El jueves 22 de enero Pe suspiró. "Nominadas al Óscar a la Mejor Actriz Secundaria: Penélope Cruz, Viola Davis, Amy Adams, Taraji P. Henson y Marisa Tomei". Kate Winslet, la enemiga a batir había ascendido de categoría. ¡Yupi!. Ya no le aguaría la fiesta como en los Globos de Oro.
'Stripper' ¿irredimible? en 'The wresler'
Viola y Amy van por 'La duda' y se quitarán votos entre sí y Taraji no es nadie, pero ¿y Marisa Tomei? "Está no me gana ni de coña", podría pensar la actriz madrileña. Al fin y al cabo ya le dieron un Óscar con olor a tongo en el 92. Entonces, ¿qué puede tener esta mujer que le impida a Penélope seguir este año los pasos de Bardem?
Si le preguntamos a la propia Tomei si le haría ilusión ganar un segundo Óscar, probablemente tardaría unos segundos en contestar. No sería falsa modestia sino pura honestidad. Históricamente, se ha dado más de un caso de actores a los que no les ha sentado muy bien ganar un premio de la Academia, pero pocos tan sonados como el de la actriz neoyorquina. Ella puede presumir de ser la única a la que la cosa se le empezó a torcer desde el mismo momento en el que recogió la estatuilla. Hace ya 17 años de aquello, así que más vale recordar la historia: Tomei competía —como este año en la categoría de Mejor Secundaria— con un extravagante papel —su personaje atendía al nombre de Mona Lisa Vito, nada menos— en una intrascendente comedia llamada 'Mi primo Vinny'. Entre sus contrincantes se contaban Vanessa Redgrave (por 'Regreso a Howard’s End'), además de Joan Plowright, Miranda Richardson y Judy Davis. Repito: Vanessa Redgrave.
El encargado de entregar el premio aquel año fue el difunto Jack Palance, quien al leer el nombre de la única actriz norteamericana entre las nominadas armó la marimorena. Una 'donnadie' recién salida del mundo de la televisión se había impuesto a cuatro grandes monstruos de la escena británica. Los periódicos del día siguiente ya hablaban de teorías conspiratorias. Éstas atendían a dos vertientes:
Sea como fuere, y a pesar de que la Academia negó por activa y por pasiva cualquier error, el Óscar de Tomei se quedó con ese halo de duda para siempre.
¿Cómo afectó la controversia a su carrera? Difícil decirlo. En los años inmediatamente posteriores a recibir el galardón se rodeó de buenos padrinos, como Richard Attenborough ('Chaplin') o Norman Jewison ('Sólo tú'), pero no consiguió llegar al estrellato. Pudo ser que nadie se creyera su premio o simplemente que nadie lo tuvo demasiado fácil en Hollywood en la primera mitad de los noventa (recordemos, la época que encumbró a Kevin Costner).
En la segunda mitad le fue aún peor. Sin llegar a caer en el ostracismo, decididamente parecía gafada. Debido a que no encontraba su sitio en el 'mainstream', se asoció con directores independientes de prestigio (Michael Winterbottom, Tamara Jenkins, Mira Nair), pero siempre para participar en obras menores ('Bienvenidos a Sarajevo', 'Los suburbios de Beverly Hills', 'Cuando salí de Cuba').
Marisa no se ha ido tapando con los años sino todo lo contrario
El cambio de milenio si que le sentó bien a Marisa. Mantenerse en la senda del cine independiente empezó a dar sus frutos y le trajo una nueva nominación por 'En la habitación', el muy premiado drama de Todd Field. Para entonces la actriz contaba ya con 37 años y no estaba para desaprovechar el tirón, así que le perdonamos que se entregara a banalidades comerciales durante gran parte de la primera mitad de la década. ('El gurú del sexo', '¿En qué piensan las mujeres', 'Ejecutivo agresivo'). Parte de nuestra disculpa tiene que ver con que en 2005 volvió a sus raíces independientes, y de qué manera. Primero fue 'Factótum', a mayor gloria de Bukowski/Matt Dillon, y luego 'Antes que el diablo sepa que has muerto', donde demostró una vez más que es una actriz empeñada en seguir una carrera atípica, enseñando lo que no ha enseñado nunca a sus 43 años.
Siguiendo con la faceta de enseñar, el rol que le ha conseguido su tercera nominación al Óscar a Marisa Tomei puede despedir sobre el papel un inequívoco olor a topicazo: 'stripper' madura que exhibe su cuerpo para dar de comer a su hijo. Es eso, sí, pero su galería de matices en 'The Wrestler' ofrece mucho más. Su angustia vital, capacidad para el autoengaño y vacío existencial rivalizan con los del andrajoso luchador interpretado por Mickey Rourke, pero, parafraseando al crítico del Chicago Sun Times Roger Ebert, "Marisa Tomei parece tener algo realmente bueno dentro de su corazón que imbuye a su personaje de calidez y simpatía". Te la quieres creer como posible ángel redentor, por mucho que no tenga madera para ello. Es un papel tan antioscarizable que te apetece que gane. Sin desmerecer a 'Pe', por supuesto.
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