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Los Jemeres Rojos, en el banquillo

EFE
Actualizado 17-02-2009 14:11 CET

Phnom Penh.-  El tribunal internacional auspiciado por Naciones Unidas comenzó hoy a juzgar al jefe de la cámara de tortura del Jemer Rojo, Kaing Guev Eav o "camarada Duch", el primero de los cinco acusados por el genocidio cometido por el régimen hace casi tres décadas.

Duch, de 66 años, fue el comandante de la prisión de Tuol Sleng, por la que pasaron unas 14.000 personas para ser interrogadas, torturadas y ejecutadas entre los muros del recinto o en el campo de exterminio de Choeung Ek, a unos 15 kilómetros de Phnom Penh.

El ex Jemer Rojo de menor rango de entre los que serán juzgados fue trasladado al edificio del tribunal desde el cercano centro de detención en un coche blindado, protegido por un convoy de vehículos repletos de miembros de las fuerzas de seguridad.

Con el rostro enjuto y mirada gastada, Duch se sentó en el banquillo de la sala de vistas del tribunal, protegida por cristales antibalas, y en la que, desde hacía varias horas, cerca de medio millar de personas, casi la mitad de ellas extranjeras, aguardaban su llegada al edificio del tribunal.

"La primera vista representa la realización de los notables esfuerzos para constituir un tribunal justo e independiente que intentará juzgar a aquellos que ocuparon posiciones de liderazgo y a los que tuvieron mayor responsabilidad en las violaciones de las leyes camboyana e internacional", dijo el juez Nil Nonn, al declarar abierto el juicio contra el comandante del Tuol Sleng.

Duch, que afrontará los cargos de crímenes de guerra y contra la Humanidad, asistió a la vista vestido con una camisa de color azul y portando gafas, como esas que el régimen Jemer Rojo consideró un artículo contrarrevolucionario y cuyo uso castigó con la ejecución.

El camarada Duch y su máquina de matar simbolizan el genocidio perpetrado por el Jemer Rojo entre abril de 1975 y enero de 1979, periodo en el que una cuarta parte de la población fue ejecutada o murió de hambruna o por enfermedades en un país que transformaron en un inmenso campo de trabajos forzados.

En la atmósfera que se vivió durante la sesión se mezclaron la convicción de aquellos camboyanos que aseguran asistir a un "momento histórico" y el escepticismo con el que otros acogen los juicios y su propósito de rendir justicia a las víctimas del holocausto.

"Quiero saber cómo acaba esto, cuál es el resultado. Por eso he venido", dijo a Efe Sokhan, de 74 años y de los cuales más de tres los pasó en un campo de trabajos forzados de Battambang, donde vio morir de hambre a tres de sus hijas.

Como otros muchos camboyanos que asistieron a la vista, Panuth, un estudiante de económicas de un nutrido grupo de jóvenes, admitió que esperaba presenciar un juicio y no una complicada sesión de procedimientos técnicos, que dieron paso a los testimonios de Duch y de los testigos a mediados de marzo.

"No confío en el tribunal. Son todos corruptos", dijo Paratdhy, de 41 años y que de niño estuvo en campos de trabajos forzados.

Frente al escepticismo de algunas de las víctimas estuvieron las lecturas más optimistas de letrados y otros de los asistentes a la vista, que despertaba suma atención desde hacía semanas.

"Por primera vez, las víctimas están cara a cara con su verdugo", dijo a Efe el abogado francés Pierre Olivier Sur, de la acusación particular.

Entre los asistentes a la vista había unos sesenta camboyanos que intervendrán como testigos, muchos de ellos de la etnia cham, que fue perseguida con ferocidad por el régimen del Jemer Rojo.

El portavoz gubernamental camboyano, Phy Sophan, dijo que "es un día importante para Camboya y también para las personas de todo el mundo que defienden el respeto de los derechos humanos", a la vez que aseguró que el Gobierno no intervendrá en los juicios.

Vann Nath, uno de entre el puñado de camboyanos que sobrevivieron a las atrocidades cometidas en la prisión de Tuol Sleng y que ha dedicado parte de su vida a inmortalizar en pinturas el infierno que sufrió, se declaró feliz tras haber esperado a que llegara el momento de ver a Duch sentado en el banquillo de acusados.

"Es difícil describirlo (a Duch). Hace treinta años era fuerte, duro y malo. Pero hoy es sólo un hombre viejo", apuntó la víctima.

A pesar de la espeluznante cifra de muertos, sólo otros cuatro influyentes ex dirigentes del régimen maoísta están encarcelados y acusados de cometer crímenes similares a los imputados a Duch, quien ha admitido su culpabilidad, a diferencia del resto de los acusados, que niegan haber tenido conocimiento de las atrocidades.

Los otros acusados son Nuon Chea, de 82 años, el hermano "número dos" de la jerarquía del Jemer Rojo; el ex viceprimer ministro y ministro de Asuntos Exteriores, Ieng Sary, de 83 años; su esposa, Ieng Thirit, de 76 años, quien era titular de Asuntos Sociales; y el presidente del régimen de Kampuchea Democrática, Khieu Samphan, de 77 años.

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