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Primera peli

  • O de cómo uno sigue sintiéndose, a esta edad, como si fuera a un examen final
Por GLOTONIOS
Actualizado 01-08-2008 09:51 CET

Hoy he presentado a mis jefes la primera de las cinco pelis que estamos haciendo con cocineros vascos (Hilario Arbelaitz del Zuberoa, Juan Mari Arzak de Casa Arzak, Martín Berasategi del Restaurante Berasategui, Andoni Luis Aduriz del Mugaritz y Pedro Subijana del Akelarre). He ido acojonado, como a un examen final de bachillerato, con el disquito DVD en el macuto, pero, por lo que han dicho después de la proyección, les ha gustado. Y mucho.

Se trataba de la peli de Hilario Arbelaitz, del Zuberoa de Oiartzun, (un dos estrellas Michelín que merece media docena), de una hora de duración, tal y como serán todas las demás, cuando las acabemos, si es que llega el bendito día. Se verán en emisión el próximo otoño en ETB, aunque la intención es también ir vendiéndolas por ahí. En el extranjero, quiero decir.

Yo no sé de números, pero por los equipos de alta definición que hemos utilizado, por las horas de grabación y por los colegas de lujo con los que he contado (Josu Erguin en la producción ejecutiva, Oskar Alegría en el guión conmigo y en la subdirección, Juanfe Garcés en la realización, Juantxo Sardón en la cámara…), supongo que nos hemos gastado una pasta. No quiero ni saberlo. Y uno,que lleva más de 20 años de televisión —generalmente haciendo el minga—, todavía tiembla ante la primera ocasión profesional de dirigir un largometraje con el objetivo de explicar la cocina que hace un gran cocinero. No es nada fácil, os lo juro.

Lo de los cocineros está más o menos resuelto: los cinco han sido galardonados y reconocidos, me encanta cómo cocinan, son de lo mejorcito…, pero una hora de tele no es broma. Ni mucho menos: la teoría dice que a los 20 minutos decae la atención del espectador, que son necesarios recorridos en el tiempo y en el espacio, etc. Que cada cosa tienen su truco, vamos.

Yo nunca he estudiado para esto, ni cinematografía ni leches, pero con Hilario Arbelaitz ha sido fácil: se explica maravillosamente. Es un poeta en el fondo y en la superficie. Además hemos metido a un pintor madrileño, Rafael Muyor, que ni Robert de Niro lo hubiera hecho mejor. También aparecen Joxemari, el hermano de Hilario, un fiera de la comunicación, un perro setter, un gato morrofino…

No tengo tan claro lo que puede suceder con los demás protagonistas de la serie, con los otros cuatro, quiero decir, ya que un cocinero no está obligado a ser buen comunicador. Es otra historia. Aunque según vayamos avanzando en posproducción (lo que se llama montaje en cine), supongo que me iré tranquilizando. Pero, insisto, estoy acalambrado con la responsabilidad del proyecto, ya que un asunto es conocer y admirar sus cocinas, y otro, muy diferente, ser capaz de contarlo como es debido y sin aburrir a medio mundo.

El curro es el curro

Hasta el momento, no la he gozado demasiado con esta oportunidad extraordinaria: el curro es el curro. Tantas horas de esto y de lo otro, planito por aquí, planito por allí… Para un ansioso inquieto como yo, es una tortura esto del género documental.

Aun así, ya empiezo a creérmelo. No lo hemos debido hacer del todo mal. De hecho, de vuelta de la reunión, acabo de ver la peli en mi casa, con más tranquilidad. Descalzo, con los dos perritos con el hocico pegado al cristal del jardín. Asuntos muy importantes estos dos: estar descalzo y la atención de los canes, para poder comprobar la entidad real de las cosas.

Así que, además, he organizado una especie de cineforum endogámico, moviendo para ello sillas, butacas y tresillos en nuestra casa. De tan nervioso que estaba, no he acertado con la clavija del audio, y el asunto ha sonado como ha querido. A carraca, vamos.

He invitado a padres, madres, suegras, cuñadas y espíritus santos. Al final de la peli que han mirado con paciencia, respeto y en silencio, me han felicitado. Han dicho: ¡Bravo! Eres la hostia, chaval.

Y, como digo, he empezado por fin a creérmelo: dos orejas y el rabo. Pero no me fío del todo, soy así de desconfiado: la familia siempre opina a favor de uno, haga lo que haga este uno. (Doscientas veces me han apoyado en auténticas y fehacientes tonterías). Salta a la vista: necesito un público más neutral. ¿Te apuntarías a un visionado? ¿Organizamos algo?

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