En su toma de posesión, Patxi López recitó dos poemas: uno en euskera de Kirmen Uribe, y otro en castellano de Wisława Szymborska. En una comunidad donde la cuestión de las lenguas es de todo menos inocua, gestos como éste, que algunos han interpretado como una declaración de intenciones encaminada a la conciliación y la convivencia, se miran con lupa. Pero más allá de su simbología política, la nueva hornada de nombres que van poniendo cara al cambio histórico que vive el País Vasco ha hecho surgir el debate: ¿deben los políticos vascos aprender a hablar euskera con fluidez?
Dos que no hablan.
La primera en levantar la liebre fue la nueva presidenta del parlamento, la 'popular' Arantxa Quiroga.Tras su elección, el entonces viceconsejero en funciones de política lingüística, Patxi Baztarrika, dijo que le parecía lamentable que no conociera el idioma y que se trataba de un hecho que no ayudaba en el proceso de normalización y convivencia lingüística". Baztarrika afirmó también que, en su opinión, era fundamental que personas "referentes en la sociedad" como ella hicieran uso del euskera.
Y es que Quiroga, a partir de ahora, además de moderar un debate parlamentario que transcurre en las dos lenguas que cohabitan en el País Vasco, se convierte en representante de una Administración que exige a sus funcionarios conocer y utilizar este idioma. Lo mismo le sucede al nuevo lehendakari que, a pesar de que lleva años aprendiéndolo, no termina de sentirse cómodo con él y ha sido objeto de burla de algunos nacionalistas por ello. Bajo su mandato, las polémicas políticas lingüísticas que ha desarrollado el PNV podrían dar un giro de 180º, pero López sigue teniendo una asignatura pendiente con el euskera.
"El grado de conocimiento que se tenga con la lengua se deja ver en muchas cosas, como el nivel de pensamiento o el ideológico, por eso conviene cuidarlo", dice Patricio Urquizu, miembro de la Academia de la Lengua Vasca. Este filólogo vasco opina que la persona que ocupe el puesto de lehendakari, como primer representante de la ciudadanía, debe saber manejar correctamente la lengua vasca. "Pero por desgracia, en la clase política esto no abunda", apostilla. Ni siquiera el PNV se libra. "No ha habido ningún presidente que fuera un buen conocedor de la cultura vasca: Garaikoetxea aprendió bastante bien, pero de modo deficiente y Ardanza, aunque era un euskaldún viejo, no lo había cultivado mucho", afirma. ¿E Ibarretxe? "Era muy flojo, a los que somos de oído vascoparlante, nos era un sufrimiento escucharle", añade. Y es que el recién desalojado lehendakari aprendió el idioma cuando ya era inquilino de Ajuria Enea.
600 horas de trabajo —es decir, una hora diaria durante casi dos años— son suficientes para obtener las nociones básicas y poder mantener una conversación "mínima y digna" en euskera
Sin embargo, Ibarretxe salió muy bien parado a este respecto en el debate televisado previo a las elecciones autonómicas del pasado 1 de marzo. Frente a contendientes como Antonio Basagoiti (PP), el propio López, Javier Madrazo (Ezker Batua) o incluso Unai Ziarreta (del nacionalista Eusko Alkartasuna), su nivel era notablemente superior. ¿Por qué los políticos vascos no son capaces de dominar el euskera? ¿Se puede seguir alegando la dificultad de este idioma cuyo origen continua siendo un misterio y que no guarda ninguna similitud con el castellano? Según un sondeo de la viceconsejería de política lingüística, el 67% de los castellanohablantes ha intentado aprender euskera en algún momento de su vida. Más de la mitad de los participantes en la encuesta mencionaron su dificultad como principal el obstáculo para no hacerlo y opinaban que conseguir dominarlo siendo adulto era "casi imposible".
Para Urquizu, ese dicho de que "ni el diablo lo pudo aprender" no es más que "un viejo tópico" y "un chiste malo". Y pone un plazo: 600 horas de trabajo —es decir, una hora diaria durante casi dos años— son suficientes para obtener las nociones básicas y poder mantener una conversación "mínima y digna" en esa lengua. La muestra de que es posible aprenderla y correctamente, para el académico, es que diversos escritores y personajes del mundo de la cultura la han sabido manejar no sólo con soltura, sino con arte. Es el caso de Jon Mirande, uno de los poetas más relevantes de la literatura vasca del siglo XX y que no aprendió euskera como lengua materna, a pesar de utilizarla como idioma dominante en sus versos.
Quizás por ello la falta de dominio de algunos políticos resulte tan llamativa. Para Urquizu, lo que verdaderamente hizo daño en el caso de Quiroga no fue que no hablara vasco, sino las palabras que empleó cuando se le preguntó por sus dificultades en el dominio de este idioma, cuestión a la que respondió diciendo que tendría que "desempolvar el euskera". "Demuestra poca sensibilidad y delicadeza hacia las lenguas", critica.
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