SAN PETERSBURGO (RUSIA).- Como las matrioshkas, las ciudades rusas guardan muchos secretos y pasadizos dentro de sí. Lo que nadie espera, una vez hallado el corazón del animal, es que éste sea tan dulce como una fábrica de chocolate.
Una anciana frente a la fábrica de Krupskaya.
Si no me creen, paseen por el decadente barrio de Dostoyevskaya o el sucio y caótico Ligovsky prospekt, seguro que no aguardan la sorpresa que les espera en una perpendicular de la 'ulitsha' o calle Marata: una fábrica de chocolate que produce más de 18 toneladas al año del preciado alimento traído a Europa por Hernán Cortes en 1528, y donde trabajan más de mil personas.
La marca Krupskaya (Socialisticheskaya Ulitsa 21) fue oficialmente creada en 1938, y hace dos años la compró el grupo noruego Orkla. No obstante, varios ancianos peterburgueses han confirmado a Soitu que la fábrica ya existía antes de la revolución bolchevique, y que en 1938 simplemente cambiaron el nombre y la volvieron a poner en marcha. Rusia ya es el tercer país en consumo de chocolate, tras Estados Unidos y Gran Bretaña, pero es un mercado difícil y con una fuerte competencia (Ferrero, Krasnky Oktyabr, Mars, Cadbury, Korkunov, Nestlé, Lindt…), y Krupskaya tiene que exportar el 75% de su producción; sus principales compradores son Alemania e Israel.
La primera vez que vine a San Petersburgo, hace más de cuatro años, me alojé en el ya inexistente hotel California, a unos metros de la fábrica. Hacía un frío del carajo y cada vez que llegaba al hotel sentía un sospechoso olor a chocolate, en medio de tanta y tanta nieve, ancianos vendiendo en la calle y edificios en ruinas. Ahora vivo aquí y la ciudad ha cambiado, pero una sospechosa sonrisa sigue apareciendo por mi rostro cuando paso por la ulitsha Marata.
Un anuncio de chocolates Krupskaya.
A pesar de tener recientes las navidades, no estamos empachados de dulces. Como no tenemos corresponsal urbano en Moscú que nos cuente la historia de Alenka (Krasny Oktyabr), la fábrica de chocolate situada cerca del Kremlin, prometo una redención de blynis y pyskis —los dulces típicos de la ciudad— en un futuro artículo.
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Nunca hubiese pensado que en San Petesburgo pudiese fabricarse chocolate. Mi "vicio" favorito. No dudaré en pasarme por allí cuando visite la ciudad. +
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