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Los testimonios del terror se apoderan del tribunal para el genocidio camboyano

EFE
Actualizado 12-08-2009 16:17 CET

Phnom Penh.-  El tribunal internacional de Camboya es estos días un escenario sobrecogedor de espeluznantes testimonios de supervivientes y de los obedientes verdugos que capitaneó Kaing Guek Eav, el jefe torturador del Jemer Rojo.

¿Diga usted como le torturaron?, ¿Puede por favor describir los métodos de tortura?, son algunas de las preguntas que los jueces, fiscales y abogados hacen a los testigos que comparecen en el juicio contra el ex director de la prisión de Tuol Sleng, la antesala de la muerte durante aquel sanguinario régimen que diezmó el país.

Los testimonios de unos y otros consiguen provocar escalofríos en el público, separado de los jueces, fiscales, abogados y del acusado, por la enorme mampara de cristal que está instalada en la sala de vistas del tribunal auspiciado por Naciones Unidas.

En el estrado se ha descrito con detalle como los carceleros arrancaban con unas tenazas las uñas de pies y manos a los detenidos, visto las heridas imborrables que esa tortura dejó en las personas que la sufrieron, y asegurado que para poder sobrevivir en la celda tuvieron que comer insectos y beber su propia orina.

Con la voz entrecortada una mujer relató que vio a un grupo de guardianes de la prisión arrojar una criatura al aire y ensartarla con una bayoneta, y en otra vista diferente, un hombre contó que después de horas de tortura le echaron a una fosa común al darle por muerto.

Sin titubear ni mostrar ninguna señal de arrepentimiento, Him Huy, de 54 años, explicó a los jueces que su cometido como oficial de seguridad del centro de torturas, consistía en trasladar a los presos con los ojos vendados hasta el campo de exterminio de Choeung Ek, a las afueras de Phnom Penh, donde eran asesinados a golpes con los ejes de madera de las ruedas de carro y después degollados.

"El pelotón de verdugos tenía ordenes de matar a los presos estando arrodillados al lado de la fosa. Entonces les pegaban por la espalda en la cabeza con los garrotes y luego empleaban cuchillos para cortarles el cuello", relató este ex oficial del Jemer Rojo.

En ocasiones y desde el asiento que ocupa desde que hace dos meses empezó a ser juzgado por crímenes contra la humanidad y de guerra, el ex director de la prisión, apodado Duch y de 66 años, corrige a aquellos testigos que fueron sus subordinados.

Cheam Soeu, de 52 años, contó que durante los cerca de dos años que fue guardián en Tuol Sleng, vio quemar vivo utilizando para ello neumáticos de coche como antorchas, a uno de los cuatro presos occidentales capturados por el Jemer Rojo que fueron encarcelados en el centro, por el que pasaron al menos 14.000 personas.

"Me cuesta mucho creer que fuera quemado vivo. No creo que nadie estuviera dispuesto a incumplir mi orden, tenían que matar a aquellos occidentales y después convertir sus cuerpos en ceniza", aseguró Duch tras pedir la palabra a los jueces.

La brutalidad de la que el que Duch a veces parece querer hacer alarde quedó plasmada durante el transcurso de una reciente vista, en la que puso en duda la identidad de uno de los testigos que se presentó ante el tribunal como uno de entre el puñado de personas que sobrevivieron a la tortura y las penurias en Tuol Sleng.

"Usted no es la persona que dice ser. De acuerdo a mi listado mandé que la mataran", dijo el jefe torturador.

Duch es el detenido de menor rango de entre los cinco ex miembros de la jerarquía del Jemer Rojo que el tribunal pretende juzgar por su implicación en el genocidio de Camboya, donde 1,7 millones de personas murieron a causa de la hambruna, enfermedades y las purgas ordenadas por la cúpula del régimen que sucumbió en enero de 1979 tras tres años y nueve meses en el poder.

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