Si estás en Bombay, en los Dhobi Ghat (zona de Mahalaxmi) conseguirás seguro una de las fotos más memorables de tu viaje. En estos gigantescos lavaderos al aire libre, cientos de hombres (los llamados dhobis) lavan diariamente toneladas de ropa golpeándolas fuertemente contra las piedras. Por eso nosotros te proponemos que dejes esa "zona de seguridad" del turista típico y bajes a conocer cómo viven los habitantes de esta ciudad de lavanderos. No te arrepentirás, la experiencia no deja indiferente.
Aquí el trabajo se organiza alrededor de cubetas de agua.
Es un día soleado, y Samir, a quien hemos llegado a través de unas pequeñas vendedoras de souvenirs en la parte alta de los Ghat, se ofrece a hacer con nosotros una visita por la todavía hoy principal lavandería de Bombay. Estamos ante una auténtica ciudad donde viven alrededor de 2.500 personas, todas ellas dedicadas al trabajo de lavar la ropa. Son los 'dhobis', pertenecientes a una de las castas más bajas de la India y cuyo oficio se transmite de generación en generación en un círculo vicioso del que es difícil escapar. Y si no, que se lo pregunten a Samir quien ha conseguido cursar estudios de electrónica pero que el rígido sistema de castas le impide conseguir un trabajo como ingeniero.
Aquí el trabajo se organiza alrededor de cubetas de agua. En cada cubeta trabajan aproximadamente 10 personas (normalmente de la misma familia). Durante 16 horas al día golpean con inusitada energía las prendas de ropa hasta dejarlas limpísimas (puedo asegurarlo, sobre lo que no pondría la mano en el fuego es que la ropa lavada regularmente con este sistema dure mucho). Cada persona puede llegar a lavar cada jornada unas 200 piezas, una verdadera prueba física para ganar 100 rupias (3 euros aproximadamente) por día.
Nadie escapa a estas durísimas condiciones, ni Shiva, un niño de 10 años que trabaja en la cubeta de su familia después del colegio, ni tampoco el más viejo del lugar, un anciano raquítico de 75 años que lleva 45 golpeando las prendas con la misma destreza y energía que los demás. "¿Cómo lo aguantan?", le pregunto a Samir. "Porque toda la gente que trabaja aquí pertenece a la casta de los dhobis, el hecho de que nos hayamos dedicado a esto durante tantas generaciones nos hace especialmente resistentes para este trabajo".
La ropa queda limpísima, puedes estar seguro.
A continuación, las prendas se tienden por colores en un paisaje interminable que bien merece una instantánea. Continuamos la visita y llegamos a la zona de planchado. Las planchas son de carbón (la electricidad por supuesto no está al alcance de estos modestísimos lavanderos). Cada persona dedicada a esta labor es capaz de planchar unas 500 piezas al día.
Después del planchado, las prendas se colocan cuidadosamente en bolsas y se devuelven a sus propietarios. Todo el proceso dura unas 24 horas desde que se recoge la ropa. Me aseguran que su característico sistema de marcado impide que ninguna pieza se pierda."¿Seguro?", les pregunto. "Segurísimo, es infalible, nunca se pierde nada", me contestan.
Muchos hoteles, restaurantes, particulares... prefieren todavía hoy que estos lavanderos tradicionales se ocupen del lavado de sus prendas. El precio, imbatible, y la seguridad de una limpieza impecable hacen que los 'dhobis' sean responsables de la mayor lavandería de la ciudad de Bollywood. No obstante, son conscientes que el creciente uso de lavadoras empieza a cuestionar su forma de vida. ¿Cuánto queda? 10, 20 años… quizás mucho más en este país acostumbrado a desafiar cualquier lógica.
Cada persona es capaz de planchar unas 500 piezas al día.
"¿Después del trabajo que hacéis?", le pregunto a Samir. "Después del trabajo todos nos retiramos a casa". Las casas a las que nuestro joven amigo se refiere son unos cubículos cochambrosos construidos alrededor de las cubetas. En cada uno de ellos pueden llegar a vivir hasta 20 personas. Aquí no hay muchas diversiones, casi todo el mundo viene de las aldeas, trabajan durante 10 meses al año y ahorran el dinero suficiente para volver a sus lugares de origen durante dos meses. Ésa es la vida del 'dhobi'.
Termina la visita y como siempre me suele ocurrir en la India termino doblemente admirada, por el hecho de encontrar cosas así en pleno siglo XXI, pero sobre todo por la serena aceptación con que los indios se enfrentan a su destino, sin un ápice de resentimiento, solamente con una expresión de "qué se le va a hacer".
Pagamos la visita, 400 rupias, y Samir nos explica que todo el dinero conseguido con las visitas de turistas al Ghat pasan a formar parte de los ahorros de la comunidad. Este dinero servirá para ayudar a las familias en el momento de desplazarse en su migración anual a la aldea.
Así que no lo dudes, si estás en Bombay llama a Samir Malim. Estará encantado de llevarte a conocer la 'ciudad de los lavanderos'. Aunque ojalá no sea él quien os pueda guiar por sus intrincados pasadizos, eso querrá decir que quizás haya por fin conseguido su sueño de trabajar como ingeniero.
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