Se acerca el momento de la verdad. Ya queda poco para que azulgranas y red devils pisen el césped del Estadio Olímpico de la capital italiana para pelear durante (al menos) 90 minutos por levantar la Copa de Europa. Sería la cuarta del United, que ha vencido en las tres finales que ha disputado. Para el Barça, amén de redondear con el triplete una temporada de ensueño, supondría la tercera Copa de Europa. El balance culé en la máxima competición continental es hasta ahora de dos victorias en cinco finales.
Berna 1961. Benfica 3 - F.C. Barcelona 2
El Barcelona, que ya había ganado dos Copas de Ferias, alcanzó su primera final de la Copa de Europa en la sexta edición. Un año antes, en su primera participación, había alcanzado las semifinales, perdiendo con un Real Madrid cuyo dominio en Europa estaba a punto de expirar, no sin antes golear al Eintracht de Frankfurt en la mayor exhibición que se recuerda en una final. La revancha no tardó en llegar. En la temporada 1960/61 los azulgranas eliminaron a los madridistas en los octavos de final y, tras deshacerse del Spartak Hradek y Hamburgo, se plantaron en la final, donde esperaba un Benfica en el que no jugaba aún el gran Eusebio.
El Barça tenía un gran equipo, en el que destacaba su tripleta húngara, formada por el extremo Czibor, el goleador Kocsis y el gran Ladislao Kubala, ya en la recta final de su carrera. Pero por encima de ellos sobresalía un extraordinario Luis Suárez que, en la plenitud de su carrera, ejercía de creador de juego en el centro del campo.
La final fue dominada por el equipo culé, pero los errores de un habitualmente sobrio Ramallets y la mala suerte de cara a puerta (hasta cuatro veces golpeó el balón en el palo) condenaron al Barça y encumbraron al Benfica. Después de esta final, el Benfica, ya con Eusebio, viviría una década dorada en la que jugaría otras cuatro finales. El Barça, por su parte, dejó escapar a Suárez rumbo a Milán y tuvo que vivir una travesía del desierto de 25 años sin jugar una final.
Sevilla 1986. Steaua Bucarest 0 - F.C. Barcelona 0 (2-0)
Después de tantos años de espera, la oportunidad se presentaba inmejorable. La final se jugaba prácticamente en casa y el rival era un semidesconocido equipo rumano, el Steaua de Bucarest, sin apenas jugadores de renombre -acaso Mario Lacatus- que oponer a los Migueli, Schuster, Carrasco o Archibald que formaban en el cuadro entrenado por Terry Venables.
Sin embargo, los rumanos supieron llevar la final a su terreno y convertirla en un partido feo y trabado, con pocas ocasiones. Ninguno de los contendientes fue capaz de inaugurar el marcador en 120 minutos y se llegó al desenlace desde el punto de penalti. Entonces volvió la leyenda negra del Barça en la Copa de Europa, aquella que hablaba de los malditos postes de Berna. Los barcelonistas no fueron capaces de marcar ni uno de los cuatro lanzamientos. El guardameta rumano Duckadam, héroe por un día, fue deteniendo uno a uno los disparos de Alesanko, Pedraza, Pichi Alonso y Marcos Alonso. A pesar de la gran actuación de Urruti, que paró dos penaltis, el Barça se quedó una vez más sin la Copa.
Londres 1992. F.C. Barcelona 1 - Sampdoria 0
El 20 de mayo de 1992 el barcelonismo vivió en Wembley el que probablemente es su momento de mayor gloria. Johan Cruyff había vencido las dos últimas ligas con un equipo que practicaba un fútbol alegre y ofensivo. Zubizarreta era un seguro bajo palos; un joven Guardiola era el referente en el medio campo; Eusebio, Bakero y Beguiristáin aportaban experiencia y madurez; y el trío de extranjeros (Koeman, Laudrup y Stoichkov) marcaba, con su indiscutible calidad, la diferencia.
