Transnets, por Francis Pisani
De los gadgets a las redes
Desde luego, el iPhone 3G no está hecho para mí... pero tengo uno.
Empecé por malvender el anterior...
Luego compré el aparato, firmé el contrato lambda, y me he encontrado con un teléfono móvil verdaderamente decepcionante.
En cuanto al contrato, son 10 dólares más al mes que con la versión anterior, y los SMS no están incluidos. También aquí la culpa es sólo mía, porque ya sabía todo eso.
Aparte de mi propia insensatez, me he dejado engañar.
Primero, la red del 3G. Incluso en San Francisco y la zona de la bahía, se parece más a un colador que a una malla bien tensada. En mi casa no hay, ni en un radio de 2 o 3 kilómetros. La tarjeta que acabo de descargarme del sitio de la compañía (y que había mirado antes de comprar) induce a creer en una cobertura local, pero completa. Mentira.
Thomas Hawk (que piensa exactamente lo mismo y da cinco razones para no comprar la nueva versión) estima que menos de la mitad de la ciudad tiene cobertura y que, en los sitios con acceso, la conexión puede ser terriblemente lenta.
Es probable que la situación sea mejor en Europa.
Y luego está la batería, tan resistente como un viejo asmático en las últimas. Quien se dedique a navegar un poco por la mañana corre un riesgo considerable de quedarse incomunicado a media tarde. Es lo que le ha pasado hoy, por ejemplo, a Dominique Piotet, mi coautor. El gabinete de análisis Gartner lo confirma y piensa que éste podría ser un serio obstáculo para su adopción por parte de las empresas (junto a ciertos problemas de seguridad).
Algunos me lo habíais advertido. Ya lo sé. Estaré más atento la próxima vez...
PS: Para mí, que escribo las fechas en el orden año-mes-día (y que no pretendo vivir hasta el próximo siglo), hoy se escribe 080808. Resulta que es un día de entente cordial, porque, en los tres sistemas de datación a los que estoy expuesto (el americano, el europeo y el que les encanta usar a los geeks), la fecha se escribe exactamente de la misma forma.
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Francis Pisani es periodista independiente hasta el punto de hacer de ello una filosofía. Vive desde 1996 cerca de San Francisco y de Silicon Valley y escribe sobre todo lo que concierne a las tecnologías de la información y de la comunicación. Adora los blogs, los gadgets y las redes. Colabora en:
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