BOSTON (ESTADOS UNIDOS).- El uso de la bicicleta. La defensa de las huertas comunitarias. El aprovechamiento de la basura doméstica para la elaboración, en los propios hogares, de compost o abono orgánico…No importa lo peregrina o trascendente que sea la causa, en Boston siempre parece haber una plataforma -al menos una- dispuesta a sostenerla.
La última de estas cruzadas ciudadanas de la que ha tenido noticia este corresponsal es el empeño de varios grupos del área metropolitana de la capital de Massachusetts para promover, con la acostumbrada vehemencia, el consumo de agua del grifo en detrimento del agua embotellada.
Sus promotores pretenden cargarse de razones al aludir al coste extra que entraña la comercialización en botella del llamado oro azul, a la cantidad de residuos plásticos que acarrea su envasado, al despilfarro energético que conlleva su procesamiento y a su más que discutible salubridad.
Varios estudios de probada solvencia alegan que, en demasiadas ocasiones, el agua envasada resulta menos segura que el líquido que nos llega por las tuberías, debido a los elevados niveles de arsénico que contiene y a la presencia de bacterias y otros contaminantes.
"El agua embotellada es mala para los contribuyentes, es mala para el medio ambiente y es mala para los sistemas de agua pública", resumen enfáticamente desde Corporate Accountability International, una ONG establecida en la ciudad de los Celtics y los Red Sox que ha lanzado una campaña a escala nacional bautizada 'Piensa fuera de la botella'.
Además de alentar a los consumidores a cambiar sus hábitos, la iniciativa, que ha recibido numerosos apoyos, persigue un objetivo muy preciso. Confiando en el poder disuasorio que a posteriori podría tener la decisión entre las empresas privadas, pretende lograr que los gobiernos municipales anulen los contratos con las compañías proveedoras de agua embotellada, de manera que todas las fuentes y los dispensadores en las dependencias y oficinas públicas sean de grifo.
De momento, Cambridge y Somerville, dos de las principales localidades en el área del Gran Boston, han recogido el guante. En la municipalidad de Beantown todavía deshojan la margarita, aunque ya se han comprometido a estudiar la idea y a reducir, al menos, la compra de botellas.
La campaña Think Outside the Bottle ha encontrado eco además en algunos restaurantes locales, que han renunciado al beneficio que reporta el vender agua de marca. Pero lo más destacable es que el ejemplo -compromiso de las autoridades incluido- empieza a cundir en otras urbes como Salt Lake City o Minneapolis.
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