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¿Acabará el vídeo con la fotografía? A Megan Fox le da igual

  • Esquire experimenta en su número de junio con los límites entre imagen fija y en movimiento
Por RAMÓN PECO (SOITU.ES)
Actualizado 14-05-2009 11:34 CET

La imagen de la portada de junio de Esquire no ha sido tomada con una cámara de fotos, sino con una de vídeo. De entre diez minutos de metraje, el mejor momento de Megan Fox se ha elegido a posteriori para inmortalizarlo en papel. El resto del material audiovisual se ha publicado en la web de la revista. El autor del experimento ha sido Greg Williams, y la herramienta, una cámara híbrida de cine y fotografía digital, la Red One 4K. Cada fotograma de un vídeo grabado con ella tiene una calidad similar a la de una imagen disparada con una cámara réflex, lo que evita tener que utilizar dos equipos para filmar y fotografiar una misma escena.

Aunque suene tremendamente innovador lo único que se ha logrado técnicamente es igualar lo que permiten desde hace tiempo las cámaras de cine analógicas, pues trabajando con película de hasta 70mm se pueden obtener copias positivadas sobre papel con bastante calidad. Sin embargo, más allá de experimentos puntuales nadie ha utilizado ese recurso para hacer únicamente fotografía, entre otras cosas por el elevado coste que supone revelar un rollo de cine.

Cuando el pasado año aparecieron las primeras cámaras réflex capaces de filmar vídeo en alta definición consultamos a varios expertos sobre las repercusiones de este fenómeno. Desde entonces en el mercado se han presentado diversas cámaras cuya tecnología relativiza el concepto de 'instante decisivo' del que hablaba Cartier-Bresson.

¿Es la fotografía una anécdota histórica?

El fotógrafo Carlos Spottorno recientemente ha estado trabajando con máquinas como la utilizada para esta portada de Esquire. Tras explicarnos sus puntos flacos —la limitada velocidad de obturación y una insuficiente resolución por el formato panorámico de los fotogramas— nos confiesa que le cuesta pronunciarse sobre las repercusiones que la imagen híbrida tendrá entre algunos profesionales, aunque piensa que en el fotoperiodismo se producirán cambios en breve.

De hecho, a los informadores gráficos de la agencia Efe ya se les propone filmar vídeos a la vez que hacen fotos de las informaciones que cubren. La idea no ha sentado bien entre algunos profesionales de esta agencia de noticias, entre otras cosas porque el vídeo en bruto se paga a 40 euros y el editado, a 80. Teniendo en cuenta que el periodista debe comprar el equipo y que hace las labores de fotógrafo, operador de cámara de vídeo, y montador, es normal que muchos piensen que el nuevo rol devalúa su trabajo.

Trascendiendo las connotaciones laborales del fenómeno, Spottorno profundiza en los aspectos teóricos del nuevo lenguaje lanzando este interrogante: "¿Qué hubiese sucedido si en vez de inventarse primero la fotografía se hubiese inventado el cine? Al fin y al cabo observamos la vida en vídeo". La cuestión ciertamente nos enfrenta a un abismo lleno de preguntas de difícil respuesta.

¿Se convertirá en un futuro la imagen estática en algo exótico y quizá incomprensible para las nuevas generaciones? ¿Habrán sido los 200 años de historia de la fotografía algo excepcional en el lenguaje visual? ¿Es este cambio comparable a lo que sucedió en la pintura con el abandono de la representación bidimensional del espacio al dominarse la tercera dimensión?

Lo cierto es que ya hemos asistido a varios cambios radicales en los lenguajes del cine y la fotografía. La llegada del sonido a la gran pantalla supuso una transformación total de la técnica, al igual que la llegada del color. Lo mismo ha sucedido con la popularización de la fotografía digital, que ha multiplicado el número de fotógrafos que trabajan en color en lugar de hacerlo en blanco y negro —el proceso técnico es mucho más accesible—.

Para Spottorno, que la tecnología digital nos facilite lograr imágenes técnicamente correctas influye en el "estado de ánimo personal, en cómo te anticipas a lo que puede ocurrir. Se ha perdido la idea de preparación de una foto". El abaratamiento de las cámaras, la multiplicación de éstas en toda clase de dispositivos, y la llegada de las redes sociales han provocado que la fotografía se haya convertido en algo obsesivo para muchos.

¿El fotógrafo 'sólo' elige?

Si no existe un documento gráfico que acredite que estuvimos en tal o en cual sitio, que hicimos tal o cual cosa, el momento no existe, queda perdido como las lágrimas en la lluvia de las que hablaba Rutger Hauer en la secuencia final de Blade Runner. Nada debe perderse, todo debe quedar registrado. Esa parece ser la mentalidad con la que hoy se disparan muchas fotos. Esto era hasta hace poco un fenómeno propio de los medios de comunicación, pero ahora se ha convertido en una tendencia social.

Ese estado de ánimo especial del que habla Spottorno al realizar una foto queda en un segundo plano con cámaras que incluso disparan antes de pulsar el botón, una proeza con la que Casio ha equipado a algunos modelos para aficionados. La denominada función de pregrabación de la Exilim High Speed EX-F1 permite que con sólo rozar el botón del disparador la máquina comience a almacenar en su memoria todo lo que sucede delante de sí. Al pulsarlo, la grabación de la ráfaga se detiene y ya sólo queda seleccionar los 'instantes decisivos', rescatar las lágrimas de la lluvia de imágenes.

Tanta ventaja técnica tiene un precio. Almacenar secuencias en una máquina para luego seleccionar un solo fotograma conlleva un gran consumo de energía, con lo que o la autonomía del aparato se reduce o su peso aumenta. Además seleccionar la foto que nos interesa a posteriori supone tener que clasificar y editar cantidades enormes de material gráfico en el ordenador.

Una tarea ardua que a la hora de la verdad puede terminar con muchas fotos olvidadas en el disco duro, entre otras cosas porque quizá somos incapaces de rememorar lo que de verdad importaba cuando 'hicimos' la fotografía. La nueva situación conduce por tanto a que el papel del fotógrafo pierda peso frente al editor gráfico.

En el caso del fotoperiodista, este tiende a mimetizarse con los cámaras de televisión, que desde hace tiempo no son otra cosa que recolectores de imágenes, los ojos sobre el terreno de un realizador que es el que finalmente determina el significado último del mensaje gráfico. La autoría se diluye y la creatividad queda dañada.

De momento, el mayor freno para que la imagen estática pierda protagonismo frente a la imagen secuencial sigue siendo el viejo papel, cuya calidad ninguna tecnología se encuentra cerca de igualar. Mostrar una imagen animada en un Kindle —cuya pantalla es lo más parecido al papel que podemos encontrar en el mercado— es del todo imposible porque sólo es capaz de mostrar 16 tonos de gris y le cuesta mucho refrescar las imágenes que muestra.

Pero alguien algún día logrará una pantalla de tinta electrónica que no emitirá luz, que mostrará los 16 millones de colores que puede diferenciar el ojo humano, y que no tendrá problemas para reproducir un vídeo. Ese día la caja de Pandora quedará abierta de par en par para la fotografía tal y como hoy la conocemos. Mientras tanto, sigamos disfrutando de espléndidas imágenes congeladas sobre celulosa y sobre monitores electrónicos.

Dicen que una fotografía roba el alma del que aparece en ella. ¿Hasta qué punto la tecnología de la imagen secuencial robará el alma del fotógrafo?

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