BRISBANE (AUSTRALIA).- Si eres como yo, y oír la palabra ‘cucaracha’ te pone ya la carne de gallina, imagínate una que fuera casi tan grande como la palma de tu mano. La cucaracha nativa australiana Macropanesthia rhinoceros es un bicho que, como su nombre científico sugiere, tiene tamaño más de mamífero que de insecto.
Gracias a Dios, no las vas a ver, en cualquier casa de Brisbane, cuando enciendas la luz de la cocina de madrugada o debajo del frigorífico. En realidad es difícil observarlas, porque pasan la mayor parte de su vida excavando madrigueras, que pueden estar a una profundidad de hasta un metro. De ahí el otro nombre por el que se las conoce: 'la cucaracha gigante de las madrigueras'. Originarias de los bosques de eucalipto del norte de Queensland, estas cucarachas no están consideradas como peste, sino como heroínas del reciclaje, ya que juegan un papel vital en el ecosistema del bosque tropical.
Donde sí las puedes encontrar es en la habitación de algún 'australianito' que ha convencido a sus papás de que le compren esta insólita mascota. El Australian Insect Farm, por ejemplo, vende un 'kit' con tres cucarachas rinoceronte por 35 euros. No tienen alas y sólo requieren un tanque de tamaño medio con un poco de tierra arenosa y hojas secas de eucalipto por alimento. Realizan unas doce mudas hasta alcanzar el tamaño adulto, y pueden vivir hasta 10 años, llegando a pesar unos 35 gramos (¡lo que las convierte en las cucarachas más pesadas del mundo!). Según dicen, son excelentes padres, que cuidan de sus vástagos en la madriguera hasta que son lo suficiente fuertes como para cavar las suyas propias. Lo que parece que no hacen es encariñarse con sus dueños, pero, como dicen, el amor no se puede comprar.
¿Tú te comprarías una cucaracha? Yo bastante tengo intentando librarme de las que encuentro al natural. Viniendo del frío clima del norte de la península tengo que reconocer que nunca había visto muchas hasta llegar a Australia, pero, para mi horror, enseguida me puse al día. La verdad es que para ser justos las especies nativas australianas no son las que dan más quebraderos de cabeza; esas se quedan generalmente en el jardín y de algunas hasta casi podría decirse que son bonitas. Las introducidas, sin embargo, venidas en su mayoría de Asia, se adaptaron perfectamente a la vida doméstica australiana, encontraron la humedad y el calorcito que les gusta y no hay quien las eche de casa.
Carreras de Brisbane.
Las Periplaneta australasiae son enormes (¡miden unos 3.5 cm.!), de color marrón rojizo, tienen tres pares de patas peludas, alas traslúcidas, antenas larguísimas y lo que parece un ojo en el tórax. Todo el mundo ha tenido una historia con ellas. Una amiga de mi suegra contaba que invitó a alguien a tomar un café en su casa y que, cuando fue a servir el agua para el café, salió una cucaracha muerta por el pitorro del hervidor del agua, cayendo en la taza que estaba llenando. Yo me acuerdo de que, cuando era madre primeriza, fui a la habitación de mi tierno bebé, que estaba durmiendo, y me encontré con una cucaracha gigantesca bajando por la pared a la que estaba pegada la cunita. En verano, incluso en los restaurantes más ‘posh’, no es raro estar sentado en la terraza y verlas corretear de aquí para allá, como quien no quiere la cosa.
Pero, como en todo, el que no se consuela es porque no quiere, y, ¡cómo son los australianos!, uno de los eventos más famosos del Día de Australia en Brisbane, por ejemplo, son las carreras de cucarachas del The Story Bridge Hotel.
Según cuentan, la cosa empezó con dos clientes del pub, que empezaron a discutir qué barrio tenía las cucarachas más rápidas. Por supuesto, dicho y hecho, decidieron hacer la prueba al día siguiente y, desde hace 28 años, la carrera tiene reglas muy simples: se colocan las cucarachas numeradas (¡lo que no es fácil tarea!) debajo de un cubo en el medio de la pista circular y, después de levantar el cubo, la primera en llegar a la orilla gana. Si vuelan, quedan descalificadas. Hay también carreras de obstáculos, en las que se utilizan mangueras a modo de valla para poner a prueba el talento de las cucarachas. No hay apuestas; puedes comprar una cucaracha por cinco dólares o traerla de casa, y hay que pagar otros cinco para entrar en la carrera. La ganadora recibe un trofeo y las segunda y tercera reciben premios en metálico ($25 AU y $15 AU respectivamente). Todos los beneficios se donan a Variety, una organización benéfica para niños. Muy loable, pero todavía no estoy convencida.
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