El camino a la final no fue sencillo. El Barça estuvo a punto de caer en octavos de final ante el Kaiserlauten. El 2-0 en el Camp Nou en el partido de ida fue contrarrestado por los alemanes en la vuelta, colocándose 3-0. El partido estaba prácticamente finalizado cuando un balón colgado de Koeman fue rematado por Bakero, logrando un gol -recordado últimamente a raíz del tanto de Iniesta al Chelsea- que clasificaba directamente al Barcelona para la siguiente fase, una extraña liguilla de cuartos ideada por la UEFA cuyo vencedor obtenía el pase directo a la final.
Barcelona y Sampdoria -con Vialli y Mancini como estrellas- fueron los finalistas de Wembley. Los 90 minutos del partido, tenso y nervioso, finalizaron con empate sin goles. Mediada la segunda parte de la prórroga, cuando el fantasma de los penaltis de Sevilla sobrevolaba el ánimo de la afición culé, Eusebio fue derribado en la frontal del área. El libre indirecto, tocado por Stoichkov y Bakero, es golpeado por Koeman y, tras sobrepasar una imperfecta barrera, se estrella contra la red, haciendo inútil la estirada de Pagliuca. El ya mítico gol de Koeman, inspirador de una de las mejores canciones de Los Planetas, dio al Barça su primera Copa de Europa, ahuyentando definitivamente el fantasma de la mala suerte blaugrana en las finales.
Atenas 1994. A.C. Milan 4 - F.C. Barcelona 0
Si Wembley fue el cénit del dream team, Atenas se convirtió en su tumba. Los cuatro goles de Massaro (2), Savicevic y Desailly fueron cuatro puñales en el corazón de un equipo que, a pesar de que acababa de ganar su cuarta liga consecutiva gracias al fallo de Djuckic, a partir de ese momento inició un irreversible proceso de descomposición.
La base del Barça era la misma que dos años antes había ganado el trofeo, con la adición del brasileño Romario, pero se encontró desarbolado ante un rival superior. El Milan no era ya el equipo que había maravillado durante el último lustro practicando con increíble precisión el achique de espacios. Ni Sacchi, ni Gullit, ni Van Basten, ni Rijkard estaban ya en el equipo. Pero Capello había aprovechado la poderosa línea defensiva y, con el francés Desailly como pulmón en el centro del campo, había montado un equipo robusto y organizado complementado por la calidad de Boban y Savicevic.
El Barça se vio superado en la final de principio a fin pon un Milan arrollador donde destacaron un sensacional Savicevic y un omnipresente Desailly que se multiplicó en la parcela ancha. Cruyff aún entrenaría al Barça durante dos temporadas más, pero no es muy aventurado afirmar que el 18 de mayo de 1994 fue el principio del fin del dream team.
París 2006. F.C. Barcelona 2 Arsenal 1
Catorce años después, el Barcelona llegaba de nuevo a una final con otro holandés, Frank Rijkaard, en el banquillo. Tras derrotar al Milan en la semifinal, el rival en la final era el Arsenal de Wenger, con una interesante mezcla de veteranos (Henry, Pirès, Ljunberg, Gilberto Silva) y noveles (Cesc, Hleb, Eboué). El Barcelona, con Xavi lesionado, se basaba en la claridad de Deco en la medular, la fantasía de Ronaldinho y la voracidad goleadora de Etoo.
La temprana expulsión de Lehman (minuto 18) puso la final de cara para el Barça. Sin embargo, el gol de Sol Campbell en el 37 dio alas a los ingleses, que pudieron sentenciar el partido a la contra. Etoo calmó la ansiedad barcelonista con un gol en el 76. Entonces surgió el héroe inesperado. El lateral Belleti, que había sustituído a Oleguer mediada la segunda parte, marcó el gol de la victoria. El protagonismo que parecía reservado para un desdibujado Ronaldinho terminó recayendo en el actor de reparto menos pensado.
Aquel equipo de Rijkaard, que parecía llamado a repetir este tipo de gestas durante varios años, se desmoronó de forma incomprensible. Sin embargo, sólo 3 años después, Guardiola, con la base instaurada por el técnico holandés, vuelve a llevar al Barcelona a una final de Champions. En breve sabremos si se trata de la tercera final ganada o de la cuarta perdida. La historia continúa.
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