre lo preferí a no blood Zubeldia y a día de hoy aun diseño las camisetas de portero de los monigotes en mi Pro Evolution idñenticas a aquella Kelme amarilla de Viti. Y el bigote le daba un plus.
Gorriarán. Baste esta canción que se entonaba en el Tartiere a ritmo de la banda sonora de Bioman (o al menos yo la entonaba) para definir al bravo defensa azul. Muchos hombres ansían tener, su cabeza y su mujer, Gorriarán Gorriarán, ¡defensa del Oviedo!. Pese a su cafrismo estético es un tipo culto.
Luis Manuel. Central con cara de no haber roto ni un plato en su puta vida, hoyuelo en la barbilla included, que los hinchas teníamos en buena estima. Y es que atesoraba (vaya verbo) gran clase aunque todo el mundo le recuerda más que nada por un marcaje al Maradona de la época sevillista, esto es, uno de los Maradonas más inoperantes que se han visto. Llegó a internacional.
Vili. No puedo juzgarle más allá de lo que me cuenta mi padre pero es un histórico del club que debutó en el 79 y se chupó, temporada tras temporada, aquellos pésimos años del Oviedo en Segunda. Luego, en la promoción contra el Mallorca se lesionó grave y le sustituyó Ricardo Bango. Fue igual, subimos.
Sañudo. No, no mejor, El Tuto Sañudo. Hay futbolistas que saben hacer tonterías con la pelota e incluso alguno de ellos logra colocarla en la red de vez en cuando. Sañudo no era de esos, la marca Sañudo era huevos, huevos y de postre huevos. Y un bigote a medio camino entre el de Panenka y el de Super Mario.
Tomás. Rebautizado por mi padre con el mucho más acertado Tomasón. La imagen, más bien el tamaño de imagen en la zona de la cabeza de Tomás, habla por si misma. Aun así todos recordamos aquel golazo al Atlético de Madrid desde el centro del campo.
Berto. Que puedo decir de un personaje que cuando más falta hacía, cuando el Oviedo desaparecía, no tuvo mejor ocurrencia que fichar por el equipo inventado para suplentar al que le dio de comer toda la vida. Que corría, que lo daba todo en cada partido, que no metía un gol ni al alevín del Gijón. Pues también.
Elcacho. Me gustaba Elcacho con sus rizos a lo Valderrama y su cara de robot. Lo cierto es que el tipo se las vio con los Butragueños, Kikos y Laudrups de la época y no lo hacía nada mal.
Hicks. Chapacú, Chapacú, eso es lo que le gritaba la grada al paraguayo que sin duda es uno de los nombres más recordados en la historia del oviedismo. Es dificil juegar bien a esto de la pelota siendo de Paraguay pero el Chapacú lo conseguía. Siempre acompañado de su mela al más puro estilo El Puma.
Thompson. Keith, como el roquero malo que vive de que es un crápula y un cafre. Pero en negro y delantero inglés. ¿Se acuerdan de las naderías de Cunningham en el Madrid?. Pues el mismo regusto nos dejo este en Oviedo. Eso si, impactaba verlo en un tiempo donde los morochos no abundaban en la liga española.
Carlos. Todo lo que he escrito sobre Berto se le puede aplicar a este sujeto pero elevado a la máxima expresión. Un arribista de categoría mundial. Aun así, fue mi ídolo siempre. Un goleador como la copa de un pino, seguramente el mejor de españa durante algunas temporadas, al que nunca se le valoró en su justa medidad. Con velocidad, remate fino y toda la picardía del mundo. Hasta parecía que moría por los colores.
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