'Los abrazos rotos' es una obra profundamente rica para el análisis, pues es una radiografía de nuestro más condecorado director y además un collage de géneros. Los amantes del manchego pueden estar tranquilos: su esencia permanece.
La distancia entre los abrazos rotos y romper en abrazos es abismal. Los dos impulsos se entrelazan en la última película de Almodóvar. Una secuencia representa con sutileza el icono del título: las sábanas sudario que envuelven los cuerpos en un coito visualmente en 'off'. En el lecho yacen y gimen el amante carcamal, José Luis Gómez, y su mantenida, la estrella, que en el oficio responde al nombre de Severine. Curiosamente, frente a la fuerza estética de esta secuencia, las imágenes que aparecen en la promoción están publicitadas al estilo hollywoodiense. Ellos sabrán, director y estrella, qué es lo mejor para vender su producto. Al fin y al cabo asistimos a la fusión de dos artistas que ostentan el Óscar.
Lo ha dicho Almodóvar al presentar oficialmente su película a la prensa. En sus casi dos horas de melodrama hay amor, un poco de 'noir' —por cierto lo que funciona peor— y amor al cine. Mucho amor al cine encierra 'Los abrazos rotos'. Lo vemos en las referencias, especialmente a Rosselini y 'Viaggio in Italia' que viene a ser la contra-metáfora de la parte de la historia que centra el argumento. Penélope haciendo de Lena, la mujer de pasión auténtica, junto a ese cineasta que interpreta Lluís Homar. Él es, por otra parte, un realizador sin realizar a causa de la ceguera sobrevenida ¿por accidente? También hay alabanza del séptimo arte en la evocación de esas mujeres al borde de un ataque de nervios en forma de 'Chicas y maletas'. Una auto-referencia dentro de 'Los abrazos rotos' que protagoniza Carmen Machi en un momento —ya al final— de ruptura de la tensión dramática del nudo central. La concejala antropófaga es el anverso cómico de nuestros políticos y por eso resulta genial, más incluso en esa secuencia que en el cortometraje-monólogo de la excitada cómica, haciendo de insatisfecha sexual.
Lo confieso, a mí me ha gustado porque le soy fiel a Pedro Almodóvar, aunque a 'Los abrazos rotos' le veo los defectos de siempre. Ya sé que sus guiones son muy suyos. No le vendría mal al director, tan creativo y original, que alguien le puliera esos argumentos tan personales. Toca demasiados palos y el hilo se le va de las manos a costa de la emoción. Nada que objetar al trabajo de sus actrices fetiche, las ya citadas y Blanca Portillo, o sus fieles Chus Lampreave y Rossy de Palma. La complicidad juega a favor de la historia. Por eso se salva y gusta, a los que nos guste, a pesar de los pesares. Es nuestro cine de mayor proyección, es Almodóvar y habrá que ir a verla aún a riesgo de que nos decepcione.
Valoración: 7/10
No se puede decir que esta última entrega de Almodóvar carezca de carácter desmelenado y truculento: pérdida de la visión, enfermedades terminales, celos, prostitución, muerte violenta. Ni que omita otros rasgos también característicos: el elemento petardo, el humor inteligente pero grueso, cierto toque vulgar que se adhiere (conscientemente a veces, otras no) a determinados personajes. Lo tiene, pero poco. Almodóvar llama a lo personal y, en consecuencia, lo personal responde: el hule de la mesa de cocina, los rulos, las señoras en bata, el hombre en camiseta y/o en pijama, el inconfundible olor a familia, que tanto recuerda al profesor Siletzky celebrando volver a respirar el aire de la GESTAPO —familia, al fin y al cabo, es donde uno prescinde de maneras y no es preciso andar con miramientos—, los dramones (tan del gusto de las amas y los amos de casa): todo eso es Almodóvar y los que lo vivieron, como él, en sus carnes morenas, lo disfrutaron, unos, y otros no veían el momento de salir escapados; aún así, a muchos de este grupo Almodóvar les gusta.
'¿Qué he hecho yo para merecer esto?' —¿se puede hacer mejor?—, 'Mujeres al borde de un ataque de nervios' —una comedia espléndida—, ‘Todo sobre mi madre’ —siempre que logre uno superar ventosidades y, por encima de las ventosidades, la risa que provocan en los protagonistas—: Almodóvar. Aquí está más discreto. Además, la tragedia que cuenta, sobre todo la posibilidad de 'reescribir' un trozo malogrado de tu vida, enmendar lo que estropeó —por sí mismo o por mediación de otros— el pasado, tiene una entidad que en otras ocasiones igual ni se pretende. Sin embargo...
La panoplia de 'guiños', que acaban por resultar molestos. Los tramos caprichosos. El elaborado folletín, que luego se resuelve un poco en falso. Es más difícil hablar de lo que nos importa que hablar de lo que amamos o lo que nos divierte. Sin embargo, si es eso lo que se ha propuesto Almodóvar, esperemos...
Valoración: 7/10
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