El presidente de Castilla-La Mancha, José María Barreda, asistía el pasado miércoles en un pequeño centro de enseñanza rural de El Robledo (Ciudad Real) a la primera entrega de los 28.500 portátiles de Toshiba que se repartirán a los profesores de centros públicos en esta comunidad desde ahora y hasta diciembre. Estos ordenadores de última generación son cedidos al profesorado para que puedan ser usados indefinidamente, dentro y fuera de los centros educativos. La medida ha tenido un coste que supera los 20 millones de euros, una cantidad nada desdeñable. Analizamos las luces y las sombras de este asunto, y nos hacemos eco de una iniciativa similar en Portugal: el proyecto Magallanes.
La empresa adjudicataria de este millonario contrato ha sido El Corte Inglés, que se encargará también del ambicioso programa de servicio técnico previsto: una asistencia de 24 horas a todos los profesores y el reemplazo del equipo por otro en el caso de que sufra una avería. Semejante adjudicación explica en parte los excelentes resultados de Toshiba este año, que con este concurso público ha logrado un espectacular aumento en las ventas.
Los que también se han llevado el gato al agua han sido Microsoft, pues aunque los ordenadores vienen equipados con un arranque dual que incluye la versión de Linux promovida por Castilla-La Mancha, también vienen equipados con Windows XP Profesional -otro jarro de agua fría para Vista- y el paquete Microsoft Office.
Un profesor que asistió a una de las presentaciones que se realizaron de estos equipos nos explica algunas de sus especificaciones técnicas: Dos gigas de memoria y 160 de disco duro, pantalla de 15,4 pulgadas, webcam, grabadora de DVD, conexión wi-fi... En definitiva, todo lo que se necesita para trabajar con comodidad, incluso utilizando programas de última generación.
Sin lugar a dudas este plan tendrá efectos beneficiosos para el profesorado, y en segundo término para el alumnado. Sin embargo, su magnitud nos plantea diversas dudas.
La primera de ellas es si verdaderamente es necesario un equipo de estas características para cualquier profesor. Muchos quizá sólo usen aplicaciones de ofimática y naveguen por la red. No hay que olvidar que nos encontramos en un momento de pleno auge de los económicos ultraportátiles. ¿No hubiese sido más interesante que se ofrecieran equipos de diversos fabricantes configurados a las distintas especialidades educativas? ¿Es disparatado que un profesor de artes use un Mac y uno de Formación Profesional que imparta clases de CAD utilice un equipo con una gran potencia de cálculo?
En segundo lugar no podemos dejar de preguntarnos si era tan imposible haber dotado al equipo únicamente con Linux con el ahorro que para la administración esto conlleva, sobre todo teniendo en cuenta que en esta Comunidad Autónoma desarrollan una versión propia del sistema adaptada para la enseñanza. Existen programas de formación opcionales para todos los profesores que usen estos equipos, pero cabe preguntarse si no se ha desperdiciado una gran oportunidad para que muchos docentes reciban una sólida formación en software libre.
En tercer lugar, aceptando que la instalación de Windows Xp pueda ser conveniente nos sorprende que hayan instalado Office, encareciendo aún más el precio de los equipos, cuando existen alternativas de gran calidad, y sencillas de usar, como Open Office que podrían haber sido implantadas de serie en la partición de Windows.
En cuarto lugar, dejando las cosas como están y apostando por una configuración parecida a ésta, ¿no se podría haber apostado por una empresa española, o por varias, ante un contrato de semejante calibre? No tenemos ninguna duda de que Toshiba es un gran fabricante, pero en momentos de crisis como el actual conviene barrer para casa. Eso es exactamente lo que han hecho en Portugal con el proyecto Magallanes.
El gobierno de Portugal ha apostado por el ordenador educativo de Intel, el Classmate PC, para ser usado por los escolares portugueses. El ordenador, modesto pero robusto y muy bien adaptado a las necesidades escolares, se venderá por un precio subvencionado de hasta 50 euros a las familias con niños escolarizados, aunque las más humildes tendrán uno gratuitamente.
La iniciativa, que supone una inversión de 80 millones, también contempla la venta de este ultraportátil a un precio de unos 300 euros para todos los que estén interesados en adquirirlo. La jugada ha salido redonda pues el ordenador se ensambla en el país, con microprocesador y algunos componentes realizados por Intel. Los pedidos han comenzado a llegar de forma espectacular: Venezuela acaba de comprar un millon de unidades de Classmates al país vecino.
Es cierto que el caso de los ordenadores distribuidos por Castilla-La Mancha y el proyecto portugués no comparten exactamente los mismos objetivos, pero cabe aprender en muchos aspectos de la experiencia de nuestros vecinos del oeste. Quedaron atrás los tiempos en los que el mero hecho de invertir en tecnología era sinónimo de buenas noticias.
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