LOS ÁNGELES.- Por fin lo que conseguido y he logrado estrenarme en la 'Lucha Vavoom', un espectáculo que mezcla la lucha libre mexicana con el 'burlesque', y que se celebra entre dos y tres veces al año en el teatro Mayan al sur del Downtown de Los Ángeles. Construido en 1927, el Mayan es un edificio emblemático en el eje de Broadway que ha llevado el eclecticismo en el diseño al nivel de fantasía deliciosa. Decorado con estucos y relieves de inspiración maya a todo color, no deja atrás a los decorados del Hollywood de los cuarenta.
'Lucha Vavoom' no es barato, los precios oscilan entre los treinta y cinco y sesenta y cinco dólares. Afortunadamente me invita un amigo, Javier, un veterano del evento y experto en lucha. Caminando hacia el teatro paso una fila de coches de los cincuenta y sesenta 'tuneados'. Son los míticos 'low riders', una tradición con larga historia tanto en la comunidad chicana como en la afro americana. Aunque llego tarde en la puerta todavía queda un nutrido grupo que hace cola para entrar: rockabetties latinas con flores en el pelo, rockeros, artistas tatuados, chicas boom y crooners de vario pelaje. Algún estudiante flipado y mexicanos y mexicanas 'fresa' se mezclan con este muestrario del Los Ángeles bizarro. Un conjunto mariachi más que decente nos ameniza la espera.
Una vez dentro, cerveza en mano y usando codo, conseguimos colocarnos cerca del ring. Esto de estar cerca de un ring me da un poco de aprensión, pero suena Chichi Peralta y me relajo, con 'Procura coquetearme más' de fondo, nada malo puede pasar. El presentador del evento –la voz en inglés de Sponge Boob- sale ataviado con un traje chaqueta azul celeste que parece sacado de una película de El Santo. Sus chistes acerca de las interpretaciones del americano medio sobre el 'Sinco de Maio' tienen gracia. En este contexto el gorro mexicano que luce deja de ser un complemento ofensivo para convertirse en una inteligente herramienta de ironía. Más tarde veremos una versión reducida del mismo, bueno, dos, cubriéndole el tema pezón a Lux Lacroix, una de las bailarinas. Teniendo en cuenta la que se puede armar en este país cuando un pezón rebelde sale al aire, esto del tapapezones cobra seria importancia.
Pezones aparte, los espectáculos de striptease y burlesque resultan ser brillantes; estupendas bailarinas y drags con habilidades circenses que lucen conjuntos inspirados en las mejores mujeres Vargas con un punto cafre y que diseña personalmente la creadora del evento, Lee. Es con Lee con quien acabamos sentados en la esquina donde las bailarinas, encantadoras todas, esperan su siguiente número. Lee nos explica que, cuando comenzaron, invertían mucho dinero en traer a los mejores luchadores, pero que tras varias sesiones se dieron cuenta que a este público no le importa demasiado la calidad de los contrincantes siempre y cuando la máscara sea buena y el personaje atractivo.
Después de la primera pelea entiendo por qué: los 'Pollos', un trío de luchadores, no hacen las mejores piruetas ni las llaves más sofisticadas, pero con su traje de plumas y su máscara con pico, 'Pollito' es adorable y, cuando 'Los Calaveras' lo lanzan fuera del ring, es inevitable corear: "levántate Pollito, levántate". Esto es puro circo. El último combate cuenta no obstante con un peso pesado de la lucha libre: Blue Demon Jr., hijo del mítico Blue Demon. En la mascara sobria y la entrada solemne se siente que este es un luchador que se toma en serio a sí mismo. Blue Demon es un 'técnico', o sea, de los buenos. Los 'rudos', es decir, los malos, serán para esta pelea El Chupacabras y Doctor Maldad. El combate tiene de todo: saltos al público, jugadas sucias, un golpe al árbitro y la retirada de una exaltada joven que desde la primera fila le lanza un vaso al Doctor Maldad.
Finalmente vence el bien y la saga legendaria acumula una nueva victoria. Que todo sea falso no parece importarle a nadie, el público lo celebra con igual entusiasmo. Al fin y al cabo se trata de eso, la complicidad consciente en una artificialidad sofisticada que conoce sus referentes y sabe utilizarlos con gusto y cariño. En esta celebración de lo más bajo y glorioso de la hibridación bastarda que nutre el 'camp' angelino, bien cabe un gorro mexicano. ¡Que viva la lucha 'Lucha Vavoom'!
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