Pues muy sencillo: porque estamos acomplejados perdidos. A pesar de que en Madrid ahora tengamos el Triball o de que Barcelona se venda la ciudad más moderna de España, un paseo por nuestros barrios supuestamente ‘cool’ no tiene nada que ver con cualquier calle de Berlín, Londres o Copenhague. Y es que reconozcámoslo: el español medio está lleno de prejuicios respecto a la moda, lo reconozca abiertamente o no. En realidad no son muchos, pero los complejos que nos impiden tener un estilo más contemporáneo y menos clásico (o rancio, según se mire) son lo suficientemente fuertes como para permanecer enquistados en nuestra forma de vestir.
Y aquí la persona más moderna de España y más digna de aparecer en The Sartorialist.
Algo tan básico como la segunda mano sigue siendo prácticamente testimonial en España. Sí, hay mercadillos y honrosas excepciones de tiendas vintage como Holala, Lotta o Pepita is Dead, pero en general al español medio parece que le da ‘cosa’ comprar ropa y accesorios usados. Lo que es totalmente impensable es ya hacer mercadillos donde deshacerte de tus viejos enseres, algo muy arraigado en ciudades como Berlín y casi cualquier capital europea. De hecho conozco personalmente el caso de una persona que intentó organizar uno y apenas apareció nadie. ¿Vergüenza a mostrar nuestras viejas pertenencias? ¿Miedo a que alguien piense que somos pobres por comprar o vender allí? Sea como fuere, a las madres les sigue alarmando muchísimo que nos presentemos con un vestido de segunda mano, cuando en otros países son tan prácticos que cosas como la ropa de bebé -ésa que dura sólo unos meses- se la compran a la vecina antes que hacerse con todo nuevo.
Los hombres, ese hueso que siempre se le resiste a la moda española, son quizás los más acomplejados. Nuestros chicos se empiezan a cuidar, pero a la hora de vestir terminan por pecar de clásicos o aburridos. El motivo es muy sencillo: ¿y si piensan que son maricas? Prendas como las camisolas o accesorios como el bolso, muy habituales en el resto de Europa, aquí son prácticamente testimoniales. Las prendas arriesgadas, como el bolerito que lleva este danés, o mezclas de colores y estampados como las de este sueco no se ven mucho en el hombre patrio, que prefiere más el look Duque, mucho más machirulo. ¿Acaso podríamos determinar la orientación sexual de los dos chicos noreuropeos que hemos elegido para ejemplificar por su forma de vestir? Yo no.
En el caso de las mujeres, predomina el miedo a que alguien piense que no tienen mucho dinero, algo que deriva directamente de esos iconos de moda tan pijos e inanes que el Hola nos ofrece cada año. Claro, si todas aspiramos a parecer Isabel Preysler o Letizia Ortiz, lo normal será que busquemos lo más clásico e imperecedero de Zara que no parezca demasiado barato. O, si nos vamos a gastar más dinero, que sea igualmente intemporal para que nos dure unos años. Si éstas son las mujeres con el estilo más original que un blog de tipo coolhunting puede encontrar en España, apaga y vámonos.
Quizá por dos anteriores complejos han propiciado que nuestras zonas de moda alternativas sean un poco fiasco. El mismo Triball en Madrid tiene una dudosa procedencia, y venden locales a gente tan trendy como Lolita Flores para que venda sus toallas. El famoso Mercado de Fuencarral, que no se sabe si termina de cerrar o no, también tiene un destino de lo más incierto. En otros barrios españoles como Gràcia en Barcelona se puede ver cómo pequeños comercios de jóvenes diseñadores agonizan cada vez con menos clientes.
De hecho, hace dos años que Facehunter no pasa por Madrid y uno y medio que no hace lo propio en Barcelona. Por no hablar de que lo que más ha llamado la atención de The Sartorialist en España ha sido Jaime de Marichalar, todo un visionario visto lo visto... Mira de qué van vestidos nuestros jóvenes alternativos en esa biblia de la modernidad que es Lookbook.nu: de Zara, H&M y Lefties, y más de lo mismo, por no hablar de que sus looks tampoco matan por novedosísimos.
No gustan mucho las innovaciones ni los riesgos, quizá por temor a que fracasen, de ahí que lo que termine triunfando sea un calco de otro producto ya con éxito. El caso más claro y flagrante es el de la firma Desigual, en continuo crecimiento, pero que en realidad intenta emular tanto el estilo de Custo Barcelona que se ha tenido que enfrentar a una demanda legal. ¿Para qué crear algo nuevo si ya tenemos algo que funciona? Lo imitamos y ventas aseguradas. No nos podemos olvidar de que nuestra pasarela más importante, Cibeles, también está a años luz de emular a sus vecinas europeas. Otros certámenes más innovadores y que de verdad apoyan a los jóvenes, como 080, van despegando lentamente pero aún no tienen ni mucho menos el gran apoyo mediático que tiene la infinitamente más rancia Madrid Fashion Week.
En fin, siempre nos quedará viajar... ¿o no nos iría mejor si nos quitáramos las telarañas y dejáramos de pensar en el qué dirán? Seguro que sirve hasta de receta contra la recesión.
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