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'Crepúsculo' o la edad del pavo con colmillos afilados

Por ALBERTO MORENO (SOITU.ES)*
Actualizado 06-12-2008 16:20 CET

Uno se esperaba el petardazo de Harry Potter cuando, tras publicarse cuatro exitosos libros de aquella saga literaria, el limitado Chris Columbus adaptó 'La piedra filosofal'. 90 millones de dólares en sus tres primeros días de exhibición cubrían casi totalmente la inversión de Warner. Pero es que Potter estaba en la boca de todos los niños del mundo allá por 2001. Ya nadie quería ser abogado como papá o profesora de primaria como mamá. El único oficio posible deseado por las generaciones del mañana era el de mago, aunque ello implicara ser un marginado cuatro ojos en los estadíos iniciales de la adolescencia.

La heptalogía de J.K. Rowling es, por detrás de 'La Biblia' y con el permiso de 'El Corán' y 'Don Quijote de la Mancha' (de los cuales no hay cifras de ventas documentadas), el segundo best seller más grande de todos los tiempos.

Uno se esperaba también el taquillazo y el éxito de crítica de la elefantiásica adaptación de Peter Jackson, con sus hobbits, sus elfos y demás. Los fans los tenía ya garantizados en cualquier latitud planetaria y en cualquier estrato social. Cuando no atrajera a las audiencias por su honesta -aunque maniquea- filosofía del bien contra el mal, los frikis se sentirían como mínimo cautivados por gente peluda y bajita o con las orejas puntiagudas como ellos. La universalización de los pardillos dio aliento a todo tipo de joveznos inseguros. Hablo, para los despistados, de 'El señor de los anillos'.

Después de dos sencillos pronósticos, lo que uno preveía a continuación era que el tercer gran fenómeno literario-cinematográfico del nuevo milenio fueran 'Las Crónicas de Narnia', pero, pese a que la taquilla no le fue nada esquiva, los niveles de popularidad de esta nueva odisea pluridisciplinar no trascendieron demasiado. La película se vio muy bien, pero como cualquier otra que hubiera sido avalada por Disney y contara con leones que hablan, brujas cabronas y armarios interdimensionales. Muestra de ello es que el verano pasado llegó 'El príncipe Caspian' a las pantallas de todo el mundo pasando desapercibida entre los críticos. Volvió a hacer mucho dinero, sí (pero mucho mucho), aunque a duras penas rebasó la mitad de ingresos de su predecesora.

Después de 'Narnia', corría el verano de 2007 y New Line decidió que era buena idea prolongar la dictadura comercial de Peter Jackson emprendiéndola con otra historia más grande que la vida, la trilogía 'La materia oscura' de Phillip Pullman, una que quizá recuerden porque dibujaba a Nicole Kidman, vestida de oro y ya muy operada, como seductora y maléfica antagonista de la repolluda Lyra Belacqua en 'La brújula dorada'. El fracaso comercial de la productora no se puede explicar con código HTML, así que sólo diré que lo que tanto le costó edificar al obeso director de 'Tu madre se ha comido a mi perro', se lo cargó la Kidman con su hieratismo, ayudada por la inoperancia lejos de la comedia del director de 'American Pie'.

'Crepúsculo', al fin

Valgan estos cinco párrafos ambientadores para llegar hasta el 'boom' más curioso de esta década. El que deja perplejos a muchos por la agresividad fagocitadora de su público potencial (y del no tan potencial también). Una gallina de los huevos de oro tan transparentemente honesta como fácil de desmontar y sin embargo exitosa como pocas. Stephenie Meyer, nacida en Connecticut hace 34 años lleva 10 millones de novelas vendidas en todo el mundo de su 'crepuscular' saga vampírica (compuesta de momento por 'Crepúsculo' (2005), 'Luna nueva' (2006), 'Eclipse' (2007) y 'Amanecer' (2008)).

Apenas 30 millones de dólares de presupuesto para poner en marcha la adaptación de ellas. La encargada de la misión, una directora 'indie', Catherine Hardwicke, en cuya heterogénea trayectoria figuraban 'Thirteen', que ahondaba en el despertar sexual femenino, con piercings incorporados, de las jóvenes manadas; 'Los amos de Dogtown', sobre la rivalidad de los padres del skateboard, y 'Natividad', que fielmente traducía en imágenes algunos fragmentos del Nuevo Testamento.

