Lautaro Correa no duda en calzarse las botas con ruedas cada vez que va a trabajar. Como él, mucha gente en Barcelona utiliza los patines más allá de la diversión: lo hacen para moverse por la ciudad. Este domingo, la Ciudad Condal celebra la popular Fiesta de la Bici y los Patines, que reúne a todos los que prefieren dejar el coche aparcado y apostar por un medio de transporte no contaminante.
Lautaro suele ir al trabajo en patines. No le importa combinarlo con su traje de chaqueta y corbata
Si bien Barcelona es una de las ciudades de España mejor preparadas para las bicicletas, también lo es para los patines. Muchas personas como Lautaro cogen a diario estas botas con ruedas para ir a trabajar o a la Universidad. Es el caso de Eva, Oriol o Gustavo. Todos se conocieron en las clases gratuitas que organizan los monitories profesionales de la Asociación de Patinadores de Barcelona (APB). El objetivo: promover los patines como un medio divertido pero también útil para desplazarse por la ciudad. Te contamos sus historias.
"Barcelona me invitó a patinar cuando llegué", asegura Lautaro. Este argentino sólo llevaba un mes en la ciudad cuando le regalaron sus primeros patines. "Un modelo de Decathlon, de unos 30-35 euros, fue mi regalo de Año Nuevo, y desde entonces no paro de moverme sobre estas pequeñas ruedas", cuenta este patinador, que se quedó asombrado de cómo se movía la gente en esta ciudad cuando llegó de Buenos Aires. Lautaro trabaja en una compañía de seguros y tarda 15 minutos en llegar a la oficina patinando. En muchas ocasiones lo hace también vestido de traje y corbata, y con sus protecciones incluidas. "Siempre voy protegido con guantes, codilleras, rodilleras, casco e incluso luces, y aunque al principio me molestaba 'esta armadura', me acostumbré pronto. Ahora no cambio los patines por otra cosa a no ser que haga un calor excesivo", afirma.
Cuando el calor aprieta, mejor quitarse la chaqueta
Gustavo Noseaun es otro argentino que llegó a Barcelona hace 22 años. Desde entonces se calza sus patines de cuatro ruedas para moverse por la ciudad. "Un día decidí probar, y aunque me maté a golpes, aprendí solito. Ahora me cuesta más andar que patinar", asegura este patinador de 52 años. Gustavo va a trabajar en patines, y muchas veces los combina con otros medios de transporte. Lo cierto es que para él es muy cómodo porque tiene unos acoples con ruedas que se fijan a la bota y son muy fáciles de quitar y poner: "cuando me bajo del tren acoplo los patines y salgo pitando", explica. Para este patinador que ha vivido casi la mitad de su vida en la Ciudad Condal, una de las mayores ventajas de estas botas con ruedas es su versatilidad. "Puedes subir o bajar una acera, meterte por sitios donde una moto o una bicicleta no pueden. Aquí la carrocería eres tú y por donde pasas tú, pasan los patines. La bici es un poco más trasto", explica. A pesar de la edad, Gustavo reconoce sentirse como un chaval cuando coge los patines. "Además de ser un ejercicio muy bueno para el corazón, la sensación de patinar es como ir sobre algodones, haces kilómetros sin darte cuenta y realmente te cambia la vida".
Con algunos años menos pero con la misma gran afición, Oriol Sánchez es un fiel defensor de los patines. Estudiante de la Escuela de Hostelería de Barcelona, este joven de 17 años está acostumbrado a calzarse este medio de transporte para ir cada día hasta el restaurante donde tiene las prácticas. Y todo se lo debe a su padre, quién hace tres años le enseñó a moverse sobre estas pequeñas ruedas. Según Oriol, desde su casa hasta el restaurante donde trabaja hay unos 5 ó 6 kilómetros y con los patines tarda unos 30 minutos: "patinando llego antes que si tengo que esperar el metro o el autobús porque no estoy limitado al horario del transporte público; además es divertido, te relacionas con la gente y no tienes problemas para aparcar, como a veces pasa con la bicicleta". Sólo una pequeña pega: patinar requiere un esfuerzo físico y al final acabas sudado. Un problema que este joven tiene ya resuelto: "en el restaurante hay duchas". Oriol cumplirá el próximo 27 de junio la mayoría de edad y ya sabe cuál será su regalo: unos nuevos patines.
Para Eva Santos los patines se han convertido en una verdadera necesidad. Hace dos años, esta barcelonesa de 38 años sufrió un grave accidente de moto que le dañó la espalda. "Lo primero que hice después del accidente fue vender la moto", cuenta Eva, quien reconoce haber cogido mucho miedo a moverse por la ciudad. "Aunque llevo patinando desde hace siete años, lo cierto es que no fue hasta después del accidente cuando me propuse calzarme los patines para moverme más a menudo por la ciudad. Con la bicicleta me duele mucho la espalda y los únicos que me hacen sentir cómoda son los patines. Es verdad que aún tengo un poco de miedo cuando bajo los bordillos —por si me caigo de culo—, pero voy aprendiendo poco a poco a moverme con estas pequeñas ruedas".
Los patines son para todas las edades. A la izquierda está el joven Oriol de 17 años. A la derecha, Gustavo, con 52.
Eva trabaja en el sector de la hostelería y sólo tarda 15 minutos andando desde su casa a su lugar de trabajo. Sin duda, los patines son una buena opción para hacer ese trayecto en aún menos tiempo. Eva admite que si pudiera iría incluso a hacer la compra con los patines si la dejaran entrar al supermercado. "Uno de los problemas con el que nos encontramos los patinadores es que no podemos entrar en algunos lugares como tiendas o restaurantes, por eso, siempre que puedo llevo en el bolso un par de zapatillas por si necesito cambiarme". Eva está muy segura de lo que busca: "quiero comerme el mundo subida a los patines".
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