No se construyen casas, ni edificios de ningún tipo, la obra pública escasea, hay construcciones paralizadas, y son muchos los sacos de cemento que se acumulan en los almacenes. Así las cosas, los gigantes del sector se plantean echar el cierre a alguna de las casi 40 fábricas que hay en el país, aunque son decenas las que ya trabajan a medio gas. Para empresas como Cemex, Cementos Portland, Holcim o Lafarge, entre otros fabricantes de este producto sin más aplicación que la construcción, Pepiño Blanco, el ministro de Fomento, es su "única esperanza".
El puerto exterior de A Coruña lleva cemento.
Y es que el otrora floreciente negocio de la edificación —tanto de casas como de otros inmuebles— cae en barrena desde que estalló la burbuja. En los primeros meses de 2009, la superficie a construir muestra un descenso superior al 50% respecto al mismo periodo de 2008, según los visados de los colegios de aparejadores y arquitectos técnicos. Eso sin contar con las obras que se han quedado en el esqueleto, el importante stock de viviendas sin vender, las restricciones que todavía se mantienen en el mercado crediticio, y el aumento del desempleo; todos ellos factores que juegan en contra de una posible dinamización del mercado residencial. Y, mientras no se resuelvan, "parece difícil que pueda activarse la construcción en edificación", dicen los cementeros.
La obra pública tampoco parece ser un salvavidas al que agarrarse, al menos de momento, pues refleja una bajada del 13,6% desde enero. Y eso contando con que la puesta en marcha del Plan E ha significado "un notable aumento en la licitación de las administraciones locales", dice la patronal, Oficemen.
El futuro no parece mucho más halagüeño. Según Aniceto Zaragoza, director general de Oficemen, "el elevado déficit público al que van a llegar las cuentas de las administraciones públicas, debido tanto a la disminución de los ingresos como al aumento de los gastos, no permiten vislumbrar, de momento, un horizonte en donde la obra pública compense de forma importante el descenso de la actividad constructora por la caída de la edificación".
El panorama se complica por el elevado coste eléctrico —"con subidas brutales desde el verano pasado", según Zaragoza—. Y es que las cementeras pagan desde julio de 2008 "un 80% más por la energía que hace dos años", se quejan desde el sector. La pelota lleva meses en el tejado del Gobierno, que, de momento, no mueve ficha.
Ante esta coyuntura económica, la patronal prevé un descenso del consumo de cemento de entre el 33% y el 35% para final de año, retornando a niveles próximos a los de 1997, con cifras en torno a los 600 Kg por habitante, un dato que está a años luz de los 1.266 Kg/hab consumidos en 2007, e incluso de los casi 936 del año pasado, pero que todavía supera la media de la UE de 505 Kg/hab.
Las fábricas de cemento ralentizan su producción.
Para hacer frente al problema, los productores de este material han apostado por cuatro líneas de actuación:
Al norte, al sur, al este y al oeste, son varias las factorías que han ralentizado su producción, como reconoce Ángel Luis Heras, vicepresidente de Oficemen y director general corporativo de Cementos Portland Valderrivas. Y es que ni el hecho de que las importaciones se hayan reducido drásticamente y las exportaciones se hayan duplicado, alcanzando los 2,3 millones de toneladas en el último año, arregla las cuentas de las empresas del sector. No hay demanda, y ante eso, no se puede hacer nada.
"Hasta ahora hemos intentado adaptarnos al entorno económico sin destruir empleo, haciendo que nuestras plantillas asumieran tareas que hace meses prestaban terceros, como el mantenimiento de los hornos o simples trabajos de mecánica y limpieza", explica Heras. Pero el panorama se está complicando tanto, que los directivos del sector confiesan que "será difícil salir de la crisis sin la toma de medidas estructurales"; es decir, no descartan echar el cierre a alguna que otra fábrica. ¿Qué pasará entonces con las más de 6.900 personas que viven del cemento en nuestro país?
Según José Antonio Guijarro, coordinador del sector cementero de MCA-UGT, "la situación es preocupante", pero descarta que haya nuevos cierres de aquí a final de año. Nos comenta que ya se han cerrado "4 ó 5 centros de trabajo pequeños", y que ésa es la tendencia: "se dejarán las factorías más grandes, aquellas que produzcan en torno al millón de toneladas y que mejor se adecuen a las exigencias medioambientales", comenta.
Y es que, nos explica, "las plantillas de las fábricas están muy ajustadas, y la mano de obra sólo supone un 11% del coste total de la producción de cemento, mientras que la obtención de energía suma un 45%". Por eso considera que es de ahí de donde antes reducirán los empresarios del sector. Una máxima que nos reconoce Aniceto Zaragoza.
Todos son conscientes de que el ritmo de "sobreproducción" llevado hasta hace unos años "era insostenible" —éramos el primer país del mundo por consumo de cemento per cápita, y ahora seguimos los primeros del ranking a nivel europeo—. Ahora, "los hornos van más lentos, se les exige un rendimiento menor, y, por tanto, el consumo energético también baja".
Algunos edificios en construcción emplean el cemento en sus fachadas.
Antes de realizar estos ajustes, los ojos del sector están puestos en el Gobierno, pero sobre todo en su ministro de Fomento, del que esperan acelere los procesos de licitación y ejecución de la obra pública. "Ahora más que nunca el Ejecutivo debe marcarse como una prioridad las inversiones en obra civil, y debe facilitar la financiación privada como mejor aliado para que, en el medio plazo, no se resienta el déficit presupuestario", afirma el director general de Oficemen, quien no se muestra excesivamente pesimista respecto al futuro a largo plazo.
Pepiño no quiere defraudar a nadie, y desde su llegada al Ministerio de Fomento ha apostado por impulsar la obra pública. "Hay planes especiales para agilizar la inversión en estos momentos en que la situación es más crítica", nos indican desde su cartera. El empujón más importante llegará después del verano, pues el objetivo es "igualar el nivel de ejecución de años anteriores, que rondaba el 98%", nos explican, y eso teniendo en cuenta que para 2009 hay prevista una inversión de "19.000 millones de euros", de los que el tren de alta velocidad (AVE) se llevará el 50%.
Quizá por eso Zaragoza no duda en afirmar que "el cemento y España van a seguir intrínsecamente unidos". En su opinión, "la sociedad es cada vez más urbana, lo que implica infraestructuras cada vez más complejas, un mejor aislamiento térmico... y todo eso necesita cemento", sentencia Zaragoza. Eso sí, cada vez "más trabajado, de mayor calidad, con nuevas aplicaciones, en distintos colores..."
Como en la canción de El Consorcio, los cementeros resisten "aunque los vientos de la vida soplen fuerte, como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie", como las construcciones que se levantan con este material.
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