"Have you ever squatted an airport? Berlin / 20.06.2009?". Ése es el escueto e inquietante mensaje que, impreso sobre pequeños y cuadrados adhesivos pegados a lo largo y ancho de la capital alemana, ha venido llamando la atención del berlinés mínimamente observador durante los últimos meses. Tras unos primeros instantes de dudas, el observador menos avispado empieza a sospechar que los movimientos de izquierda, y la red de casas okupas y proyectos de viviendas alternativos están detrás de las pegatinas. Y en efecto, así es.
Tempelhof está acorazado contra okupas.
El aeropuerto de Tempelhof cerró sus puertas como tal en octubre del año pasado tras un larguísimo debate sobre su destino e incluso una consulta popular no vinculante sobre el asunto. Acababa así la historia de una institución con 86 años de historia, clave en los puentes aéreos para abastecer a la parte occidental durante los bloqueos soviéticos del 48 y el 58. Daba comienzo el debate sobre qué hacer con el imperial conjunto de edificios construidos por el régimen nacionalsocialista y con las alrededor de 380 hectáreas liberadas del tráfico aéreo y situadas en el medio de la ciudad.
Berlín es una capital atípica: con alrededor de tres millones y medio de habitantes, cuenta con una serie de espacios impensables en otras grandes ciudades europeas. Su amplitud arquitectónica, sumada al hecho de que muchos edificios quedaron sin uso tras la caída del muro, permite que los berlineses cuenten con numerosos espacios libres de especulación y cemento. Sin embargo, la ciudad está sufriendo una transformación lenta pero sin pausa. Una transformación con la que no todo el mundo está de acuerdo.
Squat Tempelhof es un colectivo que ha decidido convocar una espectacular acción para el próximo sábado: ocupar los terrenos del aeropuerto con una masa ciudadana descontenta con el futuro que posiblemente le espera al espacio. El Senado de Berlín planea mantener la mayor parte central de las pistas para convertirlas en un espacio verde, y alrededor construir un centro de "nuevas tecnologías", un complejo "de cultura, medios y economía creativa", y viviendas que ofrecerán la posibilidad "de vivir en medio de la ciudad y al mismo tiempo en un espacio verde". El proyecto urbanístico ha sido bautizado con el desasosegante nombre de Tempelhofer Freiheit (algo así como "libertad tempelhoferiana").
Aprende técnicas de ocupación.
Para entender el discurso del colectivo Squat Tempelhof es fundamental comprender el concepto de 'gentrificación'. Julia, una de las activistas, lo explica de manera muy ilustrativa durante una jornada pública en la que los promotores de la acción entrenaron técnicas para el asalto del ex-aeropuerto: "El proceso es el siguiente: habitantes del centro de la ciudad son expulsados a los márgenes por no poder hacer frente a los costes de vida cada vez más altos. Suele ocurrir en barrios habitados por la clase trabajadora cuyas viviendas están deterioradas. En un momento dado llegan a esos barrios los llamados pioneros: estudiantes con poco poder adquisitivo, o artistas y diseñadores en busca de espacios baratos para trabajar. Cuando los barrios se ponen de moda, entran en escena los gentrificadores: gente con mucho dinero para invertir, renovar y poder hacer así más dinero".
Hay barrios berlineses ya gentrificados donde Squat Tempelhof tiene poco que hacer: Prenzaluer Berg o Mitte son dos buenos ejemplos. Pero el aeropuerto está enclavado entre los distritos de Neuköln, Kreuzberg-Friedrichshain y Tempelhof-Schönefeld, donde sigue viviendo mucha gente que no encaja en el modelo urbanístico gentrificador. Gente que, como apunta Julia, comienza a estar cansada de que los precios de los alquileres sean cada vez más altos y que la ciudad le esté dando la espalda.
El colectivo no esconde que tiene sus raíces en los círculos de izquierda y alternativos, pero no pretende que la acción se convierta en un intervención antisistema marginal. Su objetivo es que los ciudadanos de los barrios tomen conciencia de su derecho a decidir sobre algo que les concierne directamente y actúen en consecuencia. La okupación, si triunfa, podría suponer un buen golpe de mano cívico que sirva para replantear el debate sobre el futuro del espacio, y quizá también para democratizarlo. Para ello, Benjamin, otro de los activistas, afirma (quizá de forma algo optimista) que el colectivo cuenta con la participación de 10.000 personas el sábado. Y entre ellas no sólo habrá berlineses, sino también ciudadanos procedentes de otros países europeos, como Dinamarca o Francia.
Ante una acción evidentemente ilegal, ¿qué hay de los posibles enfrentamientos con la policía? "Obviamente también lo tenemos en cuenta, pero nuestro único fin es ocupar pacíficamente el espacio y no enfrentarnos a los agentes. Para evitarlo proponemos la misma fórmula que la policía berlinesa dice ofrecer durante la manifestación del 1 de mayo en Kreuzberg: la de la mano extendida". Julia remata la frase entre carcajadas.
Muchos medios berlineses han alarmado a la población sobre posibles nuevos disturbios en el corazón de la ciudad. Frescas siguen las imágenes de violencia del último 1 de mayo o los peores disturbios de la última década ocurridos en Rostock hace un par de años con motivo de la reunión del G8 en Heiligendamm. Pase lo que pase el sábado, no parece que este tipo de colectivos estén dispuestos a cejar en su empeño de intentar evitar que Berlín se convierta en otra Barcelona u otro París. Para ello, seguirán usando sus mejores armas: marketing urbano-cibernético de guerrilla, descarado ingenio y también una buena pizca de humor.
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