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El 'gesto' que todo el mundo está esperando: el cierre de Guantánamo

Por MARIAN HENS (SOITU.ES)
Actualizado 06-11-2008 20:27 CET

Para muchos votantes norteamericanos, Barack Obama será el presidente de la paz, un líder con capacidad para poner coto a las estrategias militaristas de su predecesor, George W. Bush. Durante la campaña electoral, el propio líder afroamericano se encargó de subrayar sus credenciales pacifistas y pro derechos humanos: aseguró que derogaría los tribunales militares para juzgar a terroristas, que impulsaría el multilateralismo y que cerraría la prisión de Guantánamo.

Pocas horas después de la elección de Obama como nuevo presidente de Estados Unidos, ya han aparecido voces instando al senador por Illinois para que sus promesas no queden en meros reclamos electoralistas.

"Los primeros cien días de la presidencia son fundamentales para plasmar los compromisos en el terreno de los derechos humanos. Hemos presentado ante Obama una hoja de ruta para que EE.UU vuelva del lado oscuro", afirma Esteban Beltrán, director de la sección española de Amnistía Internacional (AI).

La organización ha reclamado, en un comunicado hecho público desde su sede en Londres por la secretaria general Irene Khan, "un plan y una fecha para la clausura de Guantánamo", "prohibir la tortura y los malos tratos", y aprender del pasado creando una comisión independiente para investigar los casos de violaciones a los derechos humanos cometidos durante la era Bush . El flamante presidente electo "debe romper nítidamente con las políticas y prácticas de detención adoptadas por el anterior Gobierno", señaló Irene Khan.

Éstas son las medidas "mínimas" que, según Beltrán, restaurarían la confianza en EE.UU como país garante de los derechos fundamentales, y su adopción "es totalmente factible, ya que sólo significa volver a la situación previa a la época de Bush, cuyo mandato nos ha hecho retroceder casi 25 años en el respeto a los derechos humanos».

Bush siempre defendió Guantánamo como un lugar necesario para mantener a enemigos peligrosos fuera del campo de batalla de la difusa guerra contra el terrorismo. Pero el apoyo al encarcelamiento sin término ha mermado progresivamente, incluso entre los republicanos. Y además de representar la detención indefinida, Guantánamo se ha convertido en un símbolo de vejaciones, que de aquí pasaron a la prisión bagdadí de Abu Ghraib.

Las prácticas a las que se ha sometido a los prisioneros en estos centros han sido denunciadas reiteradamente por grupos como AI. En febrero pasado, la organización pidió una investigación penal exhaustiva tras el primer reconocimiento público por el director de la CIA, general Michael Hayden, de que la agencia había utilizado la técnica conocida como 'waterboarding' —o simulacro de ahogamiento— contra tres detenidos recluidos en secreto.

Y, desde 2007, nuevas normas del 'Manual para los Tribunales Militarares', desveladas por el Pentágono, establecen que los fiscales militares de Estados Unidos pueden presentar confesiones obtenidas "bajo coacción" en los juicios de terrorismo, una regulación que afecta, entre otros, a los detenidos en Guantánamo.

"Por primera vez en la historia de la Humanidad, Estados Unidos ha convertido la tortura en una práctica oficial pública", subraya Beltrán. "Guantánamo tiene que ser una prioridad para un nuevo Gobierno que dice va a aplicar la legalidad internacional".

¿Pero lo será? Desde el acceso a los servicios de salud pasando por la crisis económica o la educación, Obama se enfrenta a importantes desafíos dentro de su propio país, lo suficiente como para focalizar buena parte de su atención en otras cuestiones. Y si bien el líder demócrata ha afirmado que clausuraría Guantánamo, nunca ha llegado a especificar qué haría con los 270 detenidos que languidecen en sus celdas, de los casi 800 que ha pasado por ellas.

"Obama ha sido explícito sobre el cierre de Guantánamo y mantendrá su palabra", dice Anthony Dworkin, analista del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). "Además, los asesores del nuevo presidente son plenamente conscientes del daño que ese centro ha infligido a la estatura moral de Estados Unidos, y Obama está decidido a recomponer la imagen que proyecta su país en el exterior."

Dworkin opina que Obama dará señales bastante inmediatas sobre sus intenciones de cerrar la base. Otra cuestión, apunta, es si los procedimientos para gestionar a los prisioneros y sus nuevos destinos serán anunciados con la misma rapidez. La mayoría son detenidos sobre los que el Pentágono no tiene suficientes pruebas para encausar por un delito, incluso en los tribunales militares especiales, que cuentan con normas que favorecen a la fiscalía. A muchos, el Gobierno no los ha podido repatriar, porque sus países de origen se niegan a admitirlos o porque podrían ser sujetos a torturas al volver, sobre todo los uigures de China.

El segundo grupo consta de hombres más peligrosos, contra los que Estados Unidos sí tiene evidencia. McCain propuso trasladar esos procesos a la base militar de Fort Leavenworth, en Kansas, mientras que Obama considera injustas sus reglas especiales y quiere juicios en cortes federales o militares ordinarias.

"La solución es compleja", explica Dworkin. "Es probable que Obama aumente los esfuerzos por devolver a muchos detenidos a sus países de procedencia. Otros podrían ser llevados a Estados Unidos, pero el nuevo Gobierno demócrata hará todo lo posible por demostrar que serán sometidos a un juicio justo y transparente y que sus derechos son respetados".

"La nueva Administración también esperará que Europa les eche un cable, al menos con un grupo simbólico de detenidos", añade Dworkin. "La Administración Bush ya presionó a los Gobiernos europeos para que aceptasen a unos cuantos, pero no lo consiguió. Ahora el equipo de Obama esperará que Europa sea más flexible en este punto, pero al mismo tiempo tendrá que aceptar llevar a algunos prisioneros a territorio de Estados Unidos".

Dworkin augura también que Obama aumentará las restricciones y los controles sobre la CIA, cerrará los centros secretos de detención y buscará la colaboración de Europa para establecer nuevas líneas de actuación conjunta frente al terrorismo, todas medidas escogidas para mostrar su compromiso con la Convención de Ginebra.

La previsión es, sobre todo, que Obama abandonará el enfoque en blanco y negro sobre la amenaza terrorista, el "con nosotros o contra nosotros" de Bush. El senador demócrata ha venido utilizando una retórica mucho menos alarmista y ha evitado hablar de la guerra contra el terror, una de los lugares favoritos de su predecesor. Su énfasis en el multilateralismo indica también su intención de mostrarse más sensible a las opiniones mantenidas en otras partes del mundo.

"Ante todo se mostrará cauteloso, no descartará el recurso a la fuerza si fuese necesario, pero tampoco hará declaraciones explícitas sobre ello ni se referirá a la lucha contra el terror como elemento central de la política de seguridad de Estados Unidos", concluye Dworkin.

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