¿Arriesgada la decisión de los productores? Hasta cierto punto. No es demasiado dinero (no se entienda como una frivolidad, pero es que la 'La brújula dorada' costó cerca de 200 millones) el que tenía que manejar. Además la temática adolescente vista desde la óptica de 'ellas' ya fue abordada por la realizadora en su ópera prima, la autobiografía de Nikki Reed (actriz fetiche de Hardwicke que en 'Crepúsculo' interpreta a Rosalie).

Falta un punto de brillantez a la factura visual, pero teniendo en cuenta que el 'target' al que se pretendía seducir, el de chicas de entre 12 y 25 años, por norma general suele huir de los efectos especiales, parece casi un acierto no haberse enredado en peripecias acrobáticas o luminiscentes.

Más apuntes que engrosan la mitología de 'Crepúsculo': En Estados Unidos abrió el fin de semana de su puesta de largo como el 15º mejor estreno de todos los tiempos, con 70 millones de dólares recaudados, cifra muy similar a la que hiciera el fin de semana anterior 'Quantum of solace', que sin embargo había costado seis veces más. Y un dato que apunta su distribuidora de manera tan cuca como ladina: es el mejor estreno de la historia dirigido por una mujer.

Advertencia sentida

A todos aquellos neófitos que se acerquen a las salas de cine a partir de este viernes, o a las librerías, advertirles un par de cosas, tan sólo un par de detalles para no verse desbordados, repelidos o estafados por la naturaleza del (los) producto (s): 'Crepúsculo' es una historia frontalmente destinada a mujeres que dan sus primeros pasos en el terreno de la sexualidad, pero no al modo gonzo que retrataba 'Thirteen', sino de una manera cautelosa, expectante y profundamente admirativa. El hombre ideal y caballeroso es el perfecto objeto de deseo, aunque de momento meramente platónico. 512 páginas de romance no resuelven más que un par de jóvenes de 17 años acariciando sus labios en media docena de ocasiones.

La espera y la paciencia, la toma de la decisión y el sacrificio razonable colonizan la cabeza de la joven Bella Swan (interpretada por la actriz Kristen Stewart). Edward Cullen (Robert Pattinson, mito sexual norteamericano a la altura de un Brad Pitt imberbe), un vampiro centenario que se estancó físicamente en el momento de su transformación, se muestra como un ídolo inalcanzable para ella, perfecto debido a las privilegiadas características que le confiere su naturaleza sobrehumana.

Muchas leyendas se dedican a tirar por tierra la mormona Meyer, empezando por la inoperancia de la luz, los crucifijos, el agua bendita o el ajo frente a los vampiros. En su sanota mitología, los descendientes del conde Drácula toman aviones cuando quieren volar, no duermen nunca (y, por supuesto, no utilizan sarcófagos), beben sangre de animales, saludan divertidos a las cruces y no se exponen demasiado a la luz solar por una única razón: su piel adiamantada produce un efecto reflector exageradamente indiscreto. Pero el más importante de todos los prejuicios derrumbados por la novelista, lo que consigue por encima de cualquier otra cosa es situar a los hombres como objeto de adulación 'new age'.

En su universo las mujeres sienten y padecen por amor y se obsesionan por los dictados del corazón del mismo modo que los clásicos habían asentado para los varones. La mujer baja del trono figurado que ostenta en las discotecas viernes y sábado tras viernes y sábado y se revela como un ser inseguro, frágil y enamoradizo, una óptica muy distinta a la mayoría de producciones que suelen llegar desde el otro lado del Atlántico.

No es 'Crepúsuculo' gran narrativa y, desde luego, no es gran cine. Ni siquiera es recomendable para según que públicos cabreadizos. Una sucesión de fórmulas, palabras y gestos calcados repetida innumerables veces hablan de literatura de consumo cercana a la autoayuda que no se puede equiparar a la obra de Tolkien, Lewis o Rowling ni siquiera en un arrebato de osadía ebria. Seguro que la acaba viendo todo Dios.

*Alberto Moreno es uno de nuestros colaboradores de Cine.

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