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Defensa de la tensión

Por josemi
Actualizado 15-02-2008 13:31 CET

Éste no es un artículo en defensa de Zapatero o del PSOE. La red ya está inundada de webs y blogs que proclaman el idealismo a los cuatro vientos para, progresivamente, a medida que se acercan las elecciones pasarse al pragmatismo de la realpolitik, que no es sino otro nombre para los llamamientos al voto útil –que suelen identificar con el voto al Partido Socialista- tan comunes en estas semanas. No, no se trata de eso. Este artículo tiene más que ver con el espinoso asunto de la precisión lingüística, léxico-semántica, que con el noble arte de la política.

Como bien sabrán, al término de la pasada entrevista que realizó Iñaki Gabilondo a José Luis Rodríguez Zapatero tuvo lugar un diálogo que las cámaras y micros de la cadena Cuatro captaron y alguien filtró seguidamente. En él, Zapatero pronunciaba la frase “nos conviene que haya tensión” en referencia a los sondeos que maneja el PSOE, de circulación interna. Desde algunos sectores político-mediáticos ha habido cierta confusión –deliberada o no- a la hora de interpretar la mencionada frase. A tales tinieblas lingüístico-cognitivas han descendido algunos miembros de la clase política que, por ejemplo, la presidente de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, no ha dudado en exclamar “A Zapatero lo hemos pillao, con el carrito del helao”, con indudable gracejo castizo. A la espera de esclarecer definitivamente lo sucedido con el vehículo administrador de tal veraniego postre y sin que podamos por ahora descartar por completo ninguna de las dos líneas de investigación que barajamos, trataré de contribuir a dilucidar el posible significado de tan crípticas palabras, las pronunciadas por el presidente del gobierno.

Será menester para tal ingente propósito recorrer las diferentes acepciones que del vocablo tensión se registran. En el campo de las ciencias exactas, más concretamente en términos como la tensión mecánica, la superficial y la eléctrica, no parece encontrarse la respuesta a nuestras cuitas. Tales conceptos parecen hacer referencia a magnitudes que nada tienen que ver en primera instancia con el tema que nos ocupa. La modificación de extensión armónica a la que se suele aludir con el nombre de tensión en la música tampoco vendría al caso. Descartadas estas primeras acepciones, no erraremos si excluimos también la tensión sanguínea o vascular, uno de los males de nuestra sociedad pero sólo tangencialmente relacionado con los sondeos electorales. La tensión psicológica normalmente conocida con el ampliamente aceptado anglicismo de “estrés” sólo serviría a nuestros propósitos explicativos si Zapatero hubiera optado por una construcción del tipo “nos conviene que Rajoy tenga tensión” o “nos conviene que los militantes del PP tengan tensión”. Al haber usado una construcción impersonal, la cual apunta a una multiplicidad de sujetos, dicha tesis pierde fuerza, aunque no debamos perderla de vista por completo.

Tampoco se trata, como pudiera pensar algún cínico, de una defensa encubierta de la tensión como sinónimo de la crispación o la hostilidad que tanto ha puesto en práctica el principal partido de la oposición desde que perdió el gobierno, ayudado por obispos religiosos y laicos, cada cual desde su púlpito. Sólo desde una vocación torticera puede interpretase tal frase como un interés por parte del hablante de provocar conflictos y disputas en el seno de la sociedad, de las cuales pudiera derivarse algún beneficio directo o indirecto para el mismo. Algún malvado podría insinuar que “cree el ladrón que son todos de su condición”. En buena lógica, un presidente del gobierno saliente tratará de presentar su legislatura como una llena de logros y éxitos, armoniosa y pacífica, antes que como una crispada, hostil, llena de descalificaciones e insultos. No podemos aceptar esta interpretación, abiertamente fallida.

Finalmente, y tras haber descartado todas las opciones anteriores, nos inclinamos por aquel uso, ciertamente restringido, por el cual en política se suele aludir a la tensión, normalmente acompañada por el adjetivo militante, como un estado de predisposición al activismo o a la capacidad de reacción a los asuntos de actualidad. De alguna manera, estaríamos ante un llamamiento a la movilización y una crítica a la posible apatía de sectores proclives a apoyar al partido en el gobierno. Resumiendo, si uno está pidiendo el voto, repartiendo propaganda, haciendo llamamientos, acudiendo a mítines, etc. “se está en tensión”. Si hay tensión, habrá mucha gente orientando su labor hacia un objetivo común de éxito electoral. Si, por contra, uno está disputando abiertamente el puesto de su líder, clavando puñales a sus compañeros, eximiéndose a priori de cualquier responsabilidad en la previsible derrota,… entonces “se está tenso”. Y a eso se reduce todo: Zapatero está en tensión; Rajoy, Pizarro, Zaplana, Aguirre, Acebes, Gallardón, etc. están tensos.